La necesidad de establecer el diálogo entre los factores políticos enfrentados en Venezuela, es impostergable, insoslayable. La actual coyuntura histórica demanda un fluido encuentro que pueda conducir a acuerdos satisfactorios en ambas partes.
Venezuela afronta hoy, una delicada y profunda crisis. Las abismales diferencias sociales, la riqueza de unos pocos y la pobreza de las mayorías, hacen rememorar los viejos planteamientos de lucha entre poseedores y desposeídos. Esta enorme desigualdad evidencia que el proyecto de una sociedad socialista ha ido quedando en el romanticismo y se impone la ley del mercado capitalista, por lo que se genera la injusticia propia de la estructura, en una sociedad dividida en clases sociales.
A decir verdad, el Estado venezolano está sustentado en la premisa de defender y mantener un proyecto popular. Sin lugar a dudas, la población de menos recursos, en un alto porcentaje, ha recibido beneficios importantes. Hay vocación en el gobierno de incluir a los pobres en los programas de desarrollo. No obstante, la crisis económica que nos afecta, ha debilitado significativamente la seguridad social que hasta hace poco percibía gran parte de la población, y en buena medida, el descontento se impone ahora como respuesta. Este clima de desconcierto, no solo mantienen al venezolano en el letargo y la inacción para contribuir con el impulso nacional, sino que coadyuva a crear un ambiente propicio de violencia y manipulación por los extremos políticos de ambos sectores. De allí es medular que el llamado al diálogo, a los acuerdos pacíficos, a la resolución del conflicto, tenga la prioridad en el ejecutivo nacional.
El reciente ejemplo de los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano, dirigido por el Presidente Manuel Santos, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es significativo. Dos ejércitos enfrentados a muerte durante 52 años, llegaron a comprender que el camino del reconocimiento, el respeto mutuo y la valoración de la seguridad de un país, es la vía más expedita en la aplicación de estrategias de desarrollo y auge económico.
La oposición comprendió que Venezuela mantiene sus esquemas de importador con una economía extractiva, el extractivismo como mecanismo eficaz en la compra de insumos. Importar sin profundizar en la producción interna. De allí que los discursos de los que adversan el chavismo, sean propicios para la salida inconstitucional o el llamado a realizar el referéndum revocatorio, tal como se establece en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Las razones están a la vista. El Estado se ha fortalecido, las bases sociales confundidas y decepcionadas, un discurso opositor que está aprovechando las calamidades sociales como puntal emocional para manipular el descontento social. Todo esto puede generar una indeseable respuesta popular y desencadenar una terrible situación de graves implicaciones. Es lo que se debe evitar.
La violencia social hay que combatirla y el diálogo es la herramienta fundamental. Los peores enemigos en las guerras han negociado. Los diálogos pueden ser salvadores, reducir tensiones y aclarar turbios panoramas, y fundamentalmente, pueden derrumbar cualquier andamiaje levantado a favor de la violencia.
El llamado es a sentarse a conversar para buscar solución a los ingentes problemas que tiene nuestro país. Venezuela debe retomar su equilibrio económico para enrumbarse a su desarrollo. La nación autosustentable debe hacerse realidad.