Que un ciudadano común hable de caerle a "coñazos" a otro para "partirle la cara en dos", más en tiempo de polarización política y extrema violencia, justo cuando el país está hundido y jodido en lo económico y social no sería de extrañarnos, pero que tal afirmación proceda de la "máxima autoridad" del ministerio público, designada por una "constituyente" quien de manera autodenominada dice ser plenipotenciaria, omnipotente y todopoderosa, lo único que revela es que en materia de procesos jurídicos acusatorios, todos los adjetivos superlativos del órgano que preside Delcy Rodríguez, al parecer fallaron en la escogencia de tal "fiscal", porque resulta evidente que semejante "funcionario" pretende dilucidar o resolver los problemas con quienes difieren en sus procedimientos, como serían resueltos por cualquier guapetón de barrio, malandro o delincuente.
Lo insólito no sólo es que Tarek William Saab rete a coñazos a cualquiera de nosotros al momento de criticarlo o condenarlo por sus acciones "legales" o actitudes procesales o personales. O que en su defecto, para que no volvamos a "molestarlo" nos termine bloqueando desde su cuenta en Twitter, sino que la respuesta a los propios tuiteros que todavía tienen acceso a su perfil en tal red de comunicación, cuando alguno de éstos lo increpa que tales palabras violan la llamada "ley contra el odio" aprobada por la propia "constituyente", sea decir: "Un duelo a coñazos con un cobarde que amenaza desde el extranjero por tuiter es eso: Que sostenga su amenaza frente a mí de frente en una acera pública" (…) y para remate afirme: ""Sin armas, a mano limpia".
En tal sentido, el "fiscal" general de la República asume con tales palabras de carácter público y notorio, es que independientemente del tamaño que considere la "ofensa" de la cual fue objeto por haber sido llamado "basura diabólica", es que no tenía argumentos de carácter filosófico, ni epistemológico, y mucho menos de tipo jurídico para sustentar sus acciones en contra de la prohibición de viaje de los 130 niños que iban al Perú para reencontrarse con sus padres, razón por la cual, no le quedó más remedio que apelar a la bazofia semántica envuelta con el espacio de violencia que proviene desde lo más alto del poder, en este caso del madurismo.
Y es que honestamente, alguien quien se exprese en tales términos, resulta muy cuesta arriba creer que en algún momento ejerció funciones de "defensor" del pueblo o en materia de derechos humanos, cuando en este caso debe predominar el aspecto de la tolerancia ante las vicisitudes, más aun, sí es un funcionario público de alto nivel, pero al parecer, esa tesis no existe en el razonamiento del también autollamado "poeta de la revolución". En otras palabras, en tales mensajes, Tarek Willian Saab dejó ver toda su "poesía", suponemos envuelta con un toque de lírica cuya "vulgaridad" no es tal de acuerdo con sus explicaciones, sino que en su caso no genera odio, sino todo lo contrario. O sea, sólo le faltó decirnos que sus palabras, no significan ni una cosa ni la otra.
El "fiscal" acaba de generar la jurisprudencia del odio. Verbigracia, si en cualquier momento un individuo, sea cual sea su rol, dice que soy "feliz" porque estamos gobernados por el mejor presidente del mundo y sus funcionarios, en el medio de un país donde abundan los alimentos y las medicinas, con excelentes servicios públicos, con mínimos índices de inflación, delincuencia y corrupción, y por alguna razón, se me ocurre retarlo a "coñazos", nadie podrá venir a invocarme la "ley contra el odio" porque podré decirle que mis afirmaciones son como respuesta al intentar tratarme como una ignorante político, al conocer perfectamente no solamente las necesidades que vivimos, sino la forma en que pretenden perpetuarse en el poder, sometiéndonos como pueblo desde el hambre y la miseria.
En síntesis, los "coñazos" anti-odio que ofrece Tarek William Saab, tal vez sean los mismos coñazos que muchos están deseando echarse con el cinismo de quienes aplicando una neosemántica dicen que es mentira que haya venezolanos hurgando en la basura, o niños muriendo por desnutrición, o enfermedades propias del siglo XIX. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.