Venimos señalando la necesidad de construir un municipio agroproductivo, ecológico y sustentable, que pueda convertirse en soporte de un país libre y soberano. Este planteamiento me recuerda haber asistido unos años atrás a una reunión del Batallón sin Nombre, donde confluimos representantes de Lara, Carabobo, Distrito Capital y Portuguesa. En ese encuentro discutiamos la coyuntura del momento y cómo abordar aquella dinámica politica existene. Se me ocurre expresar, y eso seguramente fué unos diez o quince años atras, que debia repensarse el país asumiendo una politica hacia el sector campesino. La paliza de argumentos políticos llovió de tal manera que mi derrota puntual fue de marca mayor, aquellos esgrimian los argumentos posecionados desde siempre que suponen un pais petrolero donde el movimiento campesino y la actividad productiva agrícola ocupaban un plano disminuido y poco interesante.
Varios años despues, la brutal crisis económica y alimentaria obliga a los cerebros a pensar seriamente aquella locura de propuesta que suponía que un país petrolero e inmensamente rico vuelva su vista al campo y a la agroproducción. Si para algo sirven las crisis económicas es para despertarnos.
Hoy es urgente y necesario volver al campo, retornar de modo organizado el camino a una Venezuela agroproductiva, donde el campesino retome el sitial que le corresponde en la construcción de una sociedad humana, justa, productiva y solidaria. Nada mas aleccionador que una crisis económica y ésta mega crisis hace suponer un pais que gire en torno a otros parametros de desarrollo y produccion. Sin embargo la torpeza supera la razón cuando desde las instancias de poder plantean avanzar hacia un estado de cosas donde se pretende dejar de lado el rentismo petrolero para avanzar en una torpe politica minera que nos coloca a depender del rentismo de otro minerales muy abundantes en este pobre pais inmensamente rico, además de colocarnos en la vergonzosa posición de ser hoy, el pais donde se promueve desde el arco minero, un desastre ecológico de proporciones gigantescas y de alcance planetario.
Ni siquiera echaron una ojeada al campo venezolano donde se puede producir casi todo cuanto nuestra población requiere en materia de suministro de alimentos. Apenitas y de refilón como en la leyenda El Silbón, nos pusieron a discutir una propuesta que llamaron Misión Agrovenezuela, que terminó como siempre ocurre en estos casos, fortaleciendo a los potentados del agro e ignorando a los campesinos que en definitiva es el protagonista real que mueve y dinamiza el campo. Aquella misión desdibujó el objeto por la que fué creada y degeneró en otra teoría inútil en la que se engancharon muchas ingenuas voluntades deseosas de cambios y de impulsos reales hacia un sector tan importante en la construcción de una patria libre y soberana.
Mas allá de amagues de debate y promoción mediatica no es mucho lo que hemos avanzado luego de aquella idea convertida en "una misión que no llegó a cumplir con su misión". Así entre bandazos y retruques, despedimos el año batallando entre desmanes y torpezas que distraen los esfuerzos que bien pueden nutrir sustancialmente este espacio creador que lo conforman el campo y los campesinos sembradores de sueños y de vida.