Hay dos maneras de enfrentar un evento electoral:
La primera, abordarlo como una competencia de marketing, lo que los expertos en publicidad llaman, posicionamiento propagandístico. En este caso, se trata al candidato como un producto, como una mercancía: se contrata un buen experto electoral preferiblemente extranjero y de acento raro, recordemos a Napolitan. Al candidato se le cambia la imagen de acuerdo a las encuestas. Se elabora un discurso especial donde se evitan algunos términos y se incorporan otros. Se asocia a un jingle y a un lema, como cualquier mercancía. Esta vía dio resultado en el pasado, así se eligieron los presidentes de la cuarta, que nos sumieron en cincuenta años de miseria espiritual y material. Es un método propio del mundo capitalista, no construye pueblo, ni avanza país, al contrario está diseñado para deslavar conciencias y facilitar las dominaciones.
La segunda es la vía socialista. Tiene como fundamento el axioma revolucionario: toda acción debe tener como objetivo principal elevar en el pueblo el nivel de conciencia del deber social. Siendo así, se consideran las elecciones una ocasión para elevar la conciencia, la información y la organización del pueblo; una oportunidad apropiada para analizar a la Revolución, determinar la etapa en que nos encontramos, fijar las nuevas metas, reconocer errores y cantar triunfos.
En resumen, las elecciones se consideran valioso momento para continuar afirmando la cultura socialista y dejar atrás la cultura de la Venezuela capitalista.
La escogencia de la postura electoral, no es una decisión superficial. Se trata de marcar el rumbo de la Revolución y de la sociedad. La vía tradicional, la del marketing, nos coloca en una peligrosa contradicción. Se enfrentan los nuevos valores impulsados por la zona espiritual socialista que hemos construido con tanto esfuerzo, zona de solidaridad, de amor, de estímulo a lo más hermoso del humano, contra los valores que el Che llamó “las armas melladas del capitalismo”, y en los que se sustenta la manera mercachifle de enfrentar las elecciones.
Esta contradicción de estímulos, por un lado a los valores egoístas propios del capitalismo, y por el otro a los valores altruistas revolucionarios, confundiría al pueblo, lo regresaría al escepticismo egoísta de pasado, y nos alejaría del alma revolucionaria que combatió el 11 de abril y en el saboteo petrolero. ¡Nos debilita!
Por su fruto será reconocida la Revolución, y el principal fruto de la Revolución es la conciencia revolucionaria. Este logro debe marcar y dar importancia a todas las otras realizaciones de la Revolución.
Sin conciencia nada es duradero.