Cuando ya se está en la parte final de los Juegos Olímpicos de Río 2016, resulta oportuno reflexionar sobre el papel que los atletas venezolanos han tenido en esta justa deportiva, y lo que se debería hacer con miras al próximo evento olímpico a realizarse en Tokyo, en el año 2020.
Hasta ahora los resultados en términos de medallas obtenidas y figuración en las clasificaciones finales en las diferentes competencias son muy similares a los de otros juegos olímpicos en los que se ha participado. Finalmente los atletas venezolanos regresarán al país con una o dos medallas a lo máximo, y clasificados algunos entre los diez mejores del mundo y otros entre los veinte o treinta mejores.
Lo importante a destacar es que la participación en unos juegos olímpicos es ya de por sí un logro significativo, tomando en cuenta que es el resultado de un proceso de preparación y de competencias previas que dura cuatro años, para luego presentar el examen final, en un ambiente de alegría, donde se exaltan las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu, de acuerdo a lo que se establece en la Carta Olímpica.
Quienes orientan y guían el desarrollo del deporte en Venezuela deben sentirse conformes con lo alcanzado en Río 2016, y deben mantener una actitud sobria y sensata. Deben prepararse desde ahora para seguir impulsando el deporte, basados en políticas, estrategias y planes que sean el resultado de un estudio consciente de la realidad y de las posibilidades ciertas que tiene nuestro país, el cual, en líneas generales, puede ser considerado deportivamente como un país término medio, y que se mantendrá ahí por las próximas décadas.