Hay noticias que llegan como un fogonazo del infierno. Queman y arrastran. Vuelve cenizas lo que era alegría. Se lleva la vida de seres buenos, inocentes, sin dar explicación menos justificación. Así esté uno lejos, metido entre la misteriosa neblina de las madrugadas llaneras o a los pies de un fogón montañés, la noticia estremece el alma porque un espíritu voluntario fue secuestrado por la muerte, tan cobarde ella que necesitó manos ajenas para disparar, ojos ajenos para odiar, miseria de otros para ser más miserable.
Saber que un hombre sencillo, hecho de sangre limpia, con una guitarra para cantarle al pájaro herido, a la rama suelta, al pueblo explotado y al amor fue asesinado como una víctima más de una sociedad inhumana y pestilente, alienada y destructora. ¡Cómo duele la vida cuando un gorrión cae! Fue un hijo menor, rodeado de dulzura, parido por una mujer de sonrisa italiana y vestidos venezolanos. Adornó la infancia con cuerdas y tonos menores. Escribió letras para festejar la luna llena y mover cuerpos caribeños. Tenía amigos para cantarles a los niños y a las abuelas. Improvisó en la Selva del Tiempo mirando a la mujer que amaba, mientras el mar lo aplaudía. Hizo del Pico y Pala una fiesta de los ’80.
Ahora cambió de color y, dentro de poco, lo veremos en el bamboleo del papagayo con un cielo despejado, en la ciudad oscura y brillante que lo vio nacer y ahora, trasplantarse al espacio cósmico. Lo conocí a través de las ondas hertzianas, con una voz elementalmente fraterna. Lo vi en la caja donde se hospeda el huésped alienante llamado, Televisión. Nunca le di la mano pero lo imaginaba cada vez que preparaba una pizza, cuando recordaba las balas genocidas disparadas desde 1492 por los criminales imperiales que llegaron con una Cruz para mentir, con un arcabuz para desatar el holocausto latinoamericano del siglo XV. Uno de esos disparos sanguinarios permaneció intacto y el pasado lunes 28 de mayo, fue ejecutado con alevosía.
Pero cuando un gorrión cae, por culpa y desgracia de inhumanos tan parecidos a los buitres, otros están inseminados en vientres valientes, en mujeres de piel mestiza. A la hora de cometerse este crimen de lesa espiritualidad, a pocos kilómetros brotaban los chillidos de los recién nacidos con nombres criollos y apellidos ancestrales. Es la Patria pariendo nuevas esperanzas como las que cantaba el autor de "Yo me muero en Venezuela". Ahora estará en las montañas andinas contemplando los abismos. Frente al Caribe con exceso de Adrenalina. Tendrá más de Siete cueros", viajará en el "Ford Rojo 1954". Hablará con los diez hijos como siempre, lleno de ternura y melodía.
Hasta luego Evio…nos veremos en el infinito donde seguirás la profesión de fe, orando cinco veces al día, darás limosna a la persona más pobre, harás ayuno y podrás llegar silenciosamente a la Meca. Gracias hermano por haber vivido con los brazos abiertos y el alma libre. Ahora tienes la inmortalidad para envejecer. El lugar ideal de los soñadores.