¡Ay Venezuela! Vivir por ti. Soñar al menos. Despertar con una sonámbula ironía.
Mejor es callar que morir en el terreno, mientras los ánimos siguen por el suelo, un rumor nos acosa, la pelota de la lealtad se desliza y tras de ella el jugador que se percata que el peor peligro está a la vista de su existencia de haber perdido la esperanza, esperanza que pesa 90 minutos en el campo del juego que, hasta ella se fue con la revolución bonita pues, la Patria sufre y se desangra con un torniquete de vilezas que no la ampara, más bien la desgarra en cualquier dimensión de su órbita y, el pueblo a la expectativa con un cansancio demorado. ¿Somos o no somos? To be or, not tu be.
Una voz insaciable clama por alcanzar un gran momento, un relampagueante momento que no llega y cuando llega el jugador falla y el gol esperado se pierde no llega a la cesta que lo detenga y la noche calla como si le hubieran quitado su luz en Mérida exaltada de una ilusión que en positivo no llegó. ¿Y, ahora qué? Taparemos el sol con un dedo como una sombra más en el largo camino de la espera.
¿Pero será posible? Una oportunidad más y Catar 2022 se va alejando como si el balón fuera prestado o, quizás se volvió invisible y por más que la selección active una realidad que más asusta, el gol no llega, no le da calor a la multitud que se avista en toda Venezuela, una parte de nuestro todo en silencio, silencio en la noche, el tango de Garder no se hace esperar, y si no es para el 2022, para cuándo será. ¡Qué amargura!
La selección paraguaya nos partió el alma y más pudo su inteligencia en el terreno que la nuestra y nos mandó de inmediato cara baja a hacer la cola de último como el castigo que no merecemos, pero ese será nuestro destino, esperar, esperar, pero la suerte no nos acompañó, pasó de largo. ¡Qué noche!
Linda noche merideña para el recuerdo que con un catatumbo de tristeza empezaremos de nuevo a patear el balón y, a seguir soñando, aunque estemos despiertos, la dicha de gritar el gol del gane no llega. ¿Pero, será posible?, ¡quién ha dicho!
Bueno dicen que es cilantro, pero no tanto, y la Vino Tinto ni cilantro ni tanto.
Pareciera que cuando la Vino Tinto Juega, jugara desalmada como escuálidos perdidos en el firmamento del momento, pero perder no es mejor que ganar, mientras, seguiremos esperando hasta que el cuerpo aguante y llegue la voz que anuncie que cada día somos más fuertes, más estrategas, más despiertos, que lo cansón de nuestra soledad sea un motivo para seguir dentro del campo y a jugar se ha dicho, el balón es redondo.
La revolución sigue cabizbaja con un sol ardiente de amargura que deprime la conciencia y, una desilusión envuelve el momento y los espíritus del devenir atascados por una revuelta que nos mantiene atrapados sin dar el paso hacia adelante que nos vislumbre de emoción.
Pero, el gol se fue de rumba, se perdió y nos dejó sin el pan nuestro esperado.
Que nos queda decir o, mejor callamos, entonces callemos.