Quién no puede estar de acuerdo con que se suba el precio de la gasolina; ese carburante en el país prácticamente no vale nada, se regala, es mayor el gasto en propinas para la gente encargada de cuidar autos en los estacionamientos que equipar el carro; mejor dicho, con lo que cuesta una caja de cerveza fría sin la bolsa de hielo se le puede llenar el tanque a seis o siete vehículos con capacidad de 60 litros cada uno, esto por no colocar el ejemplo que siempre se menciona cada vez que se habla de ese aumento: una botellita de agua de 200 cc es diez veces más cara que un litro de combustible.
Pero ese no es el problema, el problema es el siguiente: nunca en este país –desde que, por lo menos, yo tengo uso de razón- se ha aumentado ese derivado del petróleo sin que, en consecuencia, se haya producido un encarecimiento general de los precios que afecta directamente y en mucha mayor proporción el bolsillo de la población, y actualmente imagino que no será la excepción.
No hay un solo hecho que me lleve a pensar lo contrario; desde que se metieron con el precio del dólar lo que vemos en la calle es una especulación abierta y descarad sin ningún control, tanto que más bien lo que pareciera existir es un desafío permanente por parte de los comerciantes al Gobierno nacional.
Ahora bien, al aumentar la gasolina, el sector transporte, por un lado planteará un alza del pasaje y, por otro del flete de los alimentos; en tal sentido, la gente tendrá un mayor gasto para desplazarse en los buses y autos por puestos, mientras los comerciantes pagarán más caro el traslado de su mercancía e incrementarán el precio de sus productos, y la gente sufrirá los efectos porque nuestro sueldo mínimo ya no da para más. Desde hace rato se lo tragó de manera impune la inflación y la especulación.
A los transportistas les propondrán que les venderán a través de cooperativas o cualquier otra figura jurídica cauchos, baterías y repuestos baratos, para que no hagan ningún incremento, pero ese negocio nunca funciona, se lo come la corrupción. Y en medio de las discusiones que acarrea esta medida, los precios se disparan. Y después todo se olvida y no pasa nada.
En lo que a mí respecta estoy consciente de la guerra económica y las guarimbas, para derrocar el presidente obrero Nicolás Maduro, pero, lamentablemente, hay que decir que al Gobierno revolucionario no se le ve capacidad para meter en cintura a esos especuladores que mantienen agobiado al pueblo.
El presidente Maduro firmó los precios justos con varias empresas en cadena nacional y vayan a comprar medicinas, un par de zapatos, un remplazo de vehículo, un artículo ferretero, un aire acondicionado, cualquier electrodoméstico o algún repuesto o equipo de computación, es imposible obtener, sobre todo, si se gana salario mínimo.
La Sundde pide a la población que denuncie, que diga quiénes son los ladrones y no sé por qué ni para qué, porque en las calles del país los buhoneros, contrabandistas, bachaqueros o como se les quiera llamar, revenden los productos regulados al precio que les da la gana. Y tampoco ocurre nada.
Creo que como dice Alí Rodríguez Araque, el principal problema del país es el económico y yo opino que en lugar de un debate nacional acerca del incremento de la gasolina sobre el que pienso la mayoría de la población está de acuerdo, lo que hay es que buscar mecanismos, según la cual, los especuladores respeten y cumplan con las medidas que toma el Gobierno revolucionario en función de beneficiar a las personas de menos recursos.