Se hace camino al andar

¡Cuidado con los transgénicos del Sur!

En términos generales, la aplicación del modelo neoliberal en el sector agrícola de los llamados países en desarrollo y en particular los latinoamericanos y caribeños, ha provocado el desplazamiento progresivo de los campesinos y pequeños productores del campo, la quiebra de la agroindustria pequeña y mediana o su absorción por las grandes corporaciones, el incremento de las importaciones de los productos básicos ante la reducción del cultivos autóctonos y, la sustitución de éstos por cultivos intensivos genéticamente modificados, altamente dependientes de los insumos suministrados por las transnacionales del agro –semillas, agroquímicos, alimentos concentrados etc.- de alta productividad, destinados a la exportación y cuyo precio interno está vinculado a los precios del mercado internacional. Es decir, la aplicación de dicho modelo ha profundizado y reproducido una relación de dominación económica que ha intensificado la concentración del capital en grandes corporaciones, a expensas del hambre y la destrucción de la seguridad alimentaria de los pueblos. Esa dominación se ejerce mediante el control de los precios y del suministro de los insumos agrícolas y de los mercados, tanto en la oferta como en la demanda, a través del dominio de la logística y de los circuitos de comercialización.

La revolución tecnológica, provocada por el desarrollo de la biotecnología hasta niveles hace algunos años insospechados, como consecuencia de los avances científicos que han ocurrido en la última década en el ámbito de la biología molecular, la bioquímica de los suelos, la ingeniería genética, la informática, la microelectrónica y la mecatrónica puesta al servicio de la agricultura, constituye hoy día la plataforma fundamental en que se soporta ese modelo de dominación. Es así como las grandes corporaciones transnacionales del agro – Monsanto, Aventis, Syngenta, BASF, DuPont- diseñan en sus grandes laboratorios los sofisticados procesos que les permiten, mediante la manipulación genética, crear nuevas especies vegetales y animales adaptadas a climas o medios particulares, resistentes a las plagas y enfermedades, con mayor capacidad productiva y mayor fortaleza física y, menor consumo energético, pero para reproducirse y sostenerse económicamente sus cultivos requieren del suministro permanente de los insumos –semillas, embriones, agroquímicos, alimentos, equipamiento, asistencia técnica etc.- cuyo monopolio mantienen las mismas. La estrategia se centra primero, en desplazar la producción local o desarrollar nuevas áreas en la cuales se sustituyan los cultivos autóctonos por los organismos genéticamente modificados (OMG) o transgénicos, de los cuales aun no se conocen los efectos que tendrán a largo plazo sobre los ecosistemas y la salud humana, existiendo fundados indicio, que algunos de estos especímenes pudieran crear agentes alérgenos, resistencia a los antibióticos en humanos y, afectar la biodiversidad a través de la “contaminación genética” destructora de las especies naturales. Un ejemplo de los riesgos que se corren es el caso del maíz transgénico “Starlink” calificado por la Agencia Estatal Estadounidense (EPA) como no apto para el consumo humano.

Detrás de la oferta engañosa de incrementar y mejorar la productividad agrícola, transferir tecnología de punta, proporcionar asistencia técnica e incluso financiamiento, han terminado creando una dependencia monopólica aplicando el ardid de regalar la cerradura pero arrendando la llave que la abre, así de sencillo. Para muestra basta un botón, solamente Monsanto vende el 86% de las semillas transgénica a nivel mundial por un valor de US $ 5.000 millones y el precio de estas semillas son superiores a las convencionales y para su cultivo deben pagarse licencias o royalties, con lo cual materializan un verdadero negocio redondo. ¿A cambio de qué?... De la pérdida progresiva de la soberanía y seguridad alimentaria.

El programa de cooperación que adelanta el gobierno venezolano con Argentina, Brasil y Paraguay, bajo el paragua del ALBA, mediante el intercambio de petróleo por alimentos y soporte en el sector agroalimentario, debería tener en cuenta que esos tres países, poseían 28 % de los cultivos transgénicos en el 2004. Si la política de la revolución bolivariana es “no a los transgénicos” y “sí a la soberanía alimentaria” mal podría aceptar que por esa vía terminemos “colonizados” tecnológicamente por los OMG promovidos por las transnacionales, con las consecuencias negativas que ello tendría sobre la política de la seguridad alimentaria. ¡Cuidado con los transgénicos del sur!

gamarquez2@yahoo.com


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Gustavo Márquez Marín

Carabobeño, nacido en Valencia, ingeniero egresado de la Universidad de Carabobo donde también ejerció la docencia, durante la gestión del Presidente Hugo Chávez se desempeñó como Ministro de Industria y Comercio (1999), Ministro de Estado para la Integración y Comercio Exterior (2005-2007), Embajador en Austria y Representante Permanente ante los Organismos de Naciones Unidas en Viena (2001-2004), Comisario General del Pabellón de Venezuela en la Expo 2000 Hannover (1999-2001) y Miembro de la Comisión de Negociación con Colombia de las Áreas Marinas y Submarinas (1999-2001).

 gamarquez2@yahoo.com

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