Con mucho desagrado pude leer un escrito elaborado por Teodulfo Russian, titulado soezmente "Una universidad de mierda", y que concluye diciendo "Tan lamentable y bochornoso hecho le hace el título a este relato y pone en tela de juicio la honorabilidad y el prestigio de la Universidad de Oriente (UDO) y a sus Autoridades". El mencionado autor hace referencia a un hecho que desconozco en detalle, pero que, de ser cierto tal y como lo plantea, merece mi total repudio al igual que el de, estoy seguro, toda la comunidad universitaria con la cual he convivido desde hace más de 30 años. No obstante, a pesar de que el hecho en sí pudiera ser deleznable, de ser cierto, así como otros que han ocurrido y que ocurren en el ámbito universitario, realizar un reduccionismo de tal naturaleza, donde se hace un salto inductivo de tal magnitud, resulta por demás inapropiado e inaceptable. La Universidad no puede ser juzgada por un hecho particular, o por el desempeño de unos de sus miembros.
El error de fondo del mencionado autor tiene que ver, a mi juicio, con dos concepciones equivocadas. En primer lugar, se equivoca el señor Russian al pretender que la universidad son algunas de sus autoridades, y ni siquiera todas ellas. La Universidad reúne un conjunto de personas diversas, entre las que se encuentran obreros, empleados, estudiantes y profesores, e incluso sus egresados, los cuales se ven salpicados por ese calificativo tan burdo que él emplea. La Universidad es el constructo de un montón de saberes que coexisten y conviven con el más alto interés de la Academia, del sembrar conocimientos para multiplicarlos en el tiempo y en el espacio, trascenderlos de lo individual a lo colectivo, así como resolver males que aquejan a la sociedad mediante la aplicación de la información que se ha obtenido. Y en ese intercambio de ideas e información, conviven personas con mística, con dedicación, con esfuerzo y valores humanos de los más altos. Veo entonces salpicados a la obrera que a pesar de estar enferma de la columna sube cinco pisos de escaleras todos los días para contribuir a la ciencia, veo salpicada a la secretaria que con su hijo enfermo asiste a sus labores para sacar un trabajo importante y que el Departamento cumpla sus metas; veo salpicado al profesor que aunque su sueldo no le alcanza para llevar la comida a sus hijos, se mantiene firme impartiendo sus clases para tratar de darle un mejor futuro a los hijos de otros; veo salpicado al investigador que no puede salir en una embarcación a continuar su proyecto porque no hay aceite para motores fuera de borda, y a pesar de eso se las ingenia en otras zonas, yendo a pie por la costa, pero para no detener la ciencia.
Por otro lado, el segundo error, también conceptual, tiene lugar cuando Russian pretende trasladar un hecho particular a todo un conjunto, diciendo "pone en tela de juicio la honorabilidad y el prestigio de la Universidad de Oriente". Si ese fuese el criterio, no existiría institución alguna, ni sociedad alguna, que pudiese salvarse de su vulgar salpicadura. Casos aislados de corrupción por supuesto que pueden ocurrir como suceden en otras universidades y en otras instituciones, incluyendo la Iglesia, por nombrar alguna con cierto referente moral (independientemente de las consideraciones que sobre ella se puedan tener). Ninguna institución y ningún país escapa a este flagelo intrínseco al egoísmo humano, contra el que debemos luchar todos los días y que debemos evidentemente condenar en todas sus expresiones.
En ciencia se puede razonar de manera inductiva o deductiva, e incluso ambas. Cuando se hace razonamiento inductivo, se parte de muchas, pero muchas observaciones específicas, para luego llegar a una conclusión general en función de ellas. Por ejemplo, si se observa que turpiales, arrendajos, zamuros, gallinas, pavos reales, gaviotas, palomas, etcétera (aquí irían muchas especies más), tienen pico y plumas, entonces, se podría dar el salto inductivo y decir que todas las aves tienen pico y plumas, a pesar de que siempre queda la reserva de que no se han visto todas en el sentido estricto. Y por esto es que las ciencias factuales verifican hipótesis y no demuestran de manera definitiva. Pero usted, señor Russian, usted hace el salto inductivo a partir de un hecho aislado, donde se involucran unas pocas personas, para pretender enlodar a toda una institución y por ende a su gente. Craso error, que deja ver en el fondo deficiencias conceptuales importantes.
Por otro lado, por supuesto que estoy indignado frente a la posibilidad de que un hecho de tal naturaleza haya ocurrido en la Casa Más Alta, y aprovecho este medio público para exigirle a las autoridades la apertura inmediata de una profunda investigación y que sea llevada hasta las últimas consecuencias. Esto debe quedar claro. Lo que no puedo permitir, es que una persona irresponsablemente y de la forma más simplista posible, pretenda manchar el prestigio de una universidad que constituye una referencia académica en el oriente, en todo el país y en el mundo. La gran mayoría de nuestros graduados son reconocidos internacionalmente cuando salen a cursos de maestría o doctorado, o cuando incursionan en el campo laboral, no sólo por su excelente nivel de conocimientos, sino por su solidaridad, su capacidad de trabajo, su facilidad para innovar, su abierta disposición para el quehacer en equipo y, en general, por sus sobresalientes competencias tanto humanas como en saberes. Y esa gran capacidad que se traduce en un altísimo rendimiento y, por lo tanto, en un reconocimiento generalizado, pretende usted ponerla en entredicho por un acontecimiento particular.
Así que, por favor, señor Russian, tenga cuidado a quien salpica porque usted mismo queda enlodado.
Orgulloso de haber sido formado y de pertenecer a mi amada Universidad de Oriente.