Mi mente se nubló en estos días de conspiraciones, hasta llegué a sentir alguna culpa por desnudar en algunos artículos la complicada situación de la agricultura y del sistema agroalimentario venezolano. La oposición golpista se agarró de todo lo que se publicó para justificar el golpe que algunos han llamado suave, pero cuyas consecuencias han sido graves e incluso han podido ser catastróficas. La inteligencia privó por sobre toda arrogancia y violación a la Constitución y a las leyes, y finalmente la palabra paz se impone como forma de convivencia. Sin embargo, el problema del desabastecimiento que se discute en las conferencias sectoriales, sigue siendo un tema arduo a resolver, incluso la misma guarimba pudo haberlo agravado en algunos territorios específicos.
El discurso de la soberanía alimentaria, la máxima aspiración teórica de la revolución, sigue vigente pero ahora debe dejar de ser cantos de alabanza, en algunos casos emitidos desde las gargantas falsas de algunos burócratas, que no aterrizan, que andan volando alto entre nubes de fantasías, y desconectados de la realidad. Llamar a pisar tierra sobre este discurso lo escuche por vez primera del actual Diputado a la Asamblea Nacional, Alfredo Ureña. Eran los años inmediatos al golpe de Estado, nada blando, que recibió en Comandante Eterno. Dijo Ureña en esa oportunidad, mientras debatíamos la naturaleza del plan nacional de semillas, que la seguridad alimentaria se podía pagar con la chequera petrolera, pero la soberanía era un proceso de una connotación política muy especial, que podría no tenerse aún en las mejores condiciones de seguridad alimentaria. Para ese tiempo, las palabras alertaban sobre la necesidad de transformar el sistema agroalimentario nacional con sentido holístico e irreversible.
Lo que hemos visto después ha sido algo de esas premoniciones, la chequera petrolera no puede mantener la seguridad alimentaria del país, porque otros factores no lo permiten. Los alimentos son más que un ingrediente de la mesa, llevan un componente intangible de la política. Los sectores de la oposición abiertamente anunciaron en la prensa nacional que por allí se le iba a enredar la madeja al gobierno, de Chávez y por extensión ahora vemos que llegó a perturbar tempranamente al gobierno del presidente Maduro. Desde aquellas amenazas han pasado unos cuatro años, en los que poco a poco se sembró mediáticamente desconfianza en los sistemas de abastecimiento, hasta lograr finalmente colocar en el imaginario de los pobladores de este bello país, la idea de la inseguridad alimentaria, que es la que hoy tenemos en nuestras mentes. Lo que se coloque en la estantería desaparece, lo que se lleve a operativos desaparece, si se multiplica por diez la oferta de alimentos, los anaqueles también quedan vacíos. La imagen de la inseguridad alimentaria, por lo demás falsa, habita en la población. Entonces, aún con el chorro de dólares abierto para la importación y con la mediocre producción nacional, juntos no logran dar la idea de la seguridad desde el punto de vista del componente emocional del término y desde el componente político constitucional. Como parte agravante de esta situación, algunos factores mercantilistas y hasta enemigos de la patria, sacan por nuestras fronteras cantidades sustantivas de estos alimentos destinados al consumo interno (se dice que puede llegar a 30 % de la disponibilidad estimada nacional), en algunos casos, así se ha reseñado, en contubernio con organismos del Estado con competencias explícitas en el resguardo de las fronteras. Muy recientemente, y en medio de la guarimba política, muchos camiones pasaron por las alcabalas andinas, como entidades invisibles, hasta la Villa Redimida de San Antonio de Venezuela. Y fue la casualidad que en una trocha uno de estos camiones volcara para que se generara una alarma popular que fue confundida con una guarimba ¿Quién adquirió esos bienes, cómo llegaron hasta San Antonio, qué empresa transportó la carga… eran productos subsidiados? Esto sin duda refuerza la sensación general de inseguridad alimentaria.
A pesar de esto, Venezuela ha copado los foros internacionales con discursos sobre la soberanía muy comentados en el mundo. En la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria (Noviembre, 2009), se presentó el documento “El capitalismo: causa del hambre de los pueblos” se denuncia a la oligarquía alimentaria mundial que domina el 85% de los excedentes destinados al mercado mundial de alimentos, en cuyas garras estamos a punto de caer. Y cuando las podemos eludir, es por la estrategia diseñada por el Comandante Eterno sobre diversificación de las importaciones, que fomenta lazos de cooperación geopolítica con los hermanos latinoamericanos y caribeños. También el discurso ha aceptado como referencia política convertir a Venezuela en una potencia agroalimentaria, cuyas orientaciones fueron analizadas por Chacón y Mora en un reciente artículo que apreció inserto en el libro “Venezuela: potencia emergente”. Y más que todo esto, nuestro país ha recibido distinciones importantes a nivel mundial por los avances en seguridad alimentaria y en el logro anticipado de algunos de los Objetivos del Milenio. Si este discurso, en efecto es coherente para la revolución, la oposición interpreta la geopolítica alimentaria venezolana como un cambio de las relaciones de dependencia desde países otrora socios comerciales a los países latinoamericanos con excedentes agrícolas.
Importar lo que podemos producir siempre significará, para unos y otros, una pérdida de oportunidades a las potencialidades del país. He allí la base teórica distante a la praxis. Hemos construido un buen discurso internacional, pero a lo interno, las páginas de los periódicos nacionales mantienen ausente al sistema agroalimentario venezolano, y cuando aparece es para fustigar el clima de desabastecimiento e inseguridad alimentaria. Lógicamente la explicación del fenómeno es sencilla, en primer lugar la prensa nacional no tiene interés por el tema agroalimentario, salvo para sus fines políticos, pero la prensa nacional que apoya el gobierno ¿Por qué no le da relevancia al tema? La respuesta puede ser también simple, porque la burocracia no tiene mucho que informar, o tiene poco que presentar y defender como gestión. Lo más que se puede leer es el tema de los operativos a cielo abierto, que sin ellos, la guarimba hubiera podido extenderse, hasta los sectores afectos a la revolución.
La solución de mediano plazo de estas vulnerabilidades sociales, políticas, productivas, distributivas del sistema agroalimentario, pasa por diseñar políticas integrales, compartidas con la sociedad, compartidas con el Poder Popular, internalizadas como deber patrio, porque son necesidades del Plan de la Patria que con fina pluma delineó Chávez.
Sin embargo, una simple conjetura operativa puede ser el punto de partida para salir del discurso florido a la realidad. La he llamado la “Operación barquilla”, imagino al sistema agroalimentario como un cono tejido de muchas interacciones institucionales, políticas, legales, productivas, científicas y tecnológicas, ambientales, etc. Ese cono y su copa servida con el mejor de los rellenos que llamaremos soberanía, lo dividimos en tres partes, la zona angosta inicial es el estado actual del sistema, con sus debilidades y fortalezas. Esta parte y las mesas de la paz que en la materia se están desarrollando pueden generar, sin perder el sentido de la revolución en la agricultura, un plan de relanzamiento de la agricultura que potencie la producción nacional de rubros estratégicos de pronta respuesta, cereales y otros cultivos de ciclos cortos y anuales. Esta fase permitiría el despegue, pero sobre todo sería el gran aprendizaje del gran plan de soberanía alimentaria. El cono medio, nos permitiría satisfacer el 75 % ( mediano plazo) de la disponibilidad necesaria para el consumo interno, y la parte rebosante del cono que satisface el discurso de la soberanía plena y corresponsable, con sentido de la geopolítica alimentaria es el gran proyecto de mediano-largo plazo, que nos permitirá llevar la disponibilidad nacional de alimentos hasta unas 3500 Kcal y 120 gramos de proteína, por persona día, cantidad que nos ubicaría en lo que hemos llamado potencia emergente.
Otros temas sobre la agricultura los presentaré en pequeñas series de artículos, que con la gran de apoyo que significa Aporrea, permite que el discurso sobre la agricultura no fenezca. Y lo que debe suceder más allá del discurso, es la obra del gobierno revolucionario.
¡Producimos o nos jodemos¡