Estamos
ante el gran mercado de todos los tipos de mercancías, tanto de
medios de producción como de bienes de consumo final. Las
mercancías del primer tipo suponen una contraposición de oferta y
demanda exclusiva entre capitalistas; en las del segundo tipo,
la oferta y demanda es coprotagonizada por capitalistas de todo tipo
y por todos trabajadores, los primeros con su renta de plusvalía, y
los segundos con sus salarios.
I.- El mercado
de medios de producción conduce a la formación de los “precios
de producción”, según venimos explicando en entregas afines y sus
correspondientes “Suplementos” I-III (http://www.aporrea.org/). Establecido este precio, para conveniencia
de los capitalistas de mayor rango o poder económico, es decir, logrado
un determinado y puntual equilibrio lucrativo para este mercado, pueden
sobrevenir ocasionales desviaciones de estos precios
de producción que conduzcan en un segundo momento a la formación
de los precios de mercado en ese mismo mercado de medios de producción.
En general, los
precios de mercado suelen apartarse de los precios de producción,
con lo cual el valor (Valor trabajo) de estas mercancías
productivas sufren transformaciones de segundo orden por cuanto
dichos p. de producción representan en sí mismos la primera
transformación del valor trabajo, ya que de otra manera el sistema
se mantendría en permanente desequilibrio. Recordemos que si las ventas
fueran al estricto valor trabajo, entonces algunos fabricantes (los
de mayor composición orgánica) obtendrían una tasa de ganancia
menor a la obtenida por los de menor composición. Cuando se forman
los p. de producción el sistema desacelera su dinámica, por
lo menos durante un corto plazo. Las migraciones de capital del sector
dedicado a la producción de medios de producción hacia el sector de
bienes de consumo final se detienen o bajan su velocidad, ¡y todos
tranquilos!
II.- En el mercado
de las mercancías consuntivas para el consumo final, sus
precios de mercado también aparecen como transformaciones sufridas
por los precios de producción que ya se establecieron en el
otro mercado y luego vendieron a sus respectivos “precios de mercado”.
A tales efectos,
más ilustrativos, podemos valernos de la siguiente cadena de igualdades:
Valor de todas las
mercancías, fábrica adentro {precios de
producción {precios de mercado, fuera de fábrica.
La correspondencia
ponderada, pues, entre valor trabajo y los precios finales a
los que son adquiridas las mercancías ora como medios de producción,
ora como productos de consumo final, reafirma que la riqueza, y la ganancia
que forma parte de ella, son creadas exclusivamente en los centros de
producción, y no en el mercado. En este sólo se opera con mercancías
que, primero, son objetos de ajustes competitivos entre los capitalistas
de medios de producción y los de bienes de consumo. Se trata de
una primera competencia en pos de una igualación de las tasas de
ganancia para todo el aparato productivo, con independencia de las tasas
de ganancia propias de cada empresa en particular. Recordemos que unas
empresas contratan más asalariados que otras en virtud de su grado
técnico de fabricación, pero no por ello dejan de obtener una tasa
de ganancia media. Son empresas que no se hacen más ricas ni más prontamente
porque sencillamente operan con pequeños volúmenes de capital en relación
a las grandes, industrializadas y mecanizadas empresas transnacionales,
por ejemplo.
Una segunda competencia
se da entre los capitalistas en búsqueda de mayores volúmenes de demanda,
a la par con la tasa de ganancia. Esta vez buscan penetrar, acaparar
y centralizar mercados; la llevan a cabo entre los propios empresarios
de medios de producción y entre los de bienes de consumo final. Sin
embargo, existe un tipo de falsa competencia manejada en la literatura
burguesa, propia de la Economía Vulgar, según la cual los demandantes
competirían entre sí para reservarse cuotas de mercancías que pudieran
escasear, o los vendedores lo harían entre sí para colocar sus excedentes
invendibles a precios mayores.
En verdad, estos desajustes entre oferta y demanda no se resuelven por competencia alguna, sino por la vía merantete productiva: cuando hay escasez algunos empresarios podrían entrar en funciones y ella oferta crecería compensatoriamente. En caso de sobreproducción, la producción de restringe, pero en estos casos los demandantes se hallan fuera de juego.
Son esas transformaciones
del valor del PIB (Producto Interno Bruto), de segundo orden,
bajo un nivel de concreción mayor entre lo que ocurre en los centros
productivos y lo que a ese valor le ocurre cuando se lanza al
mercado, las que ha sido negadas, silenciadas o incomprendidas en la
obra de El Capital, Carlos Marx. Tales transformaciones existen,
pero no representan ningún problema científico, según la Economía
Política Marxista.
El tal “Problema
de la Transformación” sólo ha respondido a una mediática académica
burguesa, formulado por connotados Economistas Vulgares, como Paul Samuelson1,
Claudio Napoleoni2, Paul Sweezy3, y, más recientemente,
por algunos “marxistas”, reformistas, y hasta neomartxistas, que
por allí deambulan pretendiendo reivindicar a Marx, modificarlo, negarlo,
etc.
Problema, opiniones y formulaciones que sólo buscan seguir negando que en este sistema se explote a los asalariados, que la ganancia se concreta en los mercados, pero se crea en las fábricas. Por esta razón, los detractores del marxismo, los apologistas del sistema burgués lo dan por eterno como si habláramos de simples procesos técnicos, como relación entre hombres y medios de producción, con abstracción de las relaciones clasistas de producción, y siguen considerando que la ganancia procede del mercado.
marmac@cantv.net