No es mentira que siendo la venta de petróleo nuestra mayor actividad económica, hubo en Venezuela por mucho tiempo un gran desconocimiento sobre el tema, desconocimiento bien promovido y bien resguardado por las élites ¨rentistas¨.
Recientemente el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, afirmó en el acto de entrega de las 8 propuestas de ley ante la ANC, que nuestra nación llegó al ¨colapso prematuro del modelo rentístico petrolero¨ añadiendo que su gobierno no estaba preparado para un quiebre abrupto del mismo, que nadie les había advertido...
Atribuyendo estas desventuradas afirmaciones presidenciales a la falla de origen de nuestro desconocimiento petrolero, lo que sí podemos atrevernos a preguntar es ¿por qué a nadie en el BCV, que ha impreso una elegantísima colección denominada ¨Petróleo Nuestro¨, se le ocurrió enviarle un ejemplar de cualquiera de los autores, a nuestro presidente? ¿Es que nadie tuvo la delicadeza de al menos recomendarle unas paginitas de algún artículo de Juan Pablo Pérez Alfonzo? ¿De Asdrúbal Baptista? ¿No tuvo nunca interés nuestro presidente de recorrer la lectura de nuestros nacionalistas petroleros, de entrevistarse con Carlos Mendoza Potella, por ejemplo?
Lo que genera esta desazón y sensación de asco inevitable no es sólo que nuestro presidente haya desestimado años de historia, décadas de reflexiones, kilómetros de páginas (insuficientes aún) de nuestros más angustiados intelectuales, políticos, economistas y militantes venezolanos en la comprensión del rentismo y sus terribles consecuencias... No, lo que produce ese dolor ponzoñoso es ver la reafirmación de nuestra más absoluta indefensión intelectual y política, esa que nos convierte en víctimas de la historia, del mundo y de nosotros mismos. Reafirmar eso, agradeciendo, finalmente a Fidel por ser el UNICO en advertirle tempranamente de algo que muchos venezolanos ya habían dejado sus vidas explicando, es algo por lo menos, muy mezquino.
Venezuela y sus grandes venezolanos y venezolanas merecen algo mejor que esto. Tenemos en nuestras cabezas y manos las herramientas para salir adelante, que nadie nos quite la confianza en nuestra capacidad.