Para quienes han pensado o se proponen vender que las cooperativas son organizaciones socialistas o antiburguesas, déjenme decirles que están bien lejos de la verdad.
Los cooperativistas son simples capitalistas que concurren a la empresa del caso con igual cantidad de derechos económicos, con igualdad de capital. Y con el agravante de que terminan convertidos en sus propios explotadores de sí mismos y de sus consocios. De allí que en general no pasen de medianas empresas o terminen en quiebra.
Esta modalidad burguesa surgió a raíz de la asfixia imperante ocasionada por el capital mayor, del capital desigualmente distribuido entre accionistas con marcadas diferencias de participación en las *ganancias*, pero su esencia sigue siendo la misma. Búsqueda de ganancias ilícitas, así sea con cargo a su propio y personal trabajo.
Es así cómo las cooperativas terminan convirtiéndose (cuando prosperan) en contribuyentes del parasitario Estado burgués, y engulléndose a aquellos consocios de bajos rendimientos que no sólo aspiran iguales beneficios sino hasta inmerecidas reivindicaciones.
En tal sentido, las empresas accionarias nos lucen más honestas, aunque en ellas los trabajadores se mantengan limpiamente como simples asalariados sin estímulos ni apetitos burgueses.
Digamos que los cooperativistas y sus propiciadores sólo buscan aliviar la pesada carga de descrédito que ha acumulado el capitalismo, y así sembrar falsas esperanzas para que tal sistema siga vivo con las muletillas del trabajador ahora con etiquetas de capitalista especial.
Representan también una sutil forma de aliviar el desempleo creciente que genera el resto de los capitalistas ordinarios, pero un empleo que resulta incompetente contra las empresas mejor organizadas donde algunos asalariados hasta reciben pagas globales superiores a las participaciones que cualquier cooperativa pueda brindarle a sus afiliados.
Explícitamente, el cooperativista, como híbrido compuesto de asalariado y empresario, no disfruta del descanso semanal, ni goza de las reivindicaciones convenidas con el patrono que es abiertamente capitalista. Cero vacación, cero días de asueto, porque la preocupación administrativa y gerencial no descansa, a diferencia del asalariado corriente que al salir de su empresa rompe toda ligazón de responsabilidad patronal.