Ante el llamado a liquidar Magistrados leamos esta atroz historia de Ruanda…

Esto que reproducimos seguidamente lo ha dicho el 1 de abril en curso, través de un mensaje que fue difundido por conducto del servicio de mensajería Whatsapp, durante la tarde de este último sábado 1 de abril, según información que hemos tomado de la página digital de la Iguana, el economista y diputado de la oposición a la Asamblea Nacional, José Guerra: "Aquí no es momento de diálogo, aquí no es momento de entablar conversaciones con el gobierno, sino el martes liquidar esos magistrados… y tener la movilización en la calle en todas sus instancias" (1)

Este hecho nos ha hecho recordar que el odio inducido a través de la radio y la televisión provoco el asesinato de casi un millón de Tutsis en la República de Ruanda hace apenas 23 años en un poco más de tres meses, por parte de sus hermanos de la etnia Hutus, por lo que creemos muy necesario que los venezolanos todos recordemos esos episodios a los fines de que ante ese tipo de llamados a liquidar al contrario, actuemos sin más dilación para impedir que nuestras calles puedan convertirse escenarios para la muerte y la desolación.   

Pero sin más preámbulo leamos seguidamente el relato de los atroces momentos que vivió el pueblo ruandés producto del odio inducido por factores de la derecha fascista con el respaldo de factores de poder vinculados al colonialismo europeo y de la directa y muy activa complicidad de los obispos y sacerdotes de la Conferencia Episcopal Católica de ese país, acerca de los cuales, por cierto, el Papa Francisco recientemente, el 27 de marzo próximo pasado, le pidió perdón al mundo por ese vergonzoso y repudiable papel que jugó la Iglesia Católica en esa matanza (Papa pide perdón por rol de la Iglesia en genocidio de Ruanda ...)

Este relato que sigue lo escribió el periodista Juan Pablo Crespo en el diario Panorama de Maracaibo el 9 de febrero de 2015, bajo el título: "Ruanda y la radio del odio" (los textos subrayados son de la versión que hemos copiado de la Internet):

He aquí su contenido:

"¿Ya mataste a tu tutsi?". Aunque cueste creerlo, este era uno de tantos mensaje que a través de la radio se difundieron hace casi 20 años en Ruanda para que la mayoría de la etnia hutu aplastara a la minoritaria tutsi. Aquellos meses de 1994, terminaron con más de 800 mil muertos y en consecuencia con uno de los genocidios más violentos que se conozcan.

El caso del país centroafricano es uno de los ejemplos más emblemáticos de cómo los medios pueden exacerbar el odio más brutal. También es referencia del abuso del poder y de la histórica indiferencia internacional con la que gran parte del mundo ha tratado a este empobrecido continente.

Hotel Ruanda, "Sometimes in april", "Shootings dogs" y Fosa común en Ruanda son alguna de las películas basadas en aquella "limpieza étnica" que todavía es estudiada, analizada y repudiada en el planeta.

Aunque la llama del desprecio comenzó a engendrarse mucho antes, la chispa de la masacre se registró el 3 de abril de 1994, cuando el avión en el que viajaba el presidente-dictador Juvenal Habyarimana se estrelló sobre Kigali, la capital ruandesa, luego de aparentemente ser impactado por un misil. Habyarimana, un militar de la etnia hutu, había tomado el poder en 1973 tras un golpe de estado que derrocó a su primo.

El exministro de la Defensa llegó a concentrar todo el poder. En 1991, su gobierno apretó las tuercas de la represión para aplacar a los opositores que tras regresar a Ruanda, desde el exilio, habían iniciado una ofensiva para tumbar al régimen, organizados en el Frente Patriótico Ruandés (FPR).

Con este ambiente se produjo la muerte de Habyarimana. La autoría del derribo de su avión todavía no está clara. Lo cierto es que tras este hecho la violencia se desbordó hasta el punto que los asesinados pasaron de los 800 mil.

En esta estrategia encajó la estación de radio privada Mil colinas, apodada la radio del odio,al trasmitir de manera impune mensajes racistas y de instigación al asesinato. "¡Maten a esas cucarachas!", "¡maten a esas serpientes, que nadie quede vivo!", "¡hay que derribar más árboles, aún no hemos derribado suficientes!", repetían una y otra vez a lo largo de la programación. Paralelamente, se alentó a los hutu a asegurarse de que los niños tutsi también fueran blanco de los ataques.

"Esos mensajes deliberadamente concebidos y transmitidos consiguieron eco para alentar y profundizar las diferencias étnicas de los pueblos enfrentados, y en esa irracionalidad desbordada y colectiva inocularon en los oídos y en los sentimientos, que luego se convirtieron en acción desenfrenada entre quien se quería imponer sobre su contraparte", explicó el politólogo y periodista Gaspar Velásquez Morillo (2).

Los paramilitares entonces tomaron las carreteras y comenzaron a revisar a cada una de las personas que transitaban. Y como Habyarimana había reestablecido las tarjetas de identificación étnica, no fue difícil distinguir quién era o no un tutsi, que representaban cerca de un 14% de la población, contra un 85% de los hutu. Así que conseguir cadáveres en las vías públicas era algo de todos los días. Con disparos en la cabeza, a machetazos, a fuerza de golpes con palos con clavos o quemados vivos, los tutsi iban cayendo uno tras otro. Los paramilitares y las fuerzas del orden público tenían, además, una lista de personas que debían ser asesinadas. Ni siquiera los hutu que simpatizaban de alguna manera con una reforma se salvaban. O estabas incondicionalmente con el régimen, o no estabas.

"¡Yo odio a estos hutus/estos hutus deshutizados que han renunciado a su identidad/que andan ciegos como imbéciles/que pueden ser conducidos a matar y que, te lo juro, matan a otros hutus!", decía parte de una canción interpretada por el cantante Simon Bikindi. Su interpretación se emitía de manera continua durante los días del genocidio, de poco más de tres meses.

New York Times publicó un trabajo en 2002 que en parte decía: "En Ruanda, donde nadie lee la prensa, ni tiene televisión, la radio es la reina. Según declaraciones de testigos, muchos de los asesinos cantaban canciones de Bikindi mientras apaleaban hasta la muerte a miles de tutsis, con machetes repartidos por el Gobierno y bates caseros tachonados de clavos".

Valerie Bemeliki, una de las seis locutoras que trabajó en la programación de la radio Mil colinas, quien fue condenada a cadena perpetua, llegó a declarar: "A los tutsis les llamábamos escarabajos o serpientes, y eran nuestros enemigos. No decíamos ir a matar, sino a trabajar. Ir al trabajo era el sinónimo que usábamos a menudo para animar a la gente a asesinar". Durante su juicio, reconoció su culpa y pidió perdón.

Ruanda es un pequeño país ubicado en el centro de África y situado en una región conocida como los grandes lagos. Su maltrecha economía y pobreza pueden observarse en cada rincón. Primero, fue un protectorado alemán desde 1899 hasta 1916. Luego de finalizada la primera Guerra Mundial, quedó bajo mandato de la Liga de Naciones y después pasó a manos de la ONU, bajo la administración belga en ambos casos. Los trabajos forzados fueron practicados y la educación era limitada. Para 1961, con el respaldo belga, los hutu tomaron el poder, desplazando a la monarquía tutsi. La República de Ruanda fue declarada. La independencia fue reconocida oficialmente en junio de 1962.

Para 1964, más de la mitad de los tutsi había huido del país. Los tiempos complicados continuaron hasta que Habyarimana dio el golpe de estado que lo llevó al poder en 1973. El dictador se aseguró en sus 20 años de mandato de controlar la agenda informativa de los pocos medios de comunicación que existían, en su mayoría públicos. Nadie, o casi nadie, se atrevía (n) a cuestionar o llevarle la contraria al Gobierno.

Radio Ruanda, emisora pública y de gran penetración, fue otra de las utilizadas para difundir los mensajes de odio y violencia. La manipulación fue tal que esta y otras radios se dieron a la tarea de emitir informaciones falsas para debilitar los Acuerdos de Arusha, que buscaban un acuerdo entre el Gobierno y los tutsi. Periodista que no cumplía la orden, le enseñaban la puerta de salida.

El profesor y periodista José Monsalve, ha dicho que "se desató una campaña orgánica para tratar de inducir a la población contra los tutsi, ocasionando un martirologio espeluznante de muerte. En este caso, la inducción mediática operó como un arma de guerra logrando el genocidio".

La televisión pública también estaba a los pies del régimen, aunque con limitada penetración porque pocos eran los afortunados que podían comprar un televisor. La prensa escrita no era muy diferente, las publicaciones públicas eran también la voz del Gobierno. Tal es el caso de Kangura, utilizado para insultar a los tutsi. En esta plataforma extremista se publicaron los "10 mandamientos o leyes hutu", elaborados para discriminar y eliminar a los tutsi. Expertos los han comparado con lo que sucedió en la época de Hitler con las leyes de Nüremberg.

En los aproximadamente 100 días que duró la masacre contada a partir del 3 de abril de 1994, las heridas sociales y psicológicas fueron más que profundas. Así por ejemplo, Ruanda terminó para la fecha con más de 200 mil niños huérfanos y viudas. Al día, 8.000 personas perdieron la vida a machetazos. Unos 5.000 ciudadanos quedaron mutilados. Gran parte de las mujeres que sobrevivieron fueron violadas e infectadas con el HIV. Estimaciones de las Naciones Unidas indican que un 75% de la etnia tutsi fue esterminada.

Los religiosos igualmente fueron víctima de las persecuciones. Mucho de los asesinados cayeron en las iglesias o conventos, donde acudieron muchos tutsi para esconderse.

Pero tras la masacre, llegó la justicia. El Tribunal Internacional de Ruanda persiguió y castigó a los responsables del genocidio, en cumplimiento de la Convención Sobre la Prevención y el Castigo del Crimen del Genocidio. Esto contribuyó al proceso de reconciliación nacional. Con el paso de los años, el Tribunal ordenó la detención de más de 500 personas. Entre estos, el director del Grupo Radio y Televisión Mil Colinas, Ferdinand Nahimana; su fundador, Jean Bosco Barayagwiza, y el jefe de redacción de la revista Kangura, Hassan Ngeze.

En 2010, el exeditor del periódico Kamarampaka,Bernard Hategekimana, fue condenado por un tribunal popular a cadena perpetua tras ser declarado culpable de incitación, a través de su diario y de la radio, al genocidio.

La masacre de Ruanda si bien fue una herida para la humanidad, también fue una lección para los genocidas."

Como observarán los amigos lectores, sobran los comentarios...!!!

 

Notas:

 

(1)     Haga clic aquí o pegue este enlace en un buscador Audio_JoseGuerra o abra este otro enlace con la página de “La Iguana”: Diputado José Guerra hace viral audio en el que llama a “liquidar ...

(2)     Nos parece relevante incluir este enlace: Instigación al odio por Capriles y el caso Ruanda - Por: Gaspar ...

 



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Iván Oliver Rugeles


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