Para los que nacimos y vivimos en estás serranías dónde el cultivo de café domina el escenario agrícola, nos duele en el pellejo ver y sentir cómo los campesinos terminamos entregando nuestras vidas a los cafetales, inmersos en una dinámica perversa que nos empobrece día tras dias, mientras otros se enriquecen descomunalmente con nuestro sudor y trabajo.
Pareciera reiterativo está afirmacion, pero para quienes le entregamos la vida al campo y exponemos el pecho y la espalda de sol a sol, ésta es una realidad que nos atormenta desde siempre. Pareciera un cuento de nunca acabar, pero para nosotros es un cuento que tiene que acabar.
Es un negocio redondo el del café, si no fuera así no habría tanto comerciante dedicado exclusivamente a esta actividad y tanto bellaco intentando dominar el mercado.
Anterior al surgimiento de la actividad petrolera, era el café junto al cacao y la ganadería, uno de los rubros que generaban las divisas necesarias al país. Luego del "bum" petrolero, el café pasa a un segundo plano y poco a poco va perdiendo el sitial que tenía. Sin embargo, continúa siendo un negocio que se mueve en el escenario internacional.
Aprovechando el bajo perfil en el cual se mueve desde entonces, en el comercio del café se conforman élites económicas que van a dirigir este mercado mientras los gringos se apoderan del petróleo recién descubierto. Está distracción provoca que se piense que ya el café no es un negocio. Es así como estás élites económicas conforman un entramado que pasa a controlar con celosa exclusividad el jugoso mercado del café.
El negocio radica en la comercialización. Quienes lo producimos sufrimos el rigor de una dinámica abusiva y perversa en la que empresarios compran el café verde a precios que ellos mismos establecen, luego lo llevan a la industria nacional y al comercio internacional. Es tal el negocio que es prohibitivo la exportación directa por parte de los campesinos, ese comercio está bien reservado para otros. El estado que es quien debe proteger al caampesino, termina protegiéndose a si mismo y a la cadena de comercialización existente.
Alrededor del comercio de este preciado grano se han conformado grandes élites fuertemente articuladas con quiénes desde instancias del poder no escatiman esfuerzos para hacerce de este negocio. Los industriales del café se han fortalecido y han crecido gracias a esta práctica aderezada entre otras cosas por la desorganización del campesino.
Lo jugoso del negocio está en la exportación del café verde, y el campesino no tiene acceso a ello. Tenemos que pensar seriamente en ir industrializado el campo. Procesar el café y obtener un producto final de calidad. A la par prepararnos para asumir correctamente y de manera organizada la comercialización del café.
No se trata solo de producir, es necesario aclarar y aclararnos a nosotros mismos qué producir, como producir y para quien producir. Por eso es importante avanzar hacia la construcción de una estructura organizativa solidaria y combativa, la Unión Nacional Campesina.
El poder creador del campesino venezolano nuevamente se pone a prueba.