Precios en carrera loca… ¿y el salario?

He titulado este escrito, recordando unas célebres comiquitas que exhibían por Tv cuando era un niño, en la que simpáticos caracteres conducían, a gran velocidad, autos maravillosos que tropezaban mutuamente y superaban todos los obstáculos, para alcanzar el triunfo en una "salvaje", pero divertida carrera, al final de la cual se ofrecía un premio al ganador. Pues, es lo que me evoca el actual comportamiento de los precios y el tipo de cambio en Venezuela. Las sanciones del gobierno "gringo" contra los venezolanos han ocasionado un grandísimo daño y continúan haciéndolo; me encuentro, incluso, entre quienes estiman que estos daños van a extenderse por generaciones, por lo que pienso, debemos actuar de manera responsable y hacer oír a la comunidad nacional e internacional, la condena unánime de los venezolanos a estas medidas ilegales y contrarias a los principios de soberanía e independencia de los pueblos. Pues, una medida ilegítima no es más que "un gigante con pies de barro", un "tigre de papel".

Las sanciones del gobierno gringo, que han sido alentadas por factores radicales de la "ultraderecha" cerril y antidemocrática, han costado a Venezuela no menos que, 150 mil millones de dólares por año (multiplique entonces al menos desde 2015), los trabajadores han agotado casi completamente su salario, prestaciones, pensiones o jubilaciones, ahorros y patrimonio. Los trabajadores, sin duda, el sector social más afectado, contra quiénes se dirigen mayormente estas medidas, son la principal víctima de estas sanciones. Estas sanciones han provocado un retroceso socioeconómico general de unos 70 años; ocasionando -al menos- la duplicación de las variables asociadas con la pobreza, desempleo, informalidad, enfermedades y males sociales relacionados.

El contexto social generado por las sanciones gringas es visto, no obstante, como una "oportunidad" por cierto "empresariado", que pretende repentinamente desatar todas sus ansias de ganancia súbita, a una velocidad violenta y con todo desparpajo… como los autos de las comiquitas de la infancia, tropezando con los intereses que se le interpongan, superando también cualquier límite en sus ambiciones previas y arrostrando cualesquiera derechos, obligaciones o responsabilidades sociales que les sugieran al paso.

Este remedo de "burguesía" pretende imponer -por ejemplo- la idea de libertad absoluta para fijar los precios, con la excepción visible de los precios del trabajo o salario, los cuales se mantienen congelados; reclama poder aspirar a la provisión estatal de divisas, en las cantidades que deseen y para los fines más ociosos o baladíes, evidente en la generación de un sociedad de grandes contrastes con enclaves de consumos suntuarios, especie de "bodegones" sociales exquisitos, aptos sólo para el consumo de unos pocos; pretende además, el derecho a exigir pago nacional en divisas, pero al mismo tiempo, sin que se les pueda exigir a ellos tal pago, por ejemplo, impuestos en divisas (el que cobra precios en divisas, debe en mi opinión pagar impuestos en divisas). De hecho, los niveles impositivos establecidos sobre los capitales en Venezuela son en efecto muy bajos, de los más bajos del mundo; también entre los países de Latinoamérica, región conocida por su extrema desigualdad social. Históricamente, la burguesía en Venezuela ha sabido esconder y posponer sus obligaciones fiscales, es decir, su deber de pagar impuestos, escudándose tras la existencia de una renta petrolera en manos del Estado; a pesar de que, hoy día, el acceso a esa renta se ve limitado por las medidas gringas.

La ausencia de renta petrolera es en gran parte compensada por el enorme esfuerzo que han hecho los trabajadores, forzados a ceder sus salarios y posponer los reclamos de incremento de los mismos; además, ha aumentado la porción de impuestos que éstos pagan directamente de su bolsillo, vía pago del IVA, incremento de precios y tarifas de los servicios públicos; y, debido al deslizamiento de los tramos impositivos, se ha convertido hoy a los trabajadores increíblemente en contribuyentes del ISLR. Sin que hablemos -por ahora- de otros mecanismos indirectos que se traducen en mayores contribuciones de los trabajadores al ajuste fiscal. Por ello, me encuentro entre quienes solicitan -entre otras medidas- una necesaria reforma fiscal y tributaria, que ponga al sistema venezolano a nivel de los más avanzados en la región.

Por último, he visto por ahí algún vocero de esa "burguesía", pretendiendo condicionar la recuperación parcial (sólo "un poco", adelanta en sus declaraciones ese mismo vocero) de los salarios, a la renuncia por parte de los trabajadores de sus derechos a la retroactividad en el cálculo de las prestaciones. Su razonamiento es que los "empresarios" no podrían financiar este incremento salarial, traducido en mayores prestaciones (qué raro que no se le ocurra a este "vocero" decir lo mismo de los significativos incrementos de precios en bienes y servicios, que sí pagan y padecen los trabajadores). Se nos ocurre dejar sentado acá, que esta retroactividad en el uso del último salario, para el cálculo de las prestaciones de los trabajadores, es absolutamente necesaria e imprescindible; precisamente, por el deterioro significativo que han sufrido los salarios de los trabajadores (de no mantenerse esta retroactividad, el trabajador sería víctima de una grave pérdida del poder adquisitivo de sus prestaciones y vería depreciar cualquier compensación que éstas pudieran significar como contrapartida luego de décadas de trabajo), además de que el derecho a la retroactividad en el cálculo de las prestaciones, constituye actualmente un elemento clave en la defensa de la estabilidad del empleo.

La injusticia de la situación de bajos salarios es patente, si la comparamos, por contraste, con los elevadísimos -también, en términos internacionales- precios de los bienes y servicios que se comercian en el país, lo que ha llevado paradojalmente -a pesar de la disminución real del valor del bolívar- a una inflación interna también en dólares, colocando la canasta alimentaria lejos de las posibilidades de los sueldos de muchos trabajadores.

Para concluir, terminaré con una referencia a Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, para quien el hombre malvado era aquél que actuaba exceptuándose así mismo de las reglas de conducta que regían para toda la sociedad; es decir, actúan mal, todos aquellos quienes pretenden obrar exceptuándose del cumplimiento de unas reglas vigentes para toda la sociedad. De lo cual surge la recomendación, actúa bien, por el contrario, el individuo que se comporta como si su regla máxima de conducta debiera ser la norma válida para todos. Responda usted, por favor, entonces, ¿quiénes pretenden erigir sus comportamientos como excepciones? ¿Es esto legítimo o, en cambio, una forma irracional o alocada de obrar?



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Rodolfo Magallanes

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UCV

 magallanucv@gmail.com

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