Ha sido hecho público el "plan país" propuesto por el equipo del joven Guaido. Su superlativa naturaleza entreguista sobresale y en nada se diferencia a lo que ellos mismos han criticado del gobierno de Maduro.
En materia petrolera, su esencia ha sido resumida en unos pocos puntos entre los cuales destaca la abierta intención de una expresa privatización del negocio petrolero y que por ahora, y hasta que el primer punto de su propuesta (lease: aprobar una ley de hidrocarburos que permita la implementación de políticas necesarias para la reconstrucción de nuestra industria) haya sido expuesto, aprobado y hecho ley, no incluye la privatización del recurso en el subsuelo como tal, pero que de seguro dicha "nueva ley" podría traer consigo, en cuyo caso plantearía para el futuro cercano, una copia fiel del concepto de propiedad vigente en los estados unidos, en materia de propiedad de minerales y demás riquezas contenidas en el subsuelo.
La mayoría de los puntos resumidos en su exposición son como dijimos antes, ineludiblemente de orientación entreguista y sus planteamientos no parecen haber capitalizado, el claro fracaso de la apertura petrolera planteada a inicios de los 90. En su conjunto parecen servir la mesa para complacer abiertamente las demandas de su "protector y tutor; los EEUU y no orientadas a construir una Venezuela mejor; para y por los Venezolanos.
Estos puntos no solo deben ser debatidos en la AN como él y su equipo parecen proponer, sino por el contrario, deben ser sujeto de una extensa y debatida consulta nacional, por el carácter estratégico que posee y sobretodo, por las implicaciones que posee a mediano y largo plazo sobre el futuro del país y su gente.
La Huella de la Apertura Petrolera de los 90?:
Los resultados de la gestión de PDVSA a partir de los 90, precisamente cuando "esfervecia" la apertura petrolera y explotaba la fiebre de la privatización, no llegaron a ningún lado. Por el contrario, apuntaron a reducir las ganancias del estado. Los mismos resultados de gestión producto de dicha apertura, señalaron a la postre que en esencia PDVSA se había convertido en una empresa costosa y en consecuencia ineficiente.
A partir de 1.992 se dio inicio al Programa de Reactivación de Campos vía "Convenios Operativos", Asociaciones Estratégicas y Esquemas de Ganancias Compartidas. Planteaban como argumento aumentar la producción nación hacia los 5 MMBD en una ventana de 10 años que jamás sucedió. El resultado de tal política en términos financieros durante las gestiones de Sosa, Rosen y Giusti, representantes genuinos del "empresariado y la meritocracia" fue catastrófico y tipificado por el aumento desmesurado de los costos y gastos, pasando estos de un promedio de 40% del ingreso total entre 1976 y 1991 a más de 83% entre 1992 y 2000. También ocurrió el estancamiento de las ganancias netas en términos relativos al ingreso total y también el derrumbe de los ingresos a la nación (ISLR), al haber pasado de un promedio de 47% del ingreso total entre 1976 y 1991, a menos del 10% entre 1992 y 2000.
El ansiado efecto dinamizador en la economía hacia la población más desposeída, nunca se sintió; por el contrario y precisamente en medio de dicha apertura petrolera, aumentó sostenidamente el desempleo y la pobreza. El desempleo creció exponencialmente al pasar de 6.88% en 1993 a 18.19% en 2003, con casi un 300% de expansión.
Por el lado del índice de pobreza, en 1985 el porcentaje total de hogares pobres fue de 56,8 %, descendiendo ligeramente en 1990 sin embargo, para el año 1995; en plena apertura petrolera, los hogares con pobreza extrema muestran una cifra record de 92 % (I.N.E). Con la apertura petrolera se profundizó la segregación, la desigualdad social y sobretodo la fuga de capitales. Su efecto devastador sobre la economía criolla promovió en 1998 la caída de la 4ta republica. Por supuesto que para los socios foráneos e intermediarios, resultó en un negocio realmente redondo; aunque evidentemente nocivo para Venezuela. Mas adelante, la economía post 2002 tuvo su sustento en un incremento sostenido del precio del barril y no en el aprovechamiento sostenible de la bonanza de la renta petrolera, quedando ello al desnudo a raíz del derrumbe del barril en 2014.
En conclusión, ni durante la 4ta republica, ni menos durante la 5ta republica, los gobiernos de turno, ni sus representantes y ministros, han sabido implementar acciones tendientes a aprovechar la riqueza proveniente de nuestras industrias y en particular de la petrolera. Hoy día, esos mismos protagonistas del fracaso intentan dar lecciones y ofrecer solución a algo que en su momento no supieron manejar.
Un nuevo laboratorio financiero que incluya o pretenda incluir una reedición de la fallida apertura petrolera y una eventual privatización, debe ser cuidadosamente analizado y consultado con el país en pleno y no debe ser en ningún caso, producto de acuerdos entre cúpulas, mafias políticas y menos aun bajo la presión solapada de interés extranjero alguno.
Si hoy se critica la presencia y cada vez mayor control de intereses rusos y chinos et. Al, sobre PDVSA; si hoy se critica la arrogancia de un gobierno que toma decisiones contraproducentes y a menudo inconsultas sobre temas álgidos y estratégicos del país, pues mal podría tomarse a la ligera propuesta alguna en esta oportunidad y no tomar acciones correctivas basadas en lecciones aprendidas, en el caso de un eventual futuro político distinto al actual.
Lo que Plantea Guaido y sus "Expertos":
Según las redes sociales, Guaido dejó entrever como necesaria, una inversión cercana a US$100.000 millones, para poder añadir 1.000.000 B/D a la producción actual. Dicha cifra en nuestra humilde opinión luce exagerada y arbitraria a la luz de la información disponible. No pareciera corresponderse con la realidad, aun bajo el supuesto de un escenario de destrucción generalizada dentro de PDVSA.
A nivel de IOC’s el rango de costo unitario esperado (excluyendo infraestructura) para desarrollar producción fresca operativa se ubica entre US$2.500 y 4.500 por barril. Sin embargo la historia cambia un poco cuando se incluye la infraestructura en la ecuación. Hacemos la acotación nuevamente, que Guaido refirió específicamente que dicho monto seria requerido para elevar producción; es decir, solo involucra activos y actividades aguas arriba.
Nos imaginamos que dicho monto fue propuesto con base en el concepto de costo de un barril, bajo el entendido de nuevos procesos o nuevas licencias de explotación (CPFB), por lo casual de su génesis [US$100.000MM/1MMBD= US$100.000 pb]; sin embargo y asumiendo el riesgo de equivocarnos en dicha aseveración (y ojala que así sea), dicho calculo no incluye el valor de las reservas, presupone total destrucción de la infraestructura (lo cual no es el caso), un escalamiento de 100.000 B/D/Año y se limitan sus otros activos. Como ejemplo, en Alberta dicho costo posee un rango de C$22.000 y C$79.000 per boe.
La esencia de planificar es construir escenarios edificados con el mayor componente de realidad y menor suma de ficción posible y ese no pareciera haber sido el caso, sino más bien una reverberación de ciertas cifras ya barajadas con antelación y emanadas desde precisamente los entretelones de ciertos economistas, no precisamente conocedores de la materia petrolera.
Algunos de estos economistas han sido objeto de procesos judiciales durante su fugaz pasantía por PDVSA en los 90 mientras que otros poseen un interés "particular" en crear dependencia de organismos multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Ojala dicho interés no sea promovido por las jugosas comisiones que de allí se pudiesen derivar como producto de la intermediación.
La Operatividad de PDVSA:
Ciertamente, un escenario correcto en el entorno actual podría incluir el descartar pozos inactivos; aunque no necesariamente todos. Otro escenario seria el "outsourcing" y la gestión propia. También, aunque en una etapa posterior y bajo la premisa de la presencia de instituciones y mecanismos legales y punitivos más evolucionados; la privatización parcial de procesos, activos y actividades. Pero indiscutiblemente lo más apremiante y álgido a la vez, es el manejo acertado, justo y respetable, de esa masiva fuerza hombre allí presente. Fuerza hombre de seguro deseosa de prosperar, evolucionar, aprender y sentirse realmente valorada.
Para recuperar PDVSA haría falta una estrategia integrada en donde no solo se ataque el aspecto de producción, sino las distintas aristas del negocio, así como las leyes e instituciones particulares que colinden con el "organismo y la salud" de nuestra industria. Nuestras estimaciones señalan como viable un plan de acción que sugiere una ventana de entre 9 a 12 años bajo un nivel de actividad de unos 165 @ 175 T/A para poder llegar a los niveles de 2008, buscando acelerar la RPR hacia el entorno de 0.70% @ 0.80% desde el nivel actual de 0.14%, con un nivel de inversión de entre US$13 @ US$15 millardo/anual y considerando una eficiencia superior al 85% @ 90% tanto en actividad como en ejecución presupuestaria.
Dichos cálculos sugieren, que el incremento equivalente a 1.000.000 B/D se podría lograr hacia mediados de 2023 iniciando en Junio’2019, con un Capex asociado para dicho periodo en el rango de US$52.000 @ US$61.000 Millones, lo cual arrojaría un CPFB muy por debajo al propuesto por el equipo de Guaido. Para el aspecto de inversiones dicho plan prevé esquemas de negocios y captación de capital, que van más allá de los activos de producción e involucran otros segmentos de la cadena de valor, con un enfoque más pragmático de nuestra realidad en la perspectiva del negocio globalizado. El aspecto de gastos exige el deslastre del "costo corporativo", la afinación de la eficiencia y mejora sustancial de productividad, amen de la lucha frontal contra la corrupción y la incompetencia.
En resumen, la suerte de PDVSA parece ir de mal en peor. No se sabe si es peor que continúe en las manos destructivas e incapaces actuales o que caiga en las manos de las águilas de la intermediación financiera y la privatización irracional. Esos mismos que durante el gobierno de CAP promovieron el endeudamiento innecesario de Venezuela, en plena época de vacas gordas, para hacerse de algunos dólares; repetimos, producto de la intermediación financiera.