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Una persistente campaña mediática e intelectual trata de representarnos como país inútil, incapaz de producir lo que consume, totalmente dependiente de las importaciones y por consiguiente parásito de la exportación de un producto único, el petróleo, cuyos precios nos condenarían alternativamente a auges de derroche y abismos de depresión económica. Con ello se alimenta el mito de la Venezuela "rentista" (basado en la ignorancia de que la ciencia económica, desde David Ricardo, acepta que la única fuente de la "renta" es el trabajo), se culpabiliza a los venezolanos y se nos convence de que debemos aceptar lo peor, desde la entrega incondicional de nuestros recursos hasta las operaciones más locas de endeudamiento, pues no nos mereceríamos nada.
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Un análisis detallado de los datos descubre la realidad. Utilizaremos las cifras de la Hoja de Balance de Alimentos, que desde hace décadas compila y publica anualmente el Instituto Nacional de Nutrición, estudiadas y resumidas a lo largo de varios años por la perspicaz Pasqualina Curcio Curcio. Las conclusiones de Pasqualina son contundentes, al igual que las de su anterior trabajo La mano visible del mercado: Guerra Económica en Venezuela. Al estudiar las cifras desde 1980 hasta 2013 (último año disponible) encuentra que durante ese tercio de siglo históricamente la producción de alimentos ha representado en promedio el 88% de la disponibilidad total, mientras que las importaciones representan el 12%.
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Estos resultados sorprenderán a los lectores; para cualquier duda, pueden consultar las cifras originales en la Hoja de Balance de Alimentos. Indicamos aquí, a título ejemplificativo, algunas magnitudes en forma aproximada, pues consultamos gráficos con barras. En 1980, Venezuela produjo 22.500.000 de Toneladas Métricas de alimentos, e importo unas 4.000.000. En 2013, produjo unos 46.000.000 millones de toneladas métricas, e importó unos 8.000.000. Ello arrojaría para ese lapso los ya referidos totales de 88% de producción interna, y 12% de importaciones.
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Para el año 2013, según la misma fuente, la disponibilidad de alimentos ascendió a unos 51 millones de toneladas métricas, de las cuales 43 millones fueron producidas en Venezuela y unos 6 millones importadas. Detallemos aproximativamente algunas magnitudes. Ese mismo año habríamos producido unas 8.100.000 toneladas métricas de cereales, e importado unas 4.800.000 toneladas. Produjimos unas 9.200.000 toneladas de azúcar y miel, e importamos 980.000. Produjimos cerca de 9.250.000 toneladas de carne, e importamos unas 400.000.
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¿Cómo son posibles entonces el desabastecimiento y el crecimiento exponencial de los precios? Ni el maíz ni el arroz ni la caña de azúcar se riegan con dólares preferenciales. Tampoco parece posible que en tan pocos años una proporción de 88% de alimentos producidos en el país haya desaparecido. La respuesta al enigma está en la distribución. Un oligopolio de comercializadores y distribuidores fuga los productos por la frontera, o fija los precios que paganos por lo que producimos en el interior de acuerdo con una cotización de divisas fijada en el exterior, y dosifica lo que llega y no llega al consumidor. Nunca tantos sufrimos en beneficio de tan pocos. Tal es el origen de la escasez, y la clave para remediarla.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO