La economía venezolana está padeciendo sin duda las consecuencias de un ataque atroz por parte de sectores antidemocráticos y antipopulares; es víctima de un cerco y una guerra imperial declarada, que lamentablemente ha contado con instigadores locales (no obstante que muchos de ellos han abandonado cobardemente el territorio nacional). Las consecuencias de este cerco económico se han intensificado en la medida en que las reservas externas se agotaron, gracias a la acción especulativa de agentes financieros y particulares, facilitada por una política cambiaria y monetaria negligente; actuación que resultó reforzada con el daño intencional (no puede haber otra respuesta) que se produjo a la capacidad de la principal industria generadora de divisas, por medio de acciones criminales de buena parte de su "gerencia", visibles por las actuaciones recientes del Ministerio Público.
El gobierno nacional está adoptando un conjunto de medidas para hacer frente a esta situación, las cuales en términos generales consideramos bien orientadas, y que a su vez están siendo acompañadas por medidas de incentivo productivo y estabilización global.
Venezuela cuenta con lo necesario para reiniciar prontamente el camino de la expansión y el crecimiento económico, incluso tiene todo lo que requiere para hallar su propio camino al desarrollo nacional sostenido, pero estas opciones – como suele pasar- implican adoptar cambios valientes que implican costos.
No podemos reiniciar el crecimiento económico sin recuperar el ingreso de los venezolanos. La decisión de recuperar el ingreso de los trabajadores es sin duda una medida adecuada del gobierno; no podemos incrementar la producción de bienes y servicios en la economía venezolana si no restablecemos la capacidad de los consumidores venezolanos para comprarlos, y los trabajadores constituyen la mayor proporción de estos consumidores. Así que para reiniciar el crecimiento económico en Venezuela es una condición necesaria restablecer el poder adquisitivo del salario.
Los niveles salariales que perciben actualmente los trabajadores venezolanos no constituyen ninguna amenaza a las posibilidades de obtener ganancia por parte de los dueños de empresa; muy al contrario, los salarios percibidos por los trabajadores venezolanos resultan significativamente ventajosos desde la perspectiva empresarial y los colocan en una situación favorable ante sus competidores extranjeros.
Adicionalmente, el gobierno venezolano ha adoptado otras medidas que constituyen un incentivo explícito a la producción, entre las que podemos mencionar, la reducción o eliminación de aranceles para la importación de equipos e insumos productivos, la prevalencia de bajas tasas de interés reales y facilidades para obtener créditos, la existencia de bajas tarifas de los servicios públicos y de apoyo a la producción (electricidad, gas, combustible, correo, telefonía e internet, etc.). El sector empresarial tiene acceso incluso a niveles impositivos menores que los de sus competidores en la región. Disponen igualmente de una fuerza de trabajo suficientemente calificada a todos los niveles. Y hasta de un importante Estado de Bienestar local que reduce la presión social sobre incrementos salariales. El Estado ha llegado a hasta a financiar ¡directamente! los salarios de buena parte de los trabajadores y empresas en Venezuela.
Y los empresarios cuentan además con una protección adicional, que es el grado de subvaluación relativa del bolívar y las limitaciones actuales existentes para importar, condiciones que les protegen de hecho de la competencia externa.
Existen, sin duda alguna, insuperables condiciones para producir en Venezuela, ¿qué es lo que nos falta entonces?
En mi opinión, hacen falta fundamentalmente condiciones institucionales: hay que estabilizar a lo interno e internacionalmente. Hay que asegurar acuerdos con el sector democrático de la oposición, ganarlos para el debate y la lucha electoral. Adelantar un pacto a favor de la paz de todos los venezolanos.
Hay que alcanzar grados efectivos de funcionamiento del Estado: elevar la eficacia y eficiencia institucionales. Combatir decididamente el crimen, la corrupción y la desidia; y mejorar la calidad de la gestión pública en todos los ámbitos y niveles.
Los tipos impositivos existentes en Venezuela son bajos, y los niveles de evasión y elusión fiscales resultan muy elevados.
Para aumentar el ingreso de los venezolanos (elemento imprescindible de una estrategia de desarrollo nacional por muchas razones) es necesario insistir en dos cosas: elevar el monto y la calidad de la inversión, fundamentalmente, la inversión privada; y revaluar la moneda nacional. Ambas condiciones son muy posibles en relativamente corto plazo.
La inversión privada ha permanecido estancada en magnitudes muy bajas, casi continuamente desde hace cuarenta -óigase bien CUARENTA- años, y el sector privado venezolano cuenta con los recursos necesarios para financiar ese proceso de reinversión, pues mantiene en el extranjero, al menos, CUATROCIENTOS MIL MILLONES de dólares; basta que retorne sólo una porción de ellos, para reactivar la actividad económica y salir de la crisis con una economía más fuerte, estable y productiva. Estoy seguro de que el empresariado no querrá perderse las oportunidades que se abren en esta nueva fase del desarrollo venezolano. Para apuntalar esta parte, el Estado venezolano debe poner en ejecución un plan de apoyo a las inversiones, cuyo núcleo central sea la realización de proyectos de apoyo a la producción y mejora a la calidad de vida de todos los venezolanos.
Sobre la revaluación del tipo de cambio. Los venezolanos han sido víctimas de una super devaluación brutal, más allá de lo aceptable y necesario, presionados por los bajos niveles que alcanzaron las reservas, el sabotaje (increíblemente desde lo interno) a la industria petrolera nacional y la actuación de factores desestabilizadores externos (asociados a no dudar con factores internos). Es necesario corregir esta sobre depreciación o sobre devaluación de la moneda nacional. Para ello, entre otras medidas debemos -como bien ha acordado el gobierno- capitalizar y monetizar gradualmente los proyectos productivos estatales rentables que ofrecen ganancias a inversores potenciales en moneda dura (divisas, monedas de reserva); se trata de reforzar y continuar la estrategia iniciada con la creación del Petro. El Petro debe servir para reconstruir nuestras reservas internacionales y para soportar el valor del bolívar soberano; sin embargo, desaconsejamos su uso para transacciones internas, más bien recomendamos destinarlo a reforzar las reservas externas y captar inversión extranjera. Su uso en el ámbito nacional podría dar pie a procesos de concentración indebida de las riquezas nacionales, exponer nuestra economía a la inestabilidad propia de los mecanismos de inversión financiera y distraer recursos internos que se requieren para la reactivación de la economía real o productiva del país. El Petro no debe ser usado localmente para la inversión con fines especulativos o de ahorro en bolívares ni para competir con nuestra moneda local; debe servir como un medio de inversión extranjera y, fundamentalmente, como mecanismo que nos permita captar divisas y realizar -directamente por medio de este instrumento, o indirectamente a través de su intercambio con otros medios de pago- las adquisiciones internacionales, a fin de proveer los bienes e insumos que requiere la nación para mantener su actividad productiva y defender la calidad de vida de los ciudadanos.
Por último, consideramos que la revaluación de nuestra moneda (a través del reforzamiento de nuestras reservas) es eje central de la estrategia de lucha contra la inflación y puntal de la recuperación del ingreso de las familias venezolanas.
Rodolfo Magallanes, docente e investigador. Instituto de Estudios Políticos. Universidad Central de Venezuela.