¿Acaso, sin saberlo, hemos estado regalando nuestro recurso natural?

¿Cuánto cuesta producir un barril de petróleo crudo?






La contabilidad usada para calcular los precios del petróleo hasta ahora sigue siendo la misma que usa la empresa privada cuando a esta le toca determinar costes de producción y estimar ganancias sobre la base de los precios reinantes en el mercado del momento o a corto plazo.

De acuerdo con eso, se deja sentado que las ganancias saldrían del mercado, se deja excluida la cuestión de la plusvalía, la cuestión de la explotación del asalariado petrolero, o sea, en la contabilidad burguesa petrolera se sigue un criterio capitalista, pero eso no sería del todo incorrecto si caemos en la cuenta de que por ahora seguimos moviéndonos en arenas burguesas.

De la diferencia entre los costos de extracción y puesta en barco y los precios de venta clonados del mercado, las empresas toman parte de esas “ganancias” para la cobertura de los impuestos, royalties, impuestos sobre la renta y afines. Todo esto tampoco sería ni tan malo porque el sistema capitalista así lo impone, pero lo que sí sigue siendo una tremenda pendejada nacional es que estamos regalando nuestro petróleo crudo a los compradores y consumidores nacionales y extranjeros, a quienes les está resultando una energético tan gratuito para ellos, como lo es para nosotros según lo estable nuestra Constitución por ser un silvestre recurso del subsuelo.

Opinamos que al precio que tan convencionalmente han sugerido e impuesto las transnacionales y ex concesionarias del petróleo, urgentemente debe agregarse el valor que per se tiene ese recurso. Efectivamente, el petróleo crudo no tendría valor porque no procede de trabajo humano alguno, pero se trata de un recurso no renovable que estamos trasegándole a terceros sin que ellos nos den nada en cambio.

Para subsanar esta debilidad o pendejera nacional, por decisión unilateral, el Estado puede y debe perfectamente recargar al precio actual del petróleo un sobrevalor prudencialmente calculado sobre patrones que podríamos determinar a tales efectos. De no hacerlo seguiríamos regalando esa ingente riqueza natural y la comisión de tamaña pendejada sería igual a no disponer de ella.

Bien podríamos estimar el costo natural en términos de los daños colaterales reales y manifiestos causados a lo largo del tiempo que las petroleras le han causado al entorno de los yacimientos petrolíferos. Calculados esos costos por concepto de daños ecológicos, sería fácil tomar medias de costo para que con cada precio usual del petróleo manejado hasta hora el Estado reciba su paga por perder lo que tan generosamente la naturaleza nos ha regalado. Vender petróleo ha sido como donar porciones de nuestro espacio terrestre.


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Manuel C. Martínez


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