“Aunque haya disminuido el apoyo popular a las corridas de toros, el fin de las fiestas crueles dependerá del grado de respaldo de los medios de comunicación, de los intereses económicos y de las instituciones públicas y religiosas que – tradicionalmente – las han justificado y mantenido, política y materialmente, a cambio de vender su alma al diablo o al mejor postor, permitiendo la implantación del “statu quo” taurino y la pérdida de los valores éticos y religiosos que aun quedan , en un modelo egoísta de sociedad como el actual, intolerante y cruel, que se manifiesta a través de las retransmisiones taurinas, la violencia deportiva y doméstica y la telebasura en general, con el silencio cómplice, egoísta o ignorante de los votantes, que legitiman – activa o pasivamente – la violencia institucionalizada, sin comprender el origen de los conflictos sociales ni de las guerras locales y transnacionales, que condicionan e hipotecan el presente y el futuro de la humanidad”.
"No hay nada tan patético como una multitud de espectadores inmóviles presenciando con indiferencia o entusiasmo el enfrentamiento desigual entre un noble toro y una cuadrilla de matones desequilibrados, destrozando a un animal inocente que no entiende la razón de su dolor... Un inútil baño de sangre anual de mil millones de euros”…
“La tauromaquia es el arte banal de torturar y matar animales en público, traumatizando a los niños y a los adultos sensibles; su práctica agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos y desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal, todo lo cual representa un desafío mayor a la moral, la educación, la ciencia y los valores positivos de la cultura”.
De alguna manera el toreo representa una prolongación del circo romano, con la diferencia de que en esa época se sacrificaban seres humanos, además de animales. ¿Qué se siente, dos mil y pico de años después, al representar o presenciar la esencia de ese espectáculo, que consiste en destrozar ventajosamente a un animal, en un mundo donde se predica, por todos los medios, la necesidad de preservar el ambiente, que incluye la fauna y la vida en sí misma, como valor supremo?
¿Cómo superar la contradicción que implica el hecho de que el día de la Madre del Maestro Jesús, alguien que sostuvo “YO SOY LA VIDA”, se celebre torturando inútilmente y matando con saña animales indefensos?
Alguien podría citar “la tradición” y “la cultura” como argumento para justificar este exabrupto, pero la cultura posee, antropológicamente, valores y antivalores, y no nos estamos refiriendo, precisamente a los valores comerciales, que bien podrían justificarlo como negocio, sino a aquellos valores morales y espirituales que hoy fundamentan eso que representan la ecología y el respeto por toda vida, cuya transgresión amenaza, ya, la naturaleza en el ámbito planetario, lo cual nos justifica y justifica el hecho de que en Maracaibo esté creciendo el movimiento “MATAR NO ES ARTE”, integrado por jóvenes pacifistas y amantes de eso que los toreros y los banderilleros le arrancan, con violencia, al animal en el ruedo: ¡la vida!
En una rueda de prensa habida en el Club Comercio de Maracaibo, con quienes representan la empresa taurina que organiza las corridas para la Feria, algunos de los jóvenes que integran el Movimiento Matar No Es Arte, le dirigieron preguntas a los integrantes de dicha empresa, obteniendo respuestas muy curiosas… Una de ellas consistió en afirmar que si los toros “de lidia”, los cuales – hasta donde sabemos – no están clasificados como raza, no se mataban, se extinguirían. ¡Vaya paradoja!: es como si alguien afirmara que los esclavos, después de que Bolívar los liberó, perecieron por falta de uso.
De ninguna manera estamos en contra de las tradiciones, menos cuando se trata de festividades dedicadas a venerar la madre del Maestro Jesús: lo único que sostenemos es que las tradiciones pueden depurarse para que devengan en tradiciones verdaderamente auténticas, pobladas de valores constructivos, y el lamentable espectáculo de una corrida de toros para torturarlos y matarlos en público, no puede considerarse constructivo, menos en un mundo donde – insistimos – por todos los medios se busca que el hombre respete el ambiente, cuyo valor supremo es LA VIDA.
Llamamos la atención de las autoridades, tanto religiosas como gubernamentales, que podrían actuar positivamente para que el público comience a comprender cuál es el verdadero significado de este espectáculo deprimente, con todo el respeto que, como personas, merecen quienes lo patrocinan directa o indirectamente.
Llamamos la atención de las autoridades religiosas y, muy especialmente de las autoridades municipales y nacionales, para que actúen eficazmente contra la barbarie que significa la matanza de toros como espectáculo, de manera que el pueblo venezolano sea un ejemplo a seguir en cuanto a la defensa de los verdaderos valores espirituales que deben guiar a la humanidad hacia un mundo en el cual predominen, tan sólo, los preceptos de la paz, la verdad, la rectitud, la no violencia y el valor supremo de cualquier sociedad ética: ¡el amor!… de esta manera, seguramente, el público comenzará a comprender cuál es el verdadero significado de este acto deprimente, con todo el respeto que – como personas – puedan merecernos quienes lo patrocinan directa o indirectamente.
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