Los objetivos de la Patria contra la barbarie capitalista en Guayana

El capital es trabajo muerto que solo se reanima, a la manera de un vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa.

Karl Marx

Estamos viviendo tiempos de transformaciones profundas, de revolución, en Venezuela y a nivel mundial, aunque a veces no se perciban ni con la fuerza ni con la velocidad que aspiramos. Somos apenas los más recientes rebeldes de esta larga historia de lucha de clases que comenzó hace muchos siglos, pero que hemos tenido la audacia de plantearnos la abolición de la sociedad de clases, y con ello la eliminación de todo tipo de desigualdad, injusticia, opresión y explotación. Formamos parte del ejército contra la sumisión, la discriminación y la subordinación que impide avanzar contra los que nos destruyen. Actuamos contra los que históricamente nos han pretendido callar e ignorar con violencia, con terror y, sobre todo, sembrando la desesperanza. Estamos convencidos de que no nos queda otra alternativa, porque ya la sociedad capitalista, con su voracidad consumista, amenazó de muerte a toda vida en el planeta.

En este artículo pretendemos, en una primera parte, aproximamos al conocimiento de la cruda realidad de Guayana, como expresión de una barbarie capitalista de varias décadas. A partir de esta visión pretendemos contribuir a la reconstrucción de la memoria de las dañinas políticas neoliberales que marcaron la historia y permiten comprender la actual situación política, económica y social, tanto nacional como internacional. En una segunda parte, continuamos con el conocimiento de la realidad de Guayana, desde una perspectiva de las relaciones sociales de producción capitalistas, impuestas de manera brutal y que explican la lucha de clases, con sus triunfos y derrotas, pero sobre todo, la manera cómo se impuso una organización del trabajo para su desvalorización humana. En ambas partes finalizamos con unas propuestas integrales, que están orientadas dentro de los Objetivos de la Patria, planteados por el Presidente Chávez para el Plan Nacional Socialista 2013-2019, y que permiten avanzar en la construcción del socialismo, no solo en las empresas básicas, sino a nivel nacional e internacionali.

Guayana: Barbarie capitalista

La región Guayana, al sur de Venezuela, concentra la mayor cantidad de empresas básicas, por la existencia de minerales y otras condiciones que facilitan su extracción y posterior exportación. Durante las últimas cinco décadas se formó en Guayana una industria poderosa de hierro-acero y aluminio, codiciada por los países industrializados por las múltiples ventajas. Conocer la realidad de los procesos productivos que terminaron convirtiendo a Venezuela en un país exportador de materia prima, al servicio de los países industrializados, pasa por reflexionar, de manera crítica, la historia de las empresas básicas venezolanas. Es necesario descubrir y desenmascarar los lazos que las unen al capital internacional, así como detectar los agentes internos y externos que dificultan o impiden el cambio.

El modelo capitalista les ha impuesto una relación atada a los capitales multinacionales, en tecnología, comercialización y compra de insumos, que relativiza la soberanía y niega el desarrollo endógeno. Eso explica como se ha visto particularmente afectada por los cambios en la política nacional e internacional. En ella se ha vivido los procesos y las consecuencias de las nacionalizaciones a conveniencia del capital multinacional y posteriores privatizaciones siempre con el interés del capital, llevadas a cabo por los mercenarios de la economía. Así mismo, se dio la llamada reconversión industrial, y una de los más severos procesos de desregulación laboral en Venezuela. Esto ha colocado a la clase obrera en una dura lucha por las condiciones y medio ambiente de trabajo. Por eso, en cuanto la crisis del capitalismo comenzó a golpear fuertemente a la producción, la burguesía arremetió con más fuerza y violencia y las luchas perdieron la fuerza original. A pesar de que la mayoría de las empresas han permanecido en manos del Estado, el análisis histórico evidencia que los ?holding? conformados por empresas de propiedad del Estado, no funcionan como unidades económicas independientes, ya que la figura de propietario nominal no le garantiza el control interno de la producción.

Cadenas de valor a favor del capital

A los efectos de profundizar en el conocimiento de esta realidad se deben analizar por separado, aunque de manera articulada sociohistóricamente, ambas cadenas de producción (Hierro-acero y Aluminio) fundamentales para entender esta situación. Desde la extracción en la mina, bauxita o hierro, de refinación, reducción y transformación tanto del aluminio como del acero. La dependencia que tiene cada proceso, en particular, con el mercado de insumos y productos, es tal que encontramos que la comercialización no establece preferencia para las empresas del Estado. Por el contrario, la relación que prevalece es la garantía y solvencia de pago, algunas veces incluso en dólares. La comercialización de los productos de nuestras empresas básicas está en manos de grandes monopolios mundiales, asociados directamente a las multinacionales consumidoras.

En ambos casos, del aluminio y del hierro-acero, cada tonelada de mineral que se vende por debajo de su precio, lleva reflejado los costos de producción de procesos anteriores, o sea el precio de los insumos, subproductos y servicios a la producción, independientemente de la apropiación de plusvalía que la burguesía hace en cada uno de ellos por separado. De allí, el descaro de las multinacionales para aprovecharse de las ventajas de ser un país con inmensas reservas de recursos naturales y facilidad para la exportación. Como la transformación es la fase de la producción que más ganancias tiene, se explica el empeño en destruir la diversidad productiva existente inicialmente por parte de las multinacionales y trasladarla a los países industrializados.

Con el ánimo de no repetir este modelo, se hace necesario un análisis histórico para comprender cómo se realizó la entrega de la industria básica al capital multinacional, bajo la apariencia de una planificación del desarrollo. En este esquema, el interés por la producción aguas abajo estaba condenada a fracasar y, con ello, trasladar los riesgos y las pérdidas al sector nacional, de acuerdo a los vaivenes del precio del metal a nivel internacional. El interés de las multinacionales era garantizar el suministro del aluminio primario o de acero líquido y dejarle al Estado venezolano la extracción y procesamiento inicial de la bauxita y del hierro. No necesariamente privatizando, de manera inmediata, las empresas básicas, sino dominando su producción y mercado. De allí el origen de las llamadas mafias del aluminio y de las cabillas.

La ley de privatizaciones de las empresas básicas (Caldera-1997) llevaba en su intencionalidad entregar toda la materia prima, sin mayor valor agregado, a las multinacionales, como sucedió con Sidor y el intento frustrado en el aluminio. La destrucción de las empresas estaba sembrada en el modelo productivo dominante, su recuperación no era tarea fácil, pero en términos capitalistas es prácticamente imposible. Desde su propia creación la preponderancia del comercio sobre la producción ha marcado la historia de las empresas básicas. Por eso rechazamos las soluciones funcionales a un problema estructural, amarrado a una cultura organizacional muy enraizada. Parte de este absurdo se explica en que los precios de las materias primas, los productos elaborados o semielaborados en el mercado internacional, son impuestos por las mismas multinacionales, presentes en todos los procesos medulares de las cadenas productivas de nuestras empresas básicas de Guayana.

La subversión contra el capital

Cuando se fracciona el proceso y aparecen distintas unidades económicas en las diferentes fases, los capitalistas tienden a controlar los procesos donde puedan obtener mayores ganancias (al final de la cadena) pero deben garantizar, como sea, que les llegue el producto anterior o la materia prima. Sin poner en duda la importancia de la unidad entre las distintas unidades productivas, del hierro-acero y del aluminio, se plantea la reflexión sí para la construcción del socialismo se requiere una gran empresa o corporación socialista, que concentre diversos procesos en una sola unidad económica o de lo que se trata es de lograr cambiar las relaciones sociales a lo interno, entre ellas y con otras empresas que hacen posible su producción y distribución, aunque permanezcan con unidades productivas diferentes.

La historia del desarrollo de Guayana, en los últimos 50 años, evidencia el aprendizaje que han tenido las multinacionales, frente a sus crisis mundiales, para tratar de hacer cada vez más dependiente la producción de materia prima en el País, de los grandes grupos económicos que representan. Los cuales han contado además con la anuencia del Estado burgués para favorecer sus ganancias de manera impresionante. Desmontar esta situación no es fácil, sobre todo para el que no se plantea un cambio socialista.

Para el impulso de los objetivos de la Patria, el Estado debe asumir como política el tratamiento integral de todas las empresas como unidades socioproductivas, que rompa las relaciones sociales de producción, con suma prioridad, para fortalecer el avance del control de la producción por parte de los trabajadores y trabajadoras que exige la revolución. Consideramos que para iniciar la transición al socialismo en las empresas básicas se deben manejar al menos tres estrategias concretas para diseñar y desarrollar, de manera simultánea:

  1. Un plan integral de redimensión industrial, enmarcado en una política nacional, para rescatar la soberanía y la transformación socialista.

  2. Medidas y acciones de distribución y comercialización para garanticen el consumo para la satisfacciones de necesidades sociales.

  3. El impulso de la democracia interna y la humanización de las condiciones de trabajo.

Estas estrategias representan un plan integral orientado a la ruptura creciente de las relaciones capitalistas de producción, en la construcción del socialismo. Relación fundamental para la regulación y control de la producción, la distribución e intercambio para el consumo, por parte de los productores directos y asociados en la creación de un ser humano emancipado y libre, capaz de trascender y decidir, de forma comunitaria, sobre su destino.

Valoración del trabajo desde Guayana

El análisis socio-histórico de Guayana, con toda la complejidad de la conformación de las empresas básicas permite comprender las transformaciones organizativas y estructurales que requieren las mismas. De allí la necesidad de reflexionar sobre la división social del trabajo y su expresión en la industria del hierro-acero y del aluminio y la manera cómo el capitalismo crea la idea de que la riqueza de las naciones y su desarrollo, se mide por los ingresos de la exportación de mercancías, no por la calidad de vida de sus habitantes.

Nuestra historia no comenzó con esa condición impuesta por el capitalismo. Por un lado, se observa el sufrimiento del pueblo producto de los saqueos y violaciones a los derechos humanos durante siglos, pero por otro, se aprecia el valor y la riqueza cultural existente, capaz de revertir la historia. Esta historia de Guayana evidencia una relación prácticamente colonial impuesta en nuestro país, donde los grupos económicos mantienen, con cada vez más fuerza, el control de la producción, en una situación de constante pérdida de soberanía. Es así como asumimos, como premisa para comprender la división del trabajo social, la necesidad de reflexionar profundamente sobre la naturaleza del trabajo capitalista y su desdoblamiento en la producción.

En este mismo análisis histórico podemos apreciar, de manera especial, cómo Venezuela se ubica en la división internacional del trabajo, con una tendencia a la exclusividad en la extracción de minerales y con un procesamiento industrial primario altamente contaminante, para luego exportarlos, sin mayor valor agregado, hacia los países industrializados. Y cómo esta situación termina hundiéndonos en una economía nacional, cada vez menos productiva, a pesar de los formidables ingresos petroleros. Los grandes grupos económicos, por vía del dominio del mercado, terminan quitándonos todo lo que nos tienen que pagar por petróleo.

Organización del trabajo y control de la producción

Resulta imposible aceptar que producir aluminio y acero, en una región rica en minerales y otros recursos naturales, no represente una ventaja obvia para el País. La clave es responder a la pregunta de ¿Quién decide cómo y para quién se produce? Lo importante es comprender que cada empresa debe ser entendida en su entorno social y en su misión histórica: que implica saber qué y para quién se produce y bajo qué condiciones de trabajo se realiza la producción. De esa manera, se podrá iniciar un proceso de planificación social donde cada unidad económica, en sus distintas asociaciones productivas, comience a golpear a las llamadas leyes del mercado, que hoy dominan ampliamente.

La organización del trabajo es el reflejo del ser humano consigo mismo, en sociedad y la capacidad de dominar a la naturaleza, con el propósito de procurarse sus propias condiciones materiales de existencia. Por tanto, la organización del trabajo, una vez que trasciende a lo comunitario, comienza a perder su esencia de relaciones también comunitarias. Es así como la propiedad privada se convierte en un problema político. Para abolirla se requiere la apropiación, por parte de los trabajadores y trabajadoras, no solo de la totalidad de los medios de producción, sino además de los medios de poder. Para que esto sea posible se debe eliminar la división social del trabajo que impone el capitalismo al interior de las empresas, de las regiones y a escala mundial.

De igual forma, se debe analizar la división técnica en las empresas básicas, como parte de la división jerárquica-social, y el gran eje articulador de la estructura en clases sociales. Al desmembrar partes vitales que son inherentes al proceso de producción, se observa que otros son los que diseñan, investigan, promueven y venden los productos, a pesar de que las empresas estén o no en propiedad el Estado. El planteamiento de fondo conduce a señalar la necesidad de la unidad y la solidaridad de la clase, para lo cual se plantea la eliminación de las diferencias internas entre trabajadores (as) que realizan un mismo trabajo, reducir la brecha salarial y eliminar la estructura jerárquica capitalista que desprecia la experiencia y conocimiento del trabajador (a) en su labor específica.

Uno de los aportes que hemos pretendido ofrecer es la reflexión política sobre las ventajas con que cuentan los capitalistas, cuando se produce la estatización de una empresa de su propiedad, dentro del marco de la legalidad burguesa dominante. Lo que buscan es invisibilizar todos los efectos negativos históricos que, en su afán depredador, destruye el capital. De allí que se plantee que en una sociedad de clases, donde domina el capital, las nacionalizaciones nunca serán justas, porque nadie paga por las víctimas ni por el sufrimiento de la clase trabajadora explotada, de un pueblo empobrecido, ni por la naturaleza devastada e irrecuperable.

Construcción socialista de las empresas del Estado

El plan productivo industrial, que señalamos anteriormente, plantea alternativas de cómo controlar y disminuir los precios de los insumos básicos, el transporte de las cargas y demás servicios a la producción, a fin de reducir los costos de la misma, con criterios distintos a como plantearía el capitalismo. Así como promover la producción nacional de bienes básicos, cuya materia prima fundamental sea la proveniente de las empresas básicas, y que puedan incidir, directamente, en la satisfacción de necesidades sociales (educación, salud, alimentación, agua, energía, cultura, entre otros). Ambas medidas van a permitir el desarrollo soberano, con agregación de valor y sustitución de importaciones, en áreas productivas clave para la revolución socialista.

Esta propuesta debe venir acompañada del desarrollo productivo asociado entre las empresas básicas. Este cambio estratégico productivo requiere de una inversión que permita la independencia tecnológica y facilite una economía diversificada al interior de las propias empresas básicas y en su entorno. Para definir las medidas y acciones para el intercambio y comercialización de todos los productos, subproductos e insumos, debe cambiar progresivamente la composición orgánica del capital, con bases programáticas distintas a la productividad capitalista.

Como socialistas, estamos convencidos que a la clase trabajadora nadie puede sustituirla en su potencialidad histórica de liberarse a sí misma, al lado de los demás sectores oprimidos. Por eso planteamos que la democratización y la construcción de la autonomía de la clase trabajadora, no es algo que se puede dejar para después. Las formas concretas de democracia directa que se deben ir conquistando, están asociadas a las formas, también concretas, de cómo ir adquiriendo poder real para gestionar la producción y la sociedad toda.

Para que los procesos de nacionalización de las industrias básicas puedan enrumbarse hacia el socialismo se propone, en principio las siguientes acciones integrales:

  1. La creación y fortalecimiento de los consejos de trabajadoras y trabajadores con autonomía creciente, la creación e implantación de líneas y criterios de organización y humanización del trabajo y el impulso de programas y espacios de formación, investigación y comunicación.

  2. El rompimiento definitivo con la propiedad privada de todos los medios de producción, y la división internacional del trabajo que domina en nuestro País. Esta incluye la eliminación progresiva de la dependencia tecnológica y la implementación de medidas de mitigación de la contaminación ambiental.

  3. La conformación de redes de cadenas de valor a partir de la integración y articulación de procesos y subprocesos productivos, la promoción de la creación de empresas a nivel regional y nacional, que permitan la agregación de valor de la materia prima y subproductos provenientes de las empresas básicas, así como el suministro de insumos y servicios a la producción.

  4. La implementación de medidas para la disminución de los costos de producción y la transformación del sistema jurídico legal que facilite y posibilite el cambio a favor de la clase trabajadora y el resto de los sectores oprimidos.

En tal sentido, deben construirse las condiciones y la fuerza material y espiritual para que se facilite, en la práctica, la orientación del destino de la producción y del excedente, con autonomía creciente de las trabajadoras y trabajadores organizados. Todo esto impedirá seguir ocasionando perjuicio a la naturaleza, y con ello obtener el mayor beneficio social; la mayor suma de felicidad posible para los propios productores directos asociados y de la sociedad en su conjunto.

Ciudad Guayana, noviembre 2012

Autora: Elizabeth Alves. Correo electrónico: elizabeth.alves88@gmail.com

i Este artículo está basado en los capítulos II y III del Libro Planificación emancipadora. Subversión contra el Capital (2012), en Imprenta.



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Elizabeth Alves


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