Rio que corre em mim/ espalhando.
(Río que corre en mi/esparciéndose)
Ronaldo Cagiano
Os ríos de mim (2018)
Los ríos de Suramérica dejaron de ser sólo íconos de la poesía, de la literatura, del realismo mágico, de lo real maravilloso americano, y por tanto, simple encantamiento de bardos, aedas y pintores; inspiración de cantores y shamanes, paraísos de comunidades ribereñas y estudios deslumbrantes de ecosistemas equilibrados y portentosos; que desde la Era Precámbrica tuvieron sus aguas, riberas y fondos barrosos como hábitat y disfrute las bromelias y boras, los puyes y peramanes, los cardúmenes de cocodrilos y serpientes de agua de proverbiales dimensiones.
Los ríos suramericanos son hoy objeto de apetencias imperiales, industriales y militares, ante las cuales su magia y esplendor se trastoca en sustancia vital para el expolio, carnada para las transnacionales de las gaseosas, canal del (narco)tráfico marítimo y contrabando vario; además de plazas estratégicas para el asentamiento de bases militares supranacionales, extraterritoriales, de tipo geopolítico dominante, encubiertas y entramadas para el dominio de las Américas, del Norte y del Sur, del Centro y el Caribe, de las Antillas y mares- océanos diversos. Ríos que son carne de cañón para el futuro y destino de Latinoamérica. No hay dudas.
Venezuela cuenta con el majestuoso río Orinoco. También el río Caura y el Caroní de la Guayana mágica, el Meta y Ventuari, el Chama y el Santo Domingo, el Apure y Cunaviche, el Atamaica y Capanaparo, el Arauca y el Payara, el Uribante y Escalante, el Manzanares y Guarapiche, el Táchira, y el Albarregas, entre otros; que cruzan llanuras, macizo guayanés, montañas deltanas, serranías, piedemontes de la cordillera, cumbres andinas y costas del oriente; derramando a su paso su bondad líquida, con sus rumores de piedras y arena, con sus sombras de montes, cantos de pájaros y crotoreo de insectos, como enamorado misterio de pequeños y grandes seres vivientes.
Tal vez por el eso, el gran poeta venezolano Andrés Eloy Blanco (1896-1955) le cantó al Orinoco en rima castellana, con fulgor modernista, como si desde un balcón colonial de la antañona capital del Congreso de Angostura, Ciudad Bolívar, le invitara la saudade, tanto como aquella proclama del Libertador, en su visión íntima del destino americano, para que el bardo cumanés nos legara estos versos: "Tarde borracha el ocaso/ llena de vino el gran vaso/del cielo con su tonel./ El río está purpurino/como si el celeste vino/ se derramara por él".
Un poco más tarde, desde Chile, el ojo de águila activa, de canto general, de don Pablo Neruda habría de posarse en estas mismas aguas, para donarnos un mundo que parece un cuento, un sueño y una postal de lejanos viajes. Por su extensión y honda resonancia, transcribo ese poema de Neruda, titulado "El río", en líneas seguidas y no en su vertical origen, para no perdernos una sola palabra de su cauce. A ver:
"Yo entré en Florencia. Era/de noche. Temblé escuchando/ casi dormido lo que el dulce río/ me contaba. Yo no sé/ lo que dicen los cuadros ni los libros/ (no todos los cuadros ni todos los libros, sólo algunos),/ pero sé lo que dicen/ todos los ríos./ Tienen el mismo idioma que yo tengo./ En las tierras salvajes/ el Orinoco me habla/ y entiendo, entiendo/ historias que no puedo repetir./ Hay secretos míos/ que el río se ha llevado,/ y lo que me pidió lo voy cumpliendo/ poco a poco en la tierra./ Reconocí en la voz del Arno entonces/ viejas palabras que buscaban mi boca,/ como el que nunca conoció la miel/ y halla que reconoce su delicia./ Así escuché las voces/ del río de Florencia,/ como si antes de ser me hubieran dicho/ lo que ahora escuchaba:/ sueños y pasos que me unían a la voz del río,/ seres en movimiento,/ golpes de luz en la historia, /tercetos encendidos como/lámparas./El pan y la sangre cantaban/con la voz nocturna del agua."
No tienen que ser de Florencia los ríos que nos conmuevan y convoquen, sino del Cono Sur de América. Del mismo modo que el Orinoco nos habla, nos grita el Amazonas, nos aúlla el Río Grande, nos sacude el Río Negro, y nos llama hoy al amor, a la solidaridad, a la batalla de la libertad, el Río Paraná, y su hermano de ancha brazada, el Río de la Plata. ¿La razón? Fauces que sólo saben de los tesoros alienantes del mercado de capitales le tienen fecha de sentencia: 30 de julio de 2021. Momento determinado por la burocracia política, por los holdings de negocios a futuro, mal vendidos y mal comprados como "ventajosos para el desarrollo" de las naciones ribereñas —Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil—, cuya cola, de Brasilia para abajo (y del llamado Acuífero Guaraní, arriba)—, anda ya entre los dientes de los monstruos del agua dulce; mientras el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro se entretiene jugando a la indiferencia, al mundo light, a la buenaventura del desdén y la desidia, a conveniencia de sus avaros bolsillos. ¿Acaso no pasa lo mismo en Argentina?
El gobierno de Alberto Fernández y sus ministros paupérrimos parecen no querer devolver a su hermosa nación el patrimonio de la navegabilidad, pertenencia social, cultural económica y geoestratégica de sus enormes ríos navegables, para evitar se repita el craso error político de Carlos Menem en 1995, al ceder, mediante concesión, el control del Paraná y del Río de la Plata. Esto haría que se repita el expolio, con peores e insalvables implicaciones morales, de orden militar, de tipo financiero y de peligro para las propias condiciones de vida, trabajo y salud en el país durante las próximas tres décadas y más.
Al pretender facilitar un nuevo proceso de licitación y entrega, no sólo a los consorcios existentes (la empresa belga Jan de Nul y la nacional Emepa SA ), sino a nuevas aves de apiña de variopinta procedencia europea y asiática, entre las que se cuentan Dredging Internacional (Bélgica), Boskalis y Van Oord (Holanda), Shanghai Dreadging Company y la Cofco Agri (China), Bunge, AGD y Cargill (EE.UU.), Vicentin (Reino Unido, Suiza, Alemania y Argentina), Dreyfus (Francia), Glencore (Reino Unido/Suiza) y la empresa Hidrovía (Bélgica), se consumaría de modo asfixiante el ahogo a la economía de exportaciones en las naciones del Sur.
No olvidemos que la empresa Hidrovía S.A., se abroga derechos de patentes, controles, cobros aduanales, navegabilidad y soberanía sobre el río Paraná, con más poder económico y financiero que las legítimas propietarias de este reservorio acuífero estratégico para la vida y sustentabilidad del Cono Sur de América, las ya mencionadas naciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Imperdonable. Inadmisible. Intolerable.
Si hacemos un breve recuento de la riqueza acuífera de Suramérica, mencionando además de los ríos de Venezuela, los de Colombia (Magdalena, Cauca, Caquetá, Meta, Vichada, Sinú), Brasil (Amazonas, Paraná, Tocantins, Paraguay, San Francisco, Solimoes, Río Negro, Parnaíba, Tieté, Pomba), de Ecuador (Río Santiago, Jubones, Napo, Tigre, Pastaza, Putumayo, Río Blanco, Río Chone, Río Verde, Guayas, Atacames, Aguarico, Napo, Coca, Curaray, Marañón), Perú (Ucayalí, Marañón, Putumayo, Huallaga, Urubanda, Tambo, Perene, Ene y Amazonas), Bolivia (Río Mamoré, Itenez, Pilcomayo, Río Beni, Yacuma, Apere, Itonomas, San Julián, Río Grande), Paraguay (Río Paraguay, Río Paraná, Pilcomayo, Apa, Aquidabán, Ypané, Jejuí Guazú, Manduvirá, Pirebebuy, Salado y Tebicuary), Uruguay (Río Uruguay, Río Negro, Cuarein, Queguay Grande, Río de la Plata. Río Santa Lucía) y Chile (Río Chacabuco, Biobio, Valdivia, Aconcagua, Loa y Baker), serán más de 70.000 kilómetros de aguas dulces, agregados a aguas marinas litorales (mar Caribe, océano Atlántico, océano Pacífico, Antártida), lagos, golfos, cataratas, cascadas, lagunas, embalses y bahías de incalculable riqueza biótica e invaluables ecosistemas y reservas naturales para la flora y fauna tropical.
Y todo esto está en la mira y el ojo de los halcones. Vidas humanas y animales, vegetales y minerales sometidos al prisma de rancios proyectos colonizadores, mediante ardides diplomáticos de todo orden, porque se entiende que la salud del planeta pasa por cada gota de agua de Suramérica, con vista al futuro del próximo milenio, y antes.
Muchos son los sentimientos culturales que se comprometen con la pretendida medida privatizadora entreguista en esas zonas del río Paraná, "con un sentir muy singular y muy profundo", a decir en un agudo análisis hecho sobre el tema por el poeta argentino Eduardo Dalter en su cuenta de Twitter, si tomamos en cuenta —sólo en el ámbito musical argentino distinto a la milonga y al tango—, los ritmos lugareños, ribereños, que hacen del Paraná su medular expresión. En ese sentido, invito a disfrutar, por Youtube la estremecedora voz de Ramona Galarza, nativa de Corrientes, Novia del Paraná, interpretando "Litoraleña" y el chamamé "Merceditas", cuya letra y música pertenecen al entrerriano Ramón Sixto Ríos; el "Jangadero" ("Por el Paraná/ Jangadero va/ Madera y canción/ Hacia el confín/del litoral…"), interpretado por Eduardo Falu; a Ernesto Montiel—gran cantor nativo del Paso de los Libres, provincia de Corrientes— y su cuarteto Santa Ana, junto a Isaco Abitbol, interpretando "La guampada", con autenticidad lugareña; sin olvidar la versión que hace de esta canción Tarrago Ros, en la cual ese río y su historia, ese río y sus misterios más hondos; ese río y sus voces palpitantes en el alma humana, a la que da sustento y libertad, se expresa más allá de las cuerdas vocales; en la sangre, en el oxígeno y en la esperanza de los destinos soberanos de todos y cada uno de sus pequeños pueblos del interior. ¿Por qué, entonces, la vida citadina, de entrecopas, de escritorios y despachos de gobierno es ajena a toda sensibilidad carnal, visceral, de piel en esas comunidades ribereñas?
Eres tú, Juan Laurentino Ortiz (1896-1978) quien se asoma en la ventana del agua y nos habla desde el corazón de las selvas de Montiel, las aldeas de Puerto Ruiz, y desde el lamento del amor humilde, para entregarnos tu río en los poemas que esculpiste sobre la arena ribereña, para acompañar al árbol que le hablaste, para dejar vivir cada pequeño ser que estuvo en nuestros pies. Hoy, no tu sombra sino tu brillo, nos ilumina, Poeta del Paraná, para sacar de tu flacura y ancha fortaleza humana, la esencia del habitante que sangra en el río como el mártir que se niega a perder su sueño. Por eso te oímos y te acompañamos en el delgado río del tiempo, en la sensible canoa de la memoria, para que nos des tu aliento de esperanza y poesía, como lo hiciste alguna vez (y todas las veces), en tu poema "AL PARANÁ", del cual nos regalamos el siguiente fragmento:
"Yo no sé nada de ti.../ Yo no sé nada de los dioses o del dios de que naciste/ ni de los anhelos que repitieras/ antes, aún de los Añax y los Tupac hasta la misma/azucena de la armonía/nevándote, otoñalmente, la despedida/ a la arenilla...// No sé nada.. .//ni siquiera del punto en que, por otro lado, caerías/ del vértigo de la piedra/ bajo los rayos...//No sé nada.../ O sé, apenas, que el guaraní te/ asimiló/ al mar de su maravilla.../ y que ese puma de tu piel que te devuelve, /intermitentemente,/el día/ lo tomas en un rodeo, no?,/ de tu destino. . .//No sé nada.. ./Aunque me he oscurecido, en ocasiones, al/sentirte, arriba,/entre un miedo de basalto,/ buscándote,/ buscándote/ sin el ángel del sabiá,/ aún. . .///Y me he recobrado, luego, contigo, en la Anaconda que/decían…/ y hasta cuando denunciabas/sobre ti/ a los máuseres de las Compañías...//No sé nada. ../Aunque te conocí, ha mucho, allá, donde mi río/ es de tu eternidad/ de Palmas../y por el salmón o por el rosa de Ibicuy/y por las lunas de Zárate/ y por la línea de tu agonía en el estuario, finalmente,/del alba...//Mas éste sería/tu sentimiento,/y éste, acaso, el misterio que pareces bajar desde los/ mismos/ torbellinos del círculo?/ No sé nada de ti. . . nada de ti. . ./Es, acaso, decirte enteramente, decir tus avenidas, sólo,/al fin,/ de silencios sin orillas,/que podrían ser, es verdad, derivaciones de gracia corriendo a/ redimir/ oh Canals,/la palidez del Norte?"
Hoy, caro hermano, a nuestros ríos los cercenan, y nos toca convocarte en la dignidad y en el trueno de tu sonoro ejemplo, porque estás acá, porque suenas en las campanas del viento, como cada uno de tus libros palpitantes de identidad, de entrega, de sacrificio inclusive. Por eso podemos decir de ti, como si dijéramos del Paraná, la brisa profunda, la mano infinita, el aire conmovido, el álamo y el viento, la rama hacia el este, el alma y las colinas. Todo lo demás está en nuestro Paraná de América, nuestro Paraná del Sur, Paraná de la casa.
Hoy toca sonar las espadas por el Río de la Plata y el Río Paraná; por el Río Paraguay y el Río Uruguay, pero después será por el río Amazonas y el río Pomba; por el Vichada y el Magdalena, el Meta y el Caquetá; el Caroní y el río Orinoco, ¿por qué no?, pues tal vez pretendan embotellarlos y venderlos, llenarlos de porquerías tecnológicas y succionarlos; quizás por allá en el año 2050, para lavar las letrinas de Las Vegas o cualquiera otra urbe del ocio, de los vicios, del derrape y el derroche, del armamentismo y los desarrollos técnico-industriales asociados a las nuevas tecnologías, actuando sin conmiseración, no tengamos dudas.
Así viene el futuro, cargado de advertencias y amenazas en aguas nuestras. Pero no lo queremos ver. Tal vez alguna canción nos haga llorar, pero un río también. Nuestra América no puede callarse ante el expolio, el soterramiento, la despertenencia ni las políticas entreguistas de identidades soberanas ni de soberanías intransferibles. Ni la poesía, el arte todo, lo debe permitir. Por eso somos el canto de la libertad, de la justicia, del amor y de los pueblos. Como tú, Juan L. Ortiz, elevo el canto a la esperanza de vencer las sombras y ganar el albor de un nuevo despertar. Ojalá y así sea.
PARANÁ /Poema de José Pérez, Venezuela.
Espada del Paraná en la herida del agua
te bendigo en el desierto de tus penas
la mutilación de tu destino
la habilidad de tus peces.
Vengo a espantar tu sentencia
camino húmedo de lágrimas
Ninguna trasnacional es tu madre
toda serpiente ajena te envenena.
Espada del Paraná cacha del Río de la Plata
soltemos nuestras aves
armemos nuestros ejércitos del aire y el viento
como en la hora secreta de un chamamé
hagamos la gran puerta de nuestros pechos
para que otras flechas no entren en ti.
Pariaguán, 24 de mayo de 2021