Cuando leí en la prensa, esa que no es miserable, “misogenada en la Asamblea” le “paré” mucho a la palabra porque nunca la había oído ni leído; bruto como siempre, si no conocía la palabra mucho menos su significado. La ignorancia me llevó a hurgar en el diccionario. Hablé con el señor Google, le pregunté y de inmediato me contestó, porque éste sí es verdad que se las sabe todas, yo no.
El culpable de todo es el diputado opositor Rafael Guzmán. A veces hay que agradecer que saquen a uno de la ignorancia. Es que el diputado Guzmán, de quien no se sabía ni siquiera si existía, le tiene tirria a las mujeres, o sea, les tiene arrechera. Vomitó su sentimiento de antipatía en contra de la también diputada Tania Díaz,de una manera muy irracional llamándola vampira por el solo hecho de haberle gritado en protesta al pobre discurso.
Ese sentimiento de antipatía, rechazo o repugnancia hacia una dama, esa aversión a las mujeres o falta de confianza en ellas, se siente cuando por dentro se lleva otro yo que no es capaz de enfrentar a un varón. Ese tipo de personajillo que arremete contra de las mujeres nunca se atreve a enfrentar a un hombre porque ese “otro yo” no se lo permite, es decir, le falta cojones, guáramo, hombría, etc.
Pero la misogenada no es sólo del diputado opositor; la vaina es mundial. Las mujeres, principalmente las chavistas en Venezuela están contra la pared. Cualquier misógeno opositor la tilda de mal vestidas, desdentadas, sucias, mal peinada, feas, hediondas, o sea, una basura. Pero la dignidad de la mujer chavista llega más allá de cualquier “otro yo” que lleve por dentro opositores que se la dan de machotes malandreando a las damas.
¿Qué dijo el bodrio comunicacional del mal trato y la agresión en contra de la canciller Delcy Rodríguez en Argentina? Que era un invento, que eso era nada, que eso fue un show. Empujones, patadas y kung contra Delcy y la varona ahí, resistiendo y defendiendo el gentilicio y la dignidad de la mujer venezolana; gentilicio que la oposición apátrida se lo pasa por el forro.
Si vi con asombro y estupor el vampirazo del diputado opositor Rafael Guzmán, me quedo pendejo con lo que pasó en Argentina, no tanto con lo de Delcy, sino con la misogenada gubernamental encabezada por Mauricio Macri. Una brutal represión en contra de la diputada Mayra Mendoza, que la agarraron por el pescuezo, patadas y kung fu, y la lanzaron al suelo por el solo hecho de intentar entrar a la audiencia de la líder indígena y diputada del Parlasur, Milagro Sala, que también montara otro show como el de la canciller, según la prensa canalla. Milagros Salas es una encarcelada del gobierno dictatorial argentino.
La canciller Delcy Rodríguez, dolida por el trato inhumano de enviamos macriteros, reacciona en protesta por el trato a la diputada Mayra Mendoza. Rodríguez escribe: “así reprime la policía de Macri a la diputada nacional Mayra Mendoza. La misoginia es la marca fidedigna de la derecha mundial”. La ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, utilizó su cuenta twitter para condenar tal acción, y adjunto a vídeos, expresó “represión a una legisladora de la nación”. Que lo sucedido va más allá de una represión, y aseguró que es más bien “miedo a la mujer sin miedo”.
¿Qué dice ahora la oposición en Venezuela y los medios de albañal? Pasquines que ya ni los compra la gente ahora tienen que morir callados, a no ser que vuelvan a crear la matriz de opinión que lo de la diputada argentina también fue un show guindada por el pescuezo y arrastrada por el suelo por orden superior.