Busca terroristas que figuren en la base de datos de seguridad

—"Este potencial para el error es lo que hace que la incompetencia y la avaricia que se han convertido en el sello de Estados Unidos, desde Irak a Nueva Orleans, resulten espantosos. Un documento de identidad falso surgido de cualquiera de estos tanteos electrónicos del terreno es suficiente para que un padre de familia apolítico con algún parecido a alguien cuyo nombre es similar al suyo sea señalado como un terrorista potencial".

Según las cifras que maneja el Pentágono, el 86% de los prisioneros de Guantánamo fueron entregados por combatientes o agentes afganos y pakistaníes después de anunciar las gratificaciones. En diciembre de 2006, el Pentágono había liberado a 360 prisioneros de Guantánamo, Associated Press logró encontrar a 245, de los cuales 205 estaban libres de cargos cuando regresaron a sus países natales. El asunto deja en muy mal lugar a la calidad de la inteligencia practicada siguiendo el enfoque de libre mercado aplicado por la administración para la identificación de terroristas.

En el pasado, cuando aparecían nuevas economías (desde la revolución fordistas hasta el boom de la TI)= se generaban a la vez intensos análisis y debates sobre cómo esos cataclismos en la producción de riqueza también cambiaban nuestro modo de actuar como cultura, nuestras costumbres a la hora de viajar, o incluso el modo de procesar la información en el cerebro. La nueva economía del desastre no se ha sometido a ningún debate de alcance de este tipo. Por supuesto, se han producido y se producirán discusiones —sobre la constitucionalidad de la Patriot Act, sobre las detenciones indefinidas, sobre la tortura y la rendición extraordinaria—, pero la discusión sobre el significado de que esas funciones se realicen como transacciones comerciales se ha evitado casi por completo. Lo que se somete a debate se limita a casos individuales de enriquecimiento a costa de la guerra y escándalos de corrupción, así como a los habituales lamentos sobre el fracaso del gobierno en supervisar como es debido a los contratistas privados. Pero nunca se habla del fenómeno mucho más amplio y profundo de lo que significa estar metidos en una guerra totalmente privatizada y que no se tiene intención de terminar.

Este tipo de riqueza es la que se está generando hoy con el complejo del desastre, aunque apenas oímos hablar de ello. Según un estudio realzado en 2006, "desde el inicio de la "guerra contra el terror", los directores generales de los contratista de defensa más importantes han visto cómo se duplicaba su salario con respecto a los cuatro años anteriores al 11-S. Sí esos directores disfrutaron de una remuneración que creció una medida de un 108% entre 2001 y 2005, el porcentaje para los presidentes de otras grandes norteamericanas fue de sólo el 6%.

La industria del desastre podría estar acercándose a los niveles de beneficio del puntocom, pero en general cuenta con la discreción de la CIA. Los capitalistas del desastre esquivan a la prensa, minimizan su riqueza y no alardean. "No estamos celebrando la existencia de esta enorme industria para protegernos contra el terrorismo", afirmó John Elstner, del Centro de Innovación de Chesapeake (empresa "incubadora" de seguridad nacional). "Pero existe un gran negocio y el CIC está en medio."

Peter Swire, que trabajó como asesor de confidencialidad para el gobierno de Estados Unidos durante la administración Clinton, describe así la convergencia de fuerzas que hay detrás de la burbuja de la guerra contra el terror. "Tienes al gobierno enfrentado a la misión sagrada de reforzar la recopilación de información y tienes una industria de la tecnología de la información que busca desesperadamente nuevos mercados". En otras palabras, tienes corporativismo: grandes negocios y un gran gobierno combinando sus formidables poderes para regular y controlar a la ciudadanía.

Naomi Klein.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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