Ibéyise Pacheco, es una periodista, (si ese es el término que podemos utilizar),
acostumbrada a utilizar la escritura para mentir, calumniar, difamar, ofender e inventar la más inmoral historia sobre determinada persona, cuyo vinculación directa o indirecta con el gobierno nacional, ya es suficiente, para que según ella, un funcionario sea corrupto, violador de derechos humanos, sátrapa, “lavador de dólares”, traficante, terrorista, y cualquier otra connotación que destruya la integridad personal; sin importar la familia, los amigos y todo el entorno social del atacado; más aún quedando éste una vez sometido al escarnio público y al desprecio colectivo, prácticamente sin derecho a defenderse, ni utilizar el Dérecho de Réplica, ya que para los editores de los
periódicos; ellos no tienen “responsabilidades”, en lo que digan sus
“columnistas”, aunque en el fondo apoyen esa conducta y sean los dueños de medios, en este caso impresos, quienes promueven tales situaciones.
Uno de los múltiples afectados por las afirmaciones de Ibéyise, fue un oficial de la Fuerza Armada Nacional, quien valientemente salió al paso de las calumnias que habían proliferado en su contra; y prácticamente solo, supo esperar cuatro años (así hablan de “revolución judicial”), para que finalmente un tribunal decidiera que si había méritos para enjuiciar a esta “comunicadora social”. No obstante, la magnanimidad que caracteriza a nuestros efectivos militares, permitió que la periodista de “disculpara” públicamente, para que el agraviado retirara toda acción penal por daños y perjuicios en su contra.
Ahora bien, lo más irónico es que al siguiente día los grandes medios hablan de “Reclusión Domicialiaria”, para Ibéyise Pacheco. Aquí bastaría preguntarnos: si el sentenciado hubiese sido un ex – funcionario del gobierno nacional, de seguro el título sería: “Casa por Cárcel para…”; además de toda la alharaca y sometimiento al juez por haber permitido que un “delincuente no vaya a cumplir su pena tras las rejas”. Lo más irónico es que en este caso la juez sentencia que este en un “delito menor”. No soy abogado, pero cómo explicar que alguien una vez que daña mi reputación, con daños psicológicos, afectivos y familiares, muchas veces irreversibles, venga a decirnos semejante exabrupto jurídico, y a la vez, la mande derechito para su casa, porque en un
centro penitenciario no se puede garantizar su “integridad física”; esto sin contemplar los beneficios “procesales” que hacen inocua la pena para esta susodicha, inclusive sin protección policial; mientras en el resto del país, existen miles de reos que esperan por tales beneficios, y muchas veces cuando llegan estas sentencias, ya han purgado hasta el doble de las penas que inicialmente deberían pagar, o en otros casos algunos mueren dentro de las cárceles, sin conocer del destino final de sus causas.
La “cárcel” de Ibéyise, en su pent-house del este de Caracas, rodeada de todos los lujos posibles, colgando desde su balcón la bandera “siete estrellas” (de la resistencia, como le llaman ahora), no es más que un signo de debilidad y de desgracia en que sigue sumido el poder judicial en Venezuela. Las “cárceles” siguen siendo una cosa para los pobres y excluidos. Los corruptos no sólo están enquistados en la Administración Pública. Aquel que valiéndose de medios informativos y escritos para promover fechorías, no tiene nada que envidiarle a Al Capone; tal y como lo han hecho periodistas de la calaña de esta
“ciudadana”.
Ibéyise disfruta tu encarcelamiento. Pidamos a Dios para que algún los golpistas, desestabilizadores y terroristas rindan cuentas verdaderas a la justicia venezolana.