La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) en su Art. 102 establece que: “La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades y como instrumento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad….”, seguidamente el Art. 103 reza textualmente “Toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones. La educación es obligatoria en todos sus niveles desde el maternal hasta el nivel medio diversificado. La impartida por las instituciones del Estado es gratuita hasta el pregrado universitario. A tal fin, el Estado realizará una inversión prioritaria de conformidad con las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas. El Estado creará y sostendrá instituciones y servicios suficientemente dotados para asegurar el acceso, permanencia y culminación en el sistema educativo…..”; éste articulado entre muchos otros, incluyendo el Art. 109 en el cual “el Estado reconoce la autonomía universitaria como principio y jerarquía que permite a las profesoras, profesores, estudiantes, egresados, egresadas de su comunidad dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica, para beneficio material y espiritual de la Nación……. .Se consagra la autonomía universitaria para planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y extensión…..”
Reflexionando sobre el compromiso de Estado plasmado en la Constitución Bolivariana de Venezuela en el Art. 103 donde se plantea la gratuidad de la educación desde el maternal hasta el pregrado universitario y la política de Estado de inclusión universitaria expresada en la creación de la Misión Sucre, del Programa Alma Mater, del Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho y el Plan de Becas impulsado por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) son muestras fehacientes de la voluntad política del gobierno bolivariano, de enfrentar por la calle del medio, una de las más evidentes injusticias sociales que convirtió a las universidades venezolanas en un espacio para un sector de la población cargado de privilegios.
A continuación presentamos algunos indicadores de esta voluntad política del gobierno venezolano:
- Índice de Desarrollo Humano: este es un indicador medido a nivel mundial por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. En 1998, según cifras de Naciones Unidas y del Instituto Nacional de Estadística, este índice era de 0,6917. Es pertinente acotar que este es un indicador que se mueve entre 0 y 1 (0, mínimo desarrollo y 1, máximo desarrollo). Venezuela ha logrado escalar a la cifra de 0,878, llegando al rango más alto ubicado entre 0,8 y 1. Este incremento al expresarlo como porcentaje se traduce en un crecimiento de este índice del 33%. Este indicador es producto de una serie de mediciones entre ellos la tasa de alfabetización, la tasa de escolaridad, indicadores de salud y esperanza de vida al nacer.
- Inversión en Educación: en 1998 la inversión en educación estaba cerca de 3,38% del PIB. En 2007 se ubicó en 5,43%, aclarando que este porcentaje no incorpora las misiones, la inversión de las gobernaciones ni de las alcaldías en el área educativa, con lo cual la inversión superaría el 7% del PIB, la más alta del continente.
- Matrícula preescolar: esta tasa se ubicó en 1998 en un 44,7%; lo cual quiere decir que de cada 100 niños en edad preescolar, 45 estaban inscritos formalmente en algún preescolar en el país; esta cifra se ha incrementado a un 70 %, lo que nos indica un crecimiento sustancial como producto de una política global de atención e inclusión al sistema educativo en construcción; las tendencias de este indicador orientan al crecimiento sostenido.
- Matrícula de escolaridad en educación básica: este indicador logró incrementarse de 89,7% en 1999 a 99,5%, con tendencias a un crecimiento sostenido rumbo al 100% de matrícula estudiantil.
-La matrícula bruta de escolaridad en educación media pasó de 27,3% en 1998 al 41% en el 2006. Esto evidencia que la juventud venezolana se estaba quedando sin liceos, sin escuelas técnicas; ahora en franca recuperación se han creado los liceos Bolivarianos, las escuelas técnicas Robinsonianas, todo lo cual augura un franco crecimiento de este indicador. En este mismo orden de ideas, se evidencia un crecimiento vertiginoso en la matrícula estudiantil universitaria; para nadie es un secreto que el número de estudiantes en todas las universidades del país, en tiempos del punto-fijismo nunca remontó la cifra de 500.000 estudiantes, con fuertes tendencias a la disminución, en medio de una política orientada a la privatización de la educación Universitaria, como parte del cumplimiento del recetario Fondo Monetarista, respondiendo a los intereses del neoliberalismo. Hoy día como respuesta a una política de Estado donde la inclusión Universitaria lleva la voz cantante, tenemos desarrollando programas de formación universitaria más de dos millones de estudiantes, siendo así Venezuela, el país desde México hasta la Patagonia con mayor proporción de estudiantes Universitarios, con tendencias evidentes de incrementarse estas cifras. ¡El que tenga oídos que oiga y el que tenga ojos que vea!.
En este cambio de época que vivimos los espacios para las reformas quedan muy reducidos y son en la práctica inexistente; el reto que nos ocupa tiene que ser la transformación profunda de las estructuras operativas y funcionales que orientan y definen los rumbos de la sociedad que deseamos construir. No se pueden construir nuevas sociedades tomando como base estructural la que nos antecede, se entiende la necesidad de un período de transición, se entiende la necesidad de períodos de ajustes operativos para dar el salto cualitativo, pero es indispensable, perentorio la voluntad política de apurar el paso para lograr la verdadera transformación de las instituciones, con especial referencia a la vieja y vetusta universidad, que alimenta y da vida a la sociedad que impera que sigue siendo la sociedad BURGUESA, la sociedad fundamentada en el capital; “O inventamos o erramos”.
Existe una tendencia cultural, con ingredientes tanto espirituales como formales hacia la melancolía, al igual que el pasadismo, estos dos sentimientos y/o comportamientos no subsisten arbitraria o casualmente. Coinciden porque son consustanciales, consanguíneos. Son dos aspectos congruentes de un solo hecho fenoménico, son dos expresiones mancomunadas de un mismo estado de ánimo. Una persona mustia, aburrida, hipocondríaca, frustrada tiende a renegar del presente, a desesperar del porvenir e inclusive a volverse al pasado.
No se puede afirmar hechos e ideas nuevas si no se rompe definitivamente con los hechos e ideas viejas. Mientras algún cordón umbilical nos una a la forma de hacer las cosas de las generaciones que nos han precedido, nuestra generación seguirá alimentándose de prejuicios y supersticiones. Lo que nuestro país tiene de vital son sus mujeres y hombres jóvenes; no sus mestizas antiguallas. El pasado y sus pobres residuos, son en nuestro caso, un patrimonio demasiado exiguo. El pasado, sobre todo, dispersa, aísla, separa, diferencia demasiados elementos de nacionalidad, tan mal combinados, tan mal concertados todavía. El pasado nos enemista. Al porvenir le corresponde darnos todavía más fe, esperanza, unidad, cohesión, interrelación para avanzar en el constructo socialista del presente siglo.
Ortega y Gasset habla del alma desencantada, RomainRolland habla del alma encantada, ambas almas coexisten. El alma desencantada de Ortega y Gasset es el alma decadente y deteriorada de la civilización burguesa. El alma encantada de RomainRolland es el alma de los forjadores de la nueva civilización, de la nueva sociedad. Ortega y Gasset ve el ocaso; RomainRolland ve el orto, ve el alba. Lo que diferencia a la burguesía y al proletariado en este vertiginoso cambio de época es el mito. La burguesía no tiene mito alguno, se ha vuelto incrédula, escéptica, nihilista. El mito neoliberal ha envejecido demasiado; mientras que el proletariado tiene un mito rejuvenecido, esperanzador: La revolución Bolivariana. Hacia ese mito se mueve con una fe profunda, vehemente y activa. La burguesía niega, el pueblo afirma. La inteligencia burguesa, que posee sus habitáculos en la universidad tradicional, se entretiene en una crítica racionalista del método, de la teoría, de la técnica de los revolucionarios, dando muestras de incomprensión, de obnubilación, desconocimiento, como acto de negación a la transformación. La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia metódica, se encuentra en su fe, en su pasión, en su voluntad, en su mística. “La emoción revolucionaria, es una emoción religiosa; donde los motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra, no son divinos, son humanos, son sociales”, parafraseando a José Carlos Mariátegui.
Jorge Sorel, uno de los máximos representantes del pensamiento francés del siglo XX, refería en sus reflexiones sobre la violencia: “Se ha encontrado una analogía entre la religión y el socialismo revolucionario, que se propone la preparación y aún la reconstrucción del individuo para una obra gigantesca; pero no solo la religión puede ocupar la región del Yo profundo; los mitos revolucionarios pueden también ocuparla con el mismo título.” “A cada experiencia frustrada recomienzan. No han encontrado la solución: la encontraran. Jamás los asalta la idea de que la solución no exista. He ahí su fuerza”; esa misma fuerza, que refiere Sorel, es la fuerza del amor de Bolívar, del Ché, de Fidel, del Comandante Chávez, de la gran mayoría del Pueblo venezolano y del pueblo Cubano.
“NO PODEMOS OPTAR ENTRE VENCER Y MORIR, NECESARIO ES VENCER”.
“RUMBO AL CONSTRUCTO DEL MODELO EDUCATIVO DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA.”
Yancarlos Yepez *
Ex Rector de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda