La carrera dramática entre la educación y la catástrofe

La esencia de la libertad académica es que los profesores deben ser elegidos por su conocimiento del tema que van enseñar, y que los jueces de este conocimiento deberían ser otros especialistas. Si un hombre es un buen matemático, un buen físico o un buen químico, sólo pueden jugarlo otros matemáticos, físicos o químicos. Sin embargo, por éstos puede ser juzgado con un buen grado de unanimidad.

Los profesores de universidad deben ser hombres con conocimiento y experiencia especiales que les permitan enfocar las controversias de un modo que arroje luz sobre ellas. La libertad académica está amenazada por dos lados: la plutocracia y las iglesias, que luchan entre sí por establecer una censura económica y teológica. Ambas se ponen de acuerdo para lanzar la acusación de comunista a cualquier persona cuyas opiniones les desagradan.

La técnica de tratar con hombres cuyas opiniones no son del agrado de ciertos grupos de individuos poderosos ha sido perfeccionada y constituye un gran peligro para el progreso ordenado. Si el hombre de que se trata es joven aún y relativamente oscuro, sus superiores pueden ser inducidos para que le acusen de incompetencia profesional, y quizás se acabe con él silenciosamente. Cuando se trata de hombres más viejos demasiado bien conocidos para que estos métodos tengan éxito, se despierta la hostilidad del pueblo mediante la tergiversación.

A un ingeniero, a un médico, se le exigen muchos más conocimientos que a un maestro de escuela, cuando la tarea de educar niños exige tanta ciencia por lo menos como la de construir un ferrocarril o curar a un enfermo, pero también es verdad que el Estado y la sociedad pagan mejor al ingeniero o al médico, que daño les hace el maestro si es malo y beneficio podría hacerles si fuera bueno.

Hoy, tales cuales son, creo que sus servicios valen mucho más de lo se les paga, pero lo que se debe hacer es que valgan aún más, y cuando por el perfeccionamiento de la educación pública vieran los padres palpablemente el inmenso progreso espiritual de sus hijos y la sociedad toda el beneficio que sobre ella se derrama, la conciencia pública pediría, y no con tópicos ni vulgaridades, la exaltación del decoro del magisterio de primera enseñanza.

La pedagogía es una ciencia dificilísima, honda, complicada, que exige vastísimos conocimientos técnicos. Su conocimiento teórico y la aptitud práctica para ejercerla con provecho no son menos difíciles que los conocimientos teóricos y la aptitud práctica necesarios para operar en un hospital o construir un puerto. La mente humana es objeto de tan vasto estudio como el organismo corpóreo o el telúrico.

Creer que para la educación basta carácter y eso que se llama experiencia es lo mismo que dar fe a esa semisuperchería que llaman ojo clínico, ojo que lo mismo mata que sana. Sin ciencia no hay experiencia posible. Claro está que ciencia intima, sorbida, dirigida, asimilada, hecha propia carne de la mente, fe curada por la experiencia, no fórmula vana.

¿Por qué no se había de estudiar el medio de pensionar a jóvenes que se dediquen al magisterio, elegidos por uno u otro medio, jóvenes despiertos y animosos, para que fueran a estudiar el florecimiento de la educación primaria allá donde ésta florece?

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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