Ante la imposibilidad de poder frenar el éxito de las gestiones humanitarias de paz que se ha emprendido de manera unilateral por las FARC y por la mediación del presidente Chávez, la oligarquía colombiana ordena al gobierno y a las fuerzas armadas de su país dar un golpe contundente contra el proceso de Paz que ya daba pasos positivos en pro de la liberación de los rehenes colombianos.
La eminencia de la liberación de Ingrid Betancourt y otros rehenes con posibilidades de triunfo electoral a mediano plazo, pone en estado de alerta a los amos del poder en Colombia y a los amos de estos, el imperialismo norteamericano. Hay que abortar a toda costa la liberación de unos rehenes que comprobaron con su sufrimiento que el gobierno Colombiano no está interesado en su liberación. Esto sería tener en toda Colombia a un contingente de gente que hará lo posible por derrocar a esta oligarquía que los abandonó a su suerte.
Los Estados Unidos no podían permitir que una operación de tal naturaleza le diera un éxito contundente a su mayor enemigo político, Hugo Chávez. En este ataque nefasto, terrorista y criminal estuvieron implicados las fuerzas armadas y policiales, a los paramilitares de Colombia, la base militar norteamericana en Manta y las fuerzas navales y militares estacionadas en frente a las costas del Pacífico colombiano.
El ataque se hizo con misiles aire-tierra, desde un avión furtivo norteamericano, posiblemente del tipo F- 117, que sobrevolaba el sur de Colombia y el norte de Ecuador, dicho avión fue despachado desde un portaaviones norteamericano en el pacifico colombiano, a la casa de la frecuencia de los sistemas satelitales de comunicación de las FARC. Desde ese avión se disparó el misil guiado que dio muerte a los combatientes colombianos de las FARC y entre ellos y ellas al Comandante Raúl Reyes, cuyo cuerpo aun con vida fue llevado como un trofeo de guerra por el ejército, la policía y los paramilitares.
Muchos muertos, combatientes ajusticiados con tiros de gracia y heridos abandonados a su suerte. Se violaron todas las regulaciones del los convenios y pactos humanitarios. Se manchó el honor de unas fuerzas armadas y policiales que fueron utilizadas conjuntamente con fuerzas irregulares paramilitares para cercar y asesinar a sangre fría a combatientes dormidos.
Se violó irresponsablemente la soberanía de un país, se justifica esa invasión con mentiras y montajes de ollas periodísticas y acusaciones irresponsables con las cuales se pretende involucrar a otros estados y a otros presidentes. Los laboratorios de la guerra ya están armando guerras y atentados para involucrar a gobiernos vecinos en un conflicto que piensan exportar a otras partes de nuestro continente.
Se hace urgente crear un conflicto bélico que pueda justificar la intervención norteamericana, supuestamente en ayuda de Colombia, posible país agredido y en salvaguarda de los intereses norteamericanos en la región. No es pura casualidad que los dos países en este potencial conflicto con Colombia sean países productores de petróleo y miembros de la OPEP. Colombia optó por el objetivo que considera más vulnerable y que le garantizaría unas victorias rápidas y contundentes, Ecuador.
Las manos de los estrategas militares norteamericanos están manejando los hilos de guerra del petróleo, frente a la crisis energética que se les vislumbra y que tiene su origen en la banca rota en la cual esta inmersa la economía norteamericana. Además de esto está la más honda crisis del imperialismo norteamericano.
Los Estados Unidos necesitan con urgencia una guerra y están a punto de conseguirla, con la irresponsable complicidad de Álvaro Uribe y todo su tren ministerial, como títeres de una oligarquía que ve con preocupación la proximidad del triunfo de las fuerzas políticas de cambio en Colombia.
En Bogota estaban preparados marchas, afiches, y muñecos de cera con la imagen de Raúl Reyes, para montar el gran espectáculo y la feria de la muerte al mismo tiempo que se anunciara el asesinato de Raúl Reyes. Se regocijaban de la muerte de un ser humano, echando por la borda todos los siglos de catolicismo y de caridad cristiana. Ya ciertos sectores de la derecha colombiana estaban al tanto de lo que iba a pasar en territorio ecuatoriano.
Después del vil atentado el Avión F-117, regresó a su portaaviones para hacer ver que este golpe fue dado por las fuerzas armadas y policiales conjuntamente con las fuerzas paramilitares de Colombia. Así se lava las manos el imperio en un acto terrorista e irresponsable que le endosan a la fuerza pública de Colombia en la urgente necesidad de darle la oportunidad de un golpe de suerte que repotencie y justifique la guerra en Colombia.
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