La violencia de género encuentra sus raíces más entronizadas en la conducta patriarcal de las sociedades en las que prevalecen estructuras de subordinación y discriminación hacia la mujer.
Cuando hablamos de violencia de género en Venezuela lo hacemos desde la óptica de lo abstracto, de lo imperceptible, de lo etéreo. No le damos la justa dimensión que este concepto merece, pese a los avances que en esa materia hemos alcanzado hasta la fecha.
Parecería que los logros son muchos, pero no es así, veamos por qué. En nuestra novísima y revolucionaria LEY ORGÁNICA SOBRE EL DERECHO DE LAS MUJERES A UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA, en su Introducción reza “el Estado está obligado a brindar protección frente a situaciones que constituyan amenazas, vulnerabilidad o riesgo para la integridad de las mujeres, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes, mediante el establecimiento de condiciones jurídicas y administrativas, así como la adopción de medidas positivas a favor de éstas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva”. Ley o
¿Pero cómo se entiende el desconocimiento de este instrumento de avanzada y precursor en América Latina y algunos países del mundo en lo que respecta a un tema tan sensible y álgido como lo es la defensa de Género dentro del ámbito Nacional?
¿Cómo es que muchas de las Instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de la misma no saben el contenido transcendental de ella?
Estas y muchas otras interrogantes son las que se hacen las innumerables víctimas de violencia de género, en todas sus manifestaciones, en nuestro País. El Silencio, ya no por miedo, más bien por no sufrir la impotencia de no tener receptividad en sus denuncias, es lo que impera en la cotidianidad de nuestra sociedad, que aunque parezca que ha alcanzado la equidad de género, no pasa de ser sólo una Utopía.
Muchas han sido las luchas emprendidas por diversos colectivos, ONG e instituciones Gubernamentales, pero hace falta, además del contenido leguleyo, academicista y social, más que todo eso, LA VOLUNTAD POLÍTICA, para ejecutarla en todo su esplendor, en toda su dimensión humana, en sintonía con la fibra que mueve y motoriza el ser mayormente víctima de la violencia de género que no es otra que LA MUJER.
El Gobierno venezolano en nombre del Estado Nacional ha sido uno de los grandes protagonistas de este logro, pero lamentablemente timorato en su divulgación, y más aun en su aplicación. No existe articulación entre todos los organismos responsables de la aplicación de esta Ley. Las instancias creadas para tal fin no están verdaderamente circunstanciadas con la causa, o bien sea por desconocimiento, o bien por la inercia que han mimetizado muchos organismos públicos. Otro escenario posible para que situaciones como las antes expuestas tengan lugar, es que las instituciones designadas para la aplicación de este instrumento jurídico están cimentadas sobre una estructura frágil, vulnerable e inconsistente, por lo que actuar de forma eficiente y eficaz se torna una tarea titánica, frustrante y espasmódica, por lo que no es de extrañar que éstas colapsen ante tanta demanda.
Lo cierto es, que aunque suene paradójico, tenemos una Ley que muchos países del mundo quisieran tener, pero no la valoramos en el contexto del impacto social que ella puede representar en nuestra población.
Hay que avivar la brasa para que la lucha por dignificar realmente a nuestro género se consolide, sin eufemismos ni discursos adornados. Nuestra Ley, tiene y debe ser letra viva, imperecedera y firme de nuestras luchas.
Virginia King
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