Finalmente este 2-9-2020, luego de permanecer por más de 150 días detenido como preso político del madurismo, primero en la sede nacional de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), y los últimos más de 100 días en la cárcel del Rodeo III – probablemente la más inhumana de todas las existentes en Venezuela – ubicada en Guatire – zona urbana del estado Miranda, terminé siendo indultado, sin ni siquiera haber sido presentado ante el tribunal correspondiente en los 45 días de ley para ser imputado por el supuesto delito de "incitación al odio", con el cual se justificó mi arbitraria, ilegítima e ilegal privación de libertad desde que las fuerzas mencionadas del Estado sin orden judicial me apresaron en mi recinto domiciliario en la isla de Margarita la noche del 25-3-2020, y posteriormente trasladado hasta Caracas.
Así, al tercer día de mi detención, y ser llevado al espacio de la Dgcim en Boleíta, región Capital, fui confinado los primeros 25 días en una celda de castigo de 2 x 2 metros de los cuales la mayoría de ellos pasaba en total oscuridad. De hecho, confinado en esa "celda" me dejaron exclusivamente en ropa interior en los primeros tres días en los cuales no recibí comida ni agua, además que tuve que dormir todos esos días en el piso, y durante ese tiempo ni los dientes pude cepillarme porque hasta el cepillo dental me fue negado. Reitero que los efectivos del Dgcim que me detuvieron en Nueva Esparta dijeron en su momento, palabras más, palabras menos: "Profesor, nosotros sabemos que usted no es un delincuente y menos un criminal, pero su detención son órdenes de arriba".
Cuando finalizó nuestra estadía en el Dgcim, fui trasladado junto con otro grupo de 48 presos políticos hasta el centro penitenciario del Rodeo, cuyas causas están asociadas con efectivos policiales de Sucre y Apure, buque Negra Hipólita de PDV-Marina, y gerentes de las empresas del oro en Guayana, es decir, causas relacionadas con supuestos intentos de golpe de Estado; contrabando de combustible y corrupción, respectivamente, que en todo caso son situaciones donde han vencidos sus lapsos procesales de presentación, y quienes deberían ser liberados de inmediato.
Ahora bien, el tiempo de reclusión que estuve en el penal del Rodeo III es lo más espantoso que pueda vivir ser humano alguno, independientemente de la falta que haya cometido. En lo personal, que es también la misma realidad para toda la población carcelaria, tuve que comer en la mayoría de días de "reclusión" sólo arroz o espaguetis blancos tanto en el desayuno, almuerzo y cena, además que jamás recibí una sola pastilla para mi tratamiento de epilepsia. Semejante situación originó que perdiera 25 kilogramos de peso y tuviera cuatro crisis convulsivas, todo ello en el más completo espacio de insalubridad, donde se carece de agua, y se comparte una letrina en cada celda para las necesidades fisiológicas. O sea, quien intente "justificar" una barbarie semejante, es obvio que no contempla derechos humanos en su pensamiento, sin tampoco obviar que durante esos días en el Rodeo, morían en promedio de tres a cuatro presos por mes, fundamentalmente por un foco de tuberculosis y cuyos afectados nunca fueron trasladados hasta centros asistenciales, sino abandonados a la "buena de Dios".
Después de esta amarga realidad, la fortaleza que tuvimos estuvo centrada por las acciones de quienes siempre me acompañaron en esta parte de la historia. Mi esposa Olys Velásquez, mi hijo, mis padres, mis familiares, mis amigos(as) – incluyendo apoyos desde el exterior – y hasta consecuentes lectores, entre ellos de Aporrea y el resto de medios para los cuales escribo, todos sin excepción fueron un conjunto articulado de personas que siempre lucharon por mi libertad.
Mención especial con infinito agradecimiento para el arquitecto y amigo Servando Marín Lista, el doctor Heinz Dieterich – de quien soy su discípulo – Gonzalo Gómez, Oscar Heck, Yuri Valecillos desde las líneas de Aporrea, así como la colega Carmen Sulay Rojas, el comité de derechos humanos formado con mi nombre, mis profesores de doctorado Alejandro Marcano, José Peña, Freddy Millán, compañeros de estudios de tal nivel de postgrado, y cualquier cantidad de colegas de todas las latitudes dentro y fuera del país, quienes sin excepción fueron baluartes para la concreción de mi liberación.
Sea extensivo ese agradecimiento al también hermano Nicmer Evans, quien días después de mi detención, igualmente fue objeto de privación de libertad por las razones de "incitación al odio" y ser liberado en el referido indulto presidencial, lo cual no sólo comprueba que siempre fuimos presos políticos, sino que nuestra libertad estaba sujeta ante tales condiciones.
Por último, gracias al Foro Penal Venezolano quien llevó adelante mi defensa en este complejo peregrinar de vida entre quienes están: Pedro Arévalo en Nueva Esparta, Rafael Romero como director de tan importante organización, y las abogadas Yaqueline Herrera Duque y Mariela Suárez, la primera como mi defensora oficial ante el tribunal 33 de Control Nacional, y la segunda como asistente en las diferentes acciones que ejecutó la organización jurídica en búsqueda de mi libertad.
Narrar el pasado, reconstruir el presente y planificar el futuro por una nueva Venezuela será la regeneración del pensar que va a ocuparnos en lo sucesivo para seguir luchando por la libertad de todos los presos políticos y la justicia social ¡Y llegó la libertad!