Definitivamente la impunidad es un cáncer de nuestra sociedad, siempre dispuesta a perdonar hasta lo imperdonable. La situación, que podríamos calificar de “crónica de una muerte anunciada” de la Sra. Valero, nos confirma o al menos me confirma a mí, que el alcoholismo y la drogadicción tienen que ser tratados sin contemplaciones a la fuerza.
Nada de que un alcohólico o un drogadicto puede decidir si se va a tratar su adicción o no, tenemos que tener leyes que obliguen al Estado y a los familiares, si es que los tienen, a internar a estos adictos hasta su total curación, y si no pueden o no quieren curarse, pues para siempre.
Tenemos que desplegar campañas efectivas de publicidad en contra de estas adicciones, tan efectivas o más como las que se han desarrollado en contra del tabaquismo, los padres tienen que estar atentos a los actos de sus hijos y tomar los correctivos necesarios, tengan la edad que tengan, esa es una responsabilidad que sólo nuestra muerte nos releva. Los maestros tienen que estar atentos de los actos y conductas de sus alumnos y deben ser dotados de instrumentos que les permitan actuar ante situaciones que revelen psible consumo o trafico, sin necedades de la LOPNA, que con muchos aciertos, está plagada de una gran tolerancia que se traduce más bien en encubrimiento, la protección a los niños y adolescentes empieza por protegerlos de esta plaga de las drogas y contra eso hay que actuar con mano dura.
Estamos ante una situación tan aberrante en que los victimarios tienen derechos humanos, más no las víctimas, sea quien sea el victimario, aunque sea una gloria del deporte, tiene que ser detenido a tiempo, porque si no castigamos el mal, ordenamos que se haga. Este ejemplo tan reciente como lamentable nos demuestra de la manera más cruel e injusta que “la pendejada” tiene resultados terribles.
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