Asidero

Advenimiento de una nueva burbuja financiera, 2018-2022

El capitalismo, irá innovándose ante el fenómeno de las criptomonedas y, siendo un patrimonio del Estado y un grupo de amigos, pone en peligro la estabilización las monedas locales por su impacto de burbuja inflacionaria, lo que traería más pobreza y personas sin hogar para residenciarse o vivir.

Vamos a una tercera depresión económica, hubo una primera en 1929 y luego en 2008.

Las familias vulnerables corren riesgos, ya que la ola especulativa e inflacionaria detona en cualquier región del mundo para aplastar a los humildes, recordemos que nos encontramos en un mercado global, donde algunos países captaron las ideas que envuelven las criptomonedas y hacen de esto, un gran negociado, por otro lado, los inversionistas están apoderándose de algunas industrias para formalizar la venta del alimento plástico. Es una manera de recibir créditos para producir alimentos y fármacos tóxicos que quebrantan nuestra salud.

Yo, no lo llamaría guerra económica o crisis financiera. Esto, es un negociado en yuanes, dólares y criptomonedas, cuyos protagonistas son las mafias bancarias y el comercio ilícito de drogas.

Con anterioridad, se han realizado predicciones exactas sobre el futuro del mundo globalizado, el peligro está allí latente, y el sistema financiero se mueve de un lugar a otro de una manera rápida. Ya no hay reproches, en nuestro caso, el pueblo ha elegido a las cámaras y a la ANC, personas que desconocen la economía como un barómetro existencial. Las matizaciones están allí, con una economía que se bambolea y sin consenso.

El estallido de esas burbujas era la crónica de una muerte anunciada, que los gobernantes no querían ver o preferían mirar hacia otro lado, pues siempre viene bien, cuando se gobierna, que la economía marche con crecimiento, sin plantearse las características de cómo se produce éste. Determinados economistas habían encendido las señales de alarma, aunque tanto los dirigentes políticos como de empresas se negaban a aceptarlo, debido a que consideraban que eran exageradas y se refugiaban, además, en el hecho de que la economía ortodoxa no contemplaba ningún peligro a la vista, sino meros ajustes o desaceleraciones que se tenían que dar pero que no revestirían excesiva importancia.

Frente al conformismo de la ciencia oficial existían estudios serios que ponían en guardia sobre los problemas que estaba suscitando la globalización financiera y el creciente desmantelamiento de los controles de regulación de los bancos y de otras instituciones bancarias y financieras. Con ello, además de las inestabilidades, incertidumbres y procesos especulativos que se generaban, se facilitaba el enriquecimiento excesivo de unos pocos, de forma rápida y fácil, al tiempo que se fomentaba la desigualdad internacional. Las operaciones de ingeniería financiera, los paraísos fiscales, las emisiones de bonos de alto riesgo sin control, contribuían a alimentar el mundo de las finanzas y su auge y hegemonía.

Por tanto, no estamos ante hechos nuevos, sino ante acontecimientos que se han repetido a través de la historia del capitalismo. En este caso, además, agravados por una globalización que ha ido en dirección contraria a las recomendaciones que nos enseña la historia.

Ésta es una crisis financiera que tiene similitudes con otras anteriores, pero que tiene asimismo elementos diferenciadores, propios de la fase del capitalismo en la que nos encontramos.

Es importante señalar que la crisis no es el resultado de equivocaciones de políticas económicas, aunque ha podido haberlas, pero que por sí solas no explican la gravedad de lo que está aconteciendo, ni tampoco de malas prácticas de los gestores y directivos de los fondos de inversión y de los bancos, que también se han producido, así como de las estafas practicadas bajo la ley de la selva, que han encontrado un caldo propicio para desenvolverse, sino que la crisis es el claro resultado de un modelo de crecimiento inadecuado.

En nuestro caso, el presidente Nicolás Maduro Moros y sus colaboradores han manejado de una manera inadecuada, estas caracterizaciones.

De manera que los datos, cuando anunciaban que todo iba bien en los últimos años, en los que se estaban dando tasas de crecimiento muy elevadas, no reflejaban la realidad pues en ellos mismos estaban sembradas las semillas de la destrucción. Era un crecimiento que favorecía las desigualdades y aniquilador del medio ambiente.

Los años de expansión y de euforia se elogian en exceso por las personas que tienen en su mano la toma de decisiones, que tratan de inculcar su visión a toda la sociedad con el apoyo de los poderosos medios de comunicación y de una buena legión de académicos que les aplaudían. Pero al final han conducido a una catástrofe de consecuencias incalculables.

Lo que algunos han enunciado como crisis financiera es mucho más que eso: es una crisis global, pues supone el agotamiento de un modelo de crecimiento que modifica el equilibrio ecológico, que también afecta a los alimentos, la energía y que ha sido incapaz de combatir la pobreza, el hambre y la exclusión social, aunque haya venido acompañado todo ello de progresos indudables. Pero, aun así, las privaciones y los costes a pagar son demasiado elevados para sentirse satisfechos en una situación en la que la prosperidad de una minoría de la población mundial se asienta en el sufrimiento de tantos.

. En definitiva, el sistema financiero ha engordado y se ha beneficiado durante años basándose en prácticas poco ortodoxas en las que ha predominado el enriquecimiento rápido y fácil. A su vez, las instituciones financieras son un instrumento del propio sistema para conseguir superar las crisis de sobreproducción de las que hablaba Marx.

Esta crisis no se puede solucionar sólo con medidas de política económica, sino que es necesario plantearse otros modos de crecer y consumir. No estamos solamente ante una crisis financiera sino ante algo mucho más profundo: un sistema económico mundial desigual y depredador de la naturaleza.

Cabe significar, que las inversiones extranjeras directas, además de constituir un nuevo capital, vienen a acompañadas de nuevo mercado, de experiencia gerencial y novedosas tecnologías, elementos tan necesarios para el crecimiento de la economía de cualquier país en los momentos actuales. Hoy, la presencia del capital extranjero se ha convertido en algo imprescindible para el desarrollo de la producción de mercancías, su comercialización y transportación, para las comunicaciones y en particular para la estabilidad financiera del país, sin embargo, de forma contradictoria, el capital que más abunda en la Economía Mundial actualmente, es el capital ficticio, que no proporciona al país ninguna de las ventajas antes mencionadas y que corresponde al capital directo.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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