Venezuela: un país con futuro

Paradójicamente, los resultados que muestra actualmente la economía venezolana están determinados por la política, en una proporción que no tiene precedentes; no por voluntad del gobierno, sino del sector extremista de la oposición en Venezuela (que no venezolana). Esta observación es válida; al menos, para casi todo el largo siglo XX venezolano. El desempeño económico de Venezuela se encuentra limitado hoy en amplia medida, por la implantación de un bloqueo económico que les impide a los venezolanos tener acceso a los recursos externos de la explotación de sus empresas, sus cuentas o depósitos en el exterior, e incluso les niega acceso al crédito y la cooperación internacional. Todo esto, resultado de la estrategia violenta de un sector de la oposición venezolana, que ha pretendido forzar y convertir en rehén de sus objetivos políticos, a las mayorías más vulnerables de la población; algo, ampliamente condenable por antidemocrático e injusto, pues termina afectando precisamente a los más pobres y vulnerables.

No obstante, el inmenso costo de esta estrategia miope y antipopular (ese costo no ha sido menor a los 150 mil millones de dólares anuales), podemos afirmar que Venezuela comienza a superar en GRAN MEDIDA este costosísimo ataque contra su economía y contra todos los miembros de la sociedad, contra su Estado y contra todas sus instituciones. Hoy, ya resulta obvio que la farsa del interinato ha concluido para todos, también para quienes la representaron. En el escenario internacional, crecientemente complejo, empiezan a incidir una serie de variables que imponen prudencia y pragmatismo a los actores políticos. En el ámbito regional, los actores más hostiles en contra de Venezuela comienzan, para bien o para mal, a ser historia.

Desde ya, me atrevo a decir que ese giro positivo permite predecir un incremento del ingreso nacional, particularmente, por concepto del incremento del ingreso petrolero proveniente de las ventas internacionales del crudo y otros productos minerales nacionales; dada esta condición, es esperable una estabilización de las variables de la economía nacional, particularmente, variables como la inflación y el tipo de cambio externo de la moneda. El logro de los objetivos de estabilización económica en Venezuela depende -en gran medida- precisamente del acceso a estos recursos externos, ya que en ausencia de ellos, los venezolanos son víctimas de ataques cíclicos de especuladores contra el valor del bolívar, pues las restricciones que posee el Estado, para acceder a los ingresos externos de la economía venezolana, limitan su capacidad para detener o desalentar los brotes especulativos periódicos, asociados con la brecha existente entre las necesidades de los venezolanos, la concentración excesiva de ganancias e ingresos en pocos particulares y la limitada oferta disponible de divisas. Sin embargo, como dijimos más arriba, las circunstancias parecen dar hoy un vuelco más positivo a favor de los venezolanos, por lo que se justifica elaborar escenarios más optimistas sobre el futuro desempeño de la economía venezolana. Escenarios que, obviamente, quienes se orientan por las oportunidades de obtener rendimientos no querrían desaprovechar.

No obstante las razones que motivan nuestro optimismo, es necesario asegurar que este giro positivo de las circunstancias beneficie también a los sectores más vulnerables y de menores ingresos, a los trabajadores, ancianos, jubilados y pensionados, madres y niños en situación de pobreza; precisamente, quiénes han sido las principales víctimas sobre las cuales se ha cebado la estrategia de bloqueo internacional y ahogo a los venezolanos. Para ello, resulta imprescindible que se adopten medidas de políticas públicas que apunten a repartir más equitativamente los costos y beneficios de los esfuerzos realizados para recuperar la nación.

Las políticas a adoptar deben reunir el consenso democrático más amplio posible en la sociedad; de manera que, quién quede fuera, sea porque se autoexcluya, producto de la "cerrazón" de su pensamiento y sus preferencias contrarias a las instituciones y prácticas democráticas.

Las políticas requeridas para estabilizar económica, social y políticamente Venezuela incluyen, además del esfuerzo del diálogo democrático, la adopción de un paquete de medidas con sentido social, orientadas a recuperar la capacidad económica de la mayorías en Venezuela, a repartir equitativamente las cargas sociales y a compensar los graves daños ocasionados, en gran medida, por el bloqueo y las sanciones económicas contra Venezuela.

Este paquete de medidas económicas y sociales debe incluir de manera imprescindible la elevación en términos reales de los sueldos y salarios de los venezolanos; los argumentos a favor de esta medida, más que justificada, pasan a ser el gran deterioro del poder adquisitivo y la desigualdad social generados por la gran caída de esta variable en los últimos años. La permanencia de bajos salarios impide la recuperación de la economía venezolana, al mantener baja la demanda y reducir excesivamente el tamaño del mercado interno; por otra parte, en una situación de recesión global como la actual, las posibilidades de sustituir el mercado interno, por la demanda del mercado exterior lucen más limitadas; además de que, obviamente el mercado externo tampoco es accesible a todas las empresas o productores y una producción se orienta naturalmente a atender las necesidades de los venezolanos. Adicionalmente, la existencia de bajos salarios desmotiva la realización de nuevas inversiones por parte de las empresas, y estas inversiones son precisamente el factor clave para la recuperación de la economía venezolana y la actualización de sus capacidades, en miras de una elevación de su competitividad externa. Finalmente, y, cómo suele decirse, no menos importante; el mantenimiento de bajos salarios genera injustificables e insostenibles desigualdades sociales con gran potencial de desestabilización política, social y económica.

Los bajos salarios terminan financiando la conducta ineficiente y rentista de algunos "empresarios", favorece la instalación de monopolios o pocas empresas que controlan la escasa oferta de bienes, en un mercado que se ha achicado excesivamente; al tiempo que, los bajos salarios impiden la instalación de nuevas empresas para satisfacer tan baja demanda. Los bajos salarios se convierten así, en un obstáculo para la existencia de una mayor producción, de una economía más grande y más eficiente y, notablemente, para la existencia de una sociedad más justa.

No se puede justificar, por más tiempo, la existencia de un bajo precio para el salario, mientras los restantes precios de la economía suben "libremente", incluso, por encima de precios internacionales (¡!); aunque tan sólo sea por aquello de que, "la salsa que es buena para el pavo…" Las brechas sociales que se generan en estas condiciones, se convierten en un grave obstáculo para el crecimiento futuro. Que el trabajo requiere una remuneración justa y adecuada, es una verdad tan válida, como la de que los precios de los bienes deben establecerse a niveles que remuneren adecuadamente la inversión. No es posible construir un futuro viable y perdurable sobre realidades nacionales tan desiguales.

Una política nacional sensata, que se imponga a sí misma la superioridad ética o moral de los fines públicos o colectivos es ineludible. Y los empresarios en Venezuela serán, también, beneficiarios de la mayor estabilidad económica, social y política, especialmente, en un momento en que este atributo comienza a escasear en el mundo.

Hemos expuesto en varios artículos precedentes algunas medidas complementarias, que deben acompañar la política decidida de recuperar los salarios. En este artículo, nos conformaremos con referirlos, deseando sirvan para orientar las reflexiones de los venezolanos.



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Rodolfo Magallanes

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UCV

 magallanucv@gmail.com

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