Hoy es 11 de septiembre, fecha triste para el movimiento revolucionario. Ese día de 1973, una horda sangrienta encabezada por fanaticos generales de ultraderecha, con Augusto Pinochet como principal y, desde luego, con el patrocinio político financiero, económico y estratégico del Estado USA, se realizó una de las peores felonías en la historia latinoamericana.
Un proceso revolucionario de enorme potencial, con ejecutorias grandiosas en favor del pueblo, con gran impacto en la lucha popular, por la estrategia política implementada (ingenua, tal vez), fue sometido a una feroz cirugía que implicó el magnicidio del Presidente Salvador Allende y la muerte, desaparición y tortura de miles de ciudadanos a manos de una enceguecida banda de criminales fanatizados por la prédica anticomunista de Richar Nixon.
De este trágico momento de la historia latinoamericana es mucho lo que hemos aprendido. No podemos permitir que tal cosa se repita. Venezuela bolivariana es la candidata para intentar algo parecido. El imperio está en eso. Utiliza todas las armas a su alcance: sabotaje eléctrico, desabastecimiento alimentario, difusión del miedo con la inseguridad, manipulación mediática a fondo, mentiras, calumnias, anticomunismo, intriga, en fin.
Las elecciones del próximo 26 de septiembre no son cualquier cosa. Hay que vencer y demoler a la ultraderecha escualida y su patrocinador yanqui. Es el mejor homenaje al Presidente Allende. Es el mejor aporte al movimiento revolucionario y a la lucha sostenida por el Socialismo y la dignidad de nuestros pueblos.
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