De nada se habla tanto en nuestros días,
en todos los tonos y en todas las formas, como de la cultura
Arturo Uslar Pietri, 1978
Hemos querido evocar la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales en América Latina y el Caribe, organizada por la UNESCO, y llevada a cabo en Bogotá, desde el 10 al 20 de enero de 1978. En el año 2019 se cumplen 41 años de su realización. La misma UNESCO recogió en una publicación algunas de las conferencias y ponencias más significativas e importantes. Trece (13) en total forman parte del trabajo que se intitula: Cultura y Sociedad en América Latina y el Caribe, (UNESCO. París, 1981). La intervención inicial estuvo a cargo de Amadou-Mahtar M’ Bow, para entonces director general de la UNESCO, intitulada América Latina y el Caribe: dimensión cultural de su desarrollo y las restantes se repartieron en áreas específicas y particulares tales como la Región, la Cultura, las Políticas Culturales y la Acción Cultural. Las otras ponencias tales como Herencia cultural y acción presente a cargo de Alberto Warner de Reyna; La cultura cotidiana en el Caribe de Arthur James Seymour; El mundo indígena y la literatura latinoamericana contemporánea, por Rubén Bereiro Saguir; Aventuras del negrismo en América Latina, a cargo de René Depestre. Otras, Identidad cultural de América Latina y el Caribe por Armando Hart; Desarrollo y cultura de Gabriel Valdés, sólo para citar algunas.
Por Venezuela participaron dos personalidades ligadas indudablemente a la cultura. Se trató de Arturo Uslar Pietri y Evangelina García Prince. La ponencia del primero estuvo insertada en la temática de las Políticas Culturales y se tituló precisamente Cultura y Política. Entre tanto, la ponencia de García Prince llevó por título América Latina y el Caribe: comunicación y cultura como partes del desarrollo integral. En esta entrega abordaremos la conferencia de Pietri.
Al parecer, la reflexión la inicia el autor en los siguientes términos. Desde el siglo XVI la América Latina entró en un rápido y completo progreso de incorporación a Occidente en lengua, religión y valores que hoy constituye el rasgo dominante de su propia cultura, (Uslar Pietri, 1978). Ya hace más de 40 años se reconocía que el proceso de imposición de una cultura dominante sobre otra dominada dejó como resultado el gravamen de la cultura occidental. Occidental viene del latín occĭdens, y significa puesta de Sol. Occidental es el oeste, geográficamente hablando. Luego de tantas acepciones se arribó a que el mundo capitalista estaba representado por el Occidente. Precisamente este autor prefiere emplear esas categorías que parecen neutras, medias furtivas. Desprovista de cualquiera opción política o económica, quizás para parecer más universal y también elegante. Pero por su práctica y sus planteamientos conceptuales es sabido que Uslar Pietri fue el intelectual de la oligarquía. Ello no inválida que pudo plantear aspectos teóricos interesantes y muy acertados. Sin embargo, es sabido su histórico compromiso con la derecha y sus posturas epistemológicas no eran precisamente revolucionarias. Muy a pesar de ello, seguiremos ponderando sus opiniones, particularmente sobre la cultura. Y a propósito de Occidente, cabría citarlo: Podría decirse de la cultura de Occidente que es la más grande olla podrida que el mundo ha conocido, (Uslar Pietri, 1978).
En su más verdadero y válido sentido la cultura no es una de las actividades del hombre, no es un aspecto de sus existir, no es una hora de su vida, ni una especialidad de su quehacer. La cultura es el hombre mismo en su integridad inseparable. Es cultura todo cuanto el hombre ha creado, todo lo que ha añadido en creación y en modificación a la naturaleza. La cultura no sólo comprende todo cuanto el hombre ha creado; podríamos decir, sin exagerar, que ella es la marca de la presencia del hombre ante la naturaleza y la creación de la historia… (Uslar Pietri,1978)
Tal planteamiento resulta acertado. El concepto oligocrático de cultura la circunscribe a las artes, las ciencias y las humanidades. Tales son actividades del ser humano. Resultan un aspecto del existir del mismo en un determinado momento histórico-social. Entonces, quienes no cultiven las artes, las ciencias y menos las humanidades corren el riesgo de ser considerados incultos y tal concepción todavía se esgrime y se expone, incluso con mayor fuerza en ciertos sectores académicos, que se creen más cultos por el sólo hecho de participar en el sistema escolar. Venezuela arribaría al año 2000 con un millón 500 mil analfabetos absolutos, pero en ningún momento podría considerarse que tal cantidad de seres humanos fuesen incultos. Por su variada condición étnica poseen una manera de asistir a la vida y esa es esencialmente la forma cultural. Ello tiene que conducirnos a la dignificación del ser humano en tanto hacedor de la cultura, incluso y aunque no participe o estando excluido del campo cultural académico.
El hombre comenzó a ser hombre por un hecho o por una serie de hechos de creación cultural. El hombre dejó de ser bestia y comenzó a ser hombre aquel remoto día en que nuestro irreconocible abuelo comenzó a teñirse el rostro y el cuerpo de colores y a construir un utensilio con una rama o con una piedra. Ese día comenzaron juntamente la existencia de la humanidad y la de la cultura que son una misma cosa, (Uslar Pietri,1978).
La creación cultural hizo al ser humano en tanto ser social. La cultura comienza con la más remota, remotísima, construcción del ser humano. Hay una coexistencia entre la humanidad y la cultura. Desde tal convivencia se construyó la historia de la humanidad. La cultura toda es creación de los seres humanos.
La cultura es todo la historia y la suma de la acción creadores del hombre…Si la cultura es la totalidad del hombre y su presencia, si es la historia, si es el conjunto de creación humana, no hay duda de que, por su propia esencia, es dinámica y cambiante. La vida es dinámica y cambiante y la cultura es su reflejo. (Uslar Pietri,1978). Nosotros preferiríamos utilizar la expresión la cultura es su expresión.
A propósito de cursar los estudios jurídicos, encontramos ciertos docentes cuya insistencia en el término incultos era insistente y reiterativo. Ante tamaña desproporción no tuvimos otra opción que rogar por el hecho de que, si se encontraban como una comunidad, grupo humano, un sector de la parroquia que fuesen incultos por favor que nos informaran de inmediato dónde estaban para verlos porque definitivamente jamás habíamos visto un pueblo o un ser humano inculto. Por supuesto, que la polémica saltó a la palestra y tuvimos que revisar cualquier cantidad de conceptos de cultura. Volvió a tomar la escena el concepto antropológico de cultura. Cultura es toda producción humana. Hemos sido categóricos en afirmar que con tal concepto resulta imposible instrumentar una determinada política cultural. No obstante, el concepto antropológico de cultura reivindica la condición de ser humano en su totalidad como creador.
En el programa de la Conferencia de Bogotá figuraba el tema de la identidad cultural…De lo que se trata, en el fondo y en verdad, es de la identidad colectiva de la presencia humana en este continente…Estamos hablando, en verdad, de identidad de pueblo, de lo que somos y de lo que hemos llegado a ser hasta hoy, hasta esta hora, los pueblos que integran y ocupan el espacio continental.
En la década de los años setenta y ochenta se comenzó en Venezuela a tratar el tema de la identidad cultural. No pocas fueron las polémicas. Se arribaría a definir a la identidad como la expresión de un conjunto de rasgos particulares que diferencian a ser de todos los demás, (Rojas de Rojas, 2004). Ahora bien, no es la identidad de un individuo sino la identidad de un grupo social, étnico. Identidad de un colectivo humano que tiene identificación con otros. Pero la identidad viene con su herencia de las ciencias exactas, particularmente la matemática, y de las ciencias naturales en la cuales la identificación jugaba un papel vital. Por supuesto, que resultaba importante recoger rasgos, manifestaciones, expresiones, formas que conformaran una determinada identidad. Posteriores reflexiones condujeron a pensar en la otra parte de la identidad, la diversidad. Y desde tales consideraciones se llegaría a conclusión de que el tema debería ser abordado, estudiado e investigado desde un binomio inseparable: identidad-diversidad. La identidad se precisa sólo en la medida en que aparece la diversidad con todo su esplendor y maravilla. Al tema todavía hay mucho que andarle.
Se trata de saber quiénes somos, de definir nuestra presencia, tanto desde la étnico como desde lo geográfico. Estamos hablando, en verdad de identidad de pueblo, de lo que somos y de lo que hemos llegado a ser hasta hoy, hasta esta hora, los pueblos que integran y ocupan el espacio continental. Se trata de saber quiénes somos, de definir nuestra presencia en el multicolor conjunto de la humanidad, nuestra peculiaridad y nuestra originalidad, lo que somos, lo que hemos llegado a ser por el juego continuo y activo de todos los factores históricos y geográficos… concebir o de asomarse a la concepción de una identidad y de un destino… (Uslar Pietri, 1978).
Sirva esta prima entrega sobre algunas reflexiones, a propósito de la ponencia de Uslar Pietri, intitulada Cultura y Política. Quedan todavía tópicos por abordar, los cuales analizaremos en futuras entregas. No hay duda que las ponencias de Evangelina García Prince y de Uslar Pietri gozan de una vigencia interesante y que nos ha colocado en la necesidad de emprender su recordatorio y análisis para ponderar que herencia cultural nos han dejado. Valga, pues, esta primera reflexión para dar inicio al estudio, análisis y discusión de un hecho histórico cultural como lo representó en su momento las conferencias intergubernamentales sobre políticas culturales.