Venta y achicamiento de nuestro territorio

Distorsiones petroleras

Juan Pablo Pérez Alfonso, padre de la OPEP, sus mejores alumnos y quienes obnubiladamente siguen compartiendo su preocupación por un mejor reparto petrolero, entre las transnacionales (ahora asociadas a Pdvsa mediante el antipatriótico artilugio de Empresas Mixtas) y el Erario Público, han enfilado sus críticas profesionales políticas y económicas hacía lo que el primero denominó: Concentración Económica, es decir, al creciente y determinante peso del Ingreso por concepto de petrodólares en el Ingreso Fiscal. Este indicador alcanzó, grosso modo, 38,84% en 1974, y venía de 4,7% (1930). (Confere: Juan P. Pérez A., *Hundiéndonos en el excremento del diablo*, ed. Lisbona, 3ra. e., Caracas, 1976).

Desde entonces, esas 2/5 partes, aprox., en las discrecionales manos de gobiernos presidencialistas, han sido consideradas sinónimo de dependencia, pero paradójicamente gobernantes y especialistas han contribuido para que tal dependencia se acentúe mediante una mayor concentración económica, es decir con mejores precios y mayores volúmenes de exportación, salvedad hecha de la anómala conducta del presente gobierno, único que se dedica a disimular esa creciente dependencia con la subestima de los Ingresos Petroleros, cuyo diferencial, y a manera de presupuesto paralelo e ilegítimo, ahora maneja a su antojo el Presidente de la República, quien denodadamente arroja improductivamente al exterior lo que crecientemente nos ingresa gracias a los mejores precios del petróleo que él jactanciosa y contradictoriamente dice haber apuntalado con su decisoria ingerencia en la OPEP.

Es más, se ha hecho obligatoria y hasta académicamente programada la aplicación de nuestros ingresos petroleros al desarrollo de la industria petrolera para prospecciones extracciones e investigaciones varias, como si se tratara de mejoras en la productividad de la mano de obra, siendo que el petróleo es un bien inmueble, tanto como lo son las reservas mineras o forestales, y por tal razón es un bien perfectamente *engordable*, como suelen hacerlo con sus mercancías hasta los menos dotados comerciantes.

Es sistemático el empeño puesto en la liquidación acelerada de este recurso, cuya venta, sin contraprestación material en bienes duraderos y no menos inmobiliarios, se está traduciéndose literalmente en un achicamiento de nuestro territorio, habida cuenta de que al vender parte de nuestra masa geográfica, no renovable, estamos reduciendo cúbicamente nuestras dimensiones territoriales.


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Manuel Martínez


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