Despegue al infierno

Los sucesos de esta semana deben tener grogui al presidente Uribe. La decisión de la Corte Suprema de Justicia de dictar medida de aseguramiento contra Jidis Medina por haber vendido su voto a favor de la reelección del 2006, es un gong jurídico ensordecedor contra la legitimidad de su mandato.

Sin más elementos de juicio se puede colegir ya que el segundo mandato de Uribe es espurio, bien porque se condene a Jidis por cohecho o porque se anule el voto que mañosamente conseguido, finalmente dio pábulo a la reforma constitucional.

Lo que ahora toca preguntar es, ¿si esa tramoya fue tan evidente en el momento mismo de la votación, por qué la Corte Constitucional no se detuvo un instante a meditar sobre el asunto antes de expedir su exequibilidad a la reforma que permitía la reelección?

Pues, porque entre otros avatares de la reelección, lo que se ha conseguido con la reforma del “articulito”, como así peyorativamente se calificó en su momento, fue abrir una inmensa tronera en la llamada ley de contrapesos que equilibra los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en el ejercicio democrático. Cuando la Corte asumió el caso, ya el reelegido había tenido la oportunidad de imponer dos magistrados más en la composición de la Corte Constitucional quienes, indudablemente, compensaron con creces el favor recibido.

El presidente de los colombianos ha sido puesto contra las cuerdas. La Corte Suprema, milagrosamente escapada de sus garras, ha compulsado copia de su fallo contra Jidis a la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes para que investigue en lo pertinente al Presidente; y a la Fiscalía, para que averigüe lo respectivo a los altos funcionarios que se ocuparon de la diligencia de sobornar a la parlamentaria, entre otros, los ministro de Interior y Protección Social, a instancias, quién lo duda, del propio presidente Uribe.

Pero, “no lo griten, no se abracen, no se besen”, como dice un locutor de fútbol argentino cuando el tiro casi es gol. La Comisión de Acusaciones de la Cámara, toda es uribista. Luego, no debe esperarse la más mínima imparcialidad de su parte; y el actual Fiscal (Mario Iguarán), ex viceministro de Sabas Pretelt de la Vega, por la época ministro de Interior y Justicia y hoy embajador en Roma, acaba de declararse inhibido para llamar a juicio a su antiguo superior “y gran amigo”. Es decir, que por ese lado podríamos esperar, si acaso, mucho tilín-tilín y pocas paletas.

El otro episodio en esta aciaga semana de Uribe es el de la disolución de los partidos uribistas, curiosamente propuesta por el Alto Comisionado de Paz, Luís Carlos Restrepo. La idea no caló, y como bumerang, de regreso le asestó un duro golpe a su pretensión reeleccionista, pues, el Partido Conservador no sólo notificó al Comisionado que no iba a disolverse sino que iría en el 2010 con candidato propio a la Presidencia. Como quien dice, uno menos en las cuentas de Uribe; a no ser que un renovado, vigoroso y gustativo plato de lentejas sacie las ansias burocráticas del conservatismo y reponga sus fuerzas uribistas.

Pero no sólo el conservatismo. En las huestes propiamente uribistas no se ve mucha emoción en el palco de honor. Una connotada uribista, Martha Lucía Ramírez, quien fuera, inclusive, su ministra de Defensa en su primer periodo, lo que anda proponiendo es una consulta nacional popular dizque para reponer la maltrecha institucionalidad colombiana. Y ni qué decir de la cabeza de este grupo, Cambio Radical, el senador Vargas Lleras, quien acaba de pedir licencia para ausentarse del país y salir en plan de estudios, aunque para muchos esta sea una fuga de las circunstancias que podría ser, o de la delicada situación política o de la comprometida situación parapolítica. Cualquiera de las dos, o las dos al mismo tiempo, podrían ser.

Hasta los gatos se van de espaldas; no sólo Uribe. No se puede dejar pasar por alto que en este intrincado episodio que vive la sociedad colombiana, sesudos constitucionalistas como los ex parlamentarios e ideólogos liberales, Edmundo López Gómez y Darío Martínez, incurran en el despropósito de proponer un gran acuerdo nacional dizque liderado por el presidente Uribe para salir de la crisis institucional que ahoga al país.

Poner al presidente Uribe, que llegó al poder en el 2002 agregándole a su bagaje político un alto contenido de constreñimiento electoral armado, y se hizo reelegir en el 2006 acogotando la Constitución y sobornando a congresistas, es como meter el zorro en el gallinero a que cuide el corral.

Colombia, a estas alturas, y después que la Corte Suprema acaba de condenar a Jidis Medina por haber vendido su voto a favor de la reelección, no le quedan sino dos caminos: la renuncia del presidente Uribe y su alejamiento total de la política, sin perjuicio de las acciones legales que emprenda la justicia nacional y/o internacional, o una Asamblea Nacional Constituyente. Como se dice en el argot del juego de cartas, aquí no queda más que barajar y volver a repartir.

Y ni siquiera una de estas dos salidas le garantizaría al país la estabilidad hacia el futuro. La sociedad colombiana, si es que por fin se pellizca, tendría que ponerse alerta sobre los procesos siguientes de reforma constitucional y elecciones de nuevo Presidente y Congreso con el fin de evitar que disfrazados de ovejas ingresen a la palestra los lobos de siempre.

Por ahí andan algunos, como Mockus, diciendo que si fuera Uribe ya hubiera renunciado. Pero que no dude nadie que su expresión contiene más fondo político que moral. También se ve crecer el discurso social y la censura moral de otro antisocial y e inmoral como Hommes, el inefable ministro de Hacienda de Gaviria que embutió a Colombia en el modelo neoliberal impuesto por el Imperio. Así mismo el belicoso ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, anda fabricándose corona de espinas con inminente atentado de las Farc contra su vida. Y, como en el verso del poeta… “volverán las oscuras golondrinas”: los ex presidentes Gaviria, Pastrana y Samper, deben estar adornando de falacias nuevas sus discursos viejos de paladines sociales con los que han embaucado a las masas en tantos años y durante tantas veces.

Otros escenarios y nuevo reparto, requiere la ópera. De lo contrario, este episodio no pasará de ser un nuevo despegue al infierno.

oquinteroefe@yahoo.com


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Octavio Quintero


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