Freddy, agente de la CIA, planifica atentar contra el sistema eléctrico

I

A través de su teléfono satelital codificado, el agente Freddy contestó la llamada de un alto jefe desde la mismísima sede central de la CIA en Langley (Virginia, Estados Unidos). Le habían adelantado que le encargarían una operación especial cuya línea de mando no pasaría por el canal regular de la Embajada. El excitado agente Freddy se sentía tan halagado como preocupado por el compromiso que iba a asumir. Ya el encargo en sí era como una promoción.

–Buenas noches, Freddy –retumbó la voz del Alto Jefe que a Freddy le pareció impregnada de una autoridad terrible. Freddy apenas respondió "A la orden, sir", alegrándose de que le hablaran en español, que el agente criollo era consciente de su mala pronunciación inglesa. El Jefe fue directo al grano:

–Destruirá el Objetivo identificado en tu manual como P83, es una planta termoeléctrica, con esa planta fuera de juego disminuiremos la oferta de energía eléctrica. Investiga la situación, haz el plan, pon a punto los recursos necesarios e infórmanos.

Freddy investigó, tal como le pidieron sus jefes desde USA. Revisó concienzudamente los planos de la Planta, elaboró un boceto inicial del plan, recopiló todos los pertrechos necesarios (C4, armas, vehículos, radios) y puso en alerta a cinco agentes subalternos en cuya capacidad confiaba, luego hizo la pertinente revisión sobre el terreno, para terminar generando el plan de la operación. Lo revisó una y otra vez, corrigió aquí y allá, y al final lo dio por terminado con cierto aire de orgullo.

Seis días después respondió la llamada del Jefe de la Agencia allá en el Norte.

–Buenas noches, Jefe, ya tengo todo preparado para la operación –informó diligente y orgulloso–. Un plan sencillo y efectivo altamente eficaz…

–Muy bien, agente Freddy…

–Pero, señor –interrumpió el agente–, quería preguntarle una cosa: ¿ejecuto el plan ahorita, o sea, volamos la P83 ya, o esperamos a que la reparen? Porque esa Planta lleva trece meses parada, y los del gobierno se la pasan prometiendo que pronto la volverán a poner en operación, pero la verdad es que nadie sabe cuándo la repararán.

¡Maldición!, se decía a sí mismo Freddy, que veía escapar su momento de aventura, ascenso y gloria. No era la primera vez que tenía que suspenderse un operativo o campaña de sabotaje porque la ineficacia gubernamental demostraba ser mucho más dañina y criminal. Así habían sido suspendidos los planes contra la producción masiva de gas doméstico, los mega-atentados contra el transporte público, la voladura de la siderúrgica para detener la producción de acero. En materia de sabotajes siempre el gobierno lo hacía mejor.

La moraleja del cuento es simple: ¿Vale la pena malgastar recursos, exponer vidas y correr el riesgo de complicaciones internas en operaciones terroristas que no van a ser más destructivas que el accionar de la misma burocracia?, se preguntarán las agencias de espionaje gringas.

II

Si la falla del Guri fue producto de un ataque cibernético, como alega el gobierno, o fue el resultado del innegable abandono y la persistente desidia que ha sufrido el Sistema Eléctrico Nacional, como cree la mayoría del país, ha sido la discusión de todos en estos días. Pero esa discusión está signada por la polarización: se debate como una cuestión de fe y, enceguecidos, los extremistas de ambos lados hasta niegan que la tesis contraria sea posible. Pero se equivocan: en principio ambas explicaciones son plausibles.

La mayoría del país asume que la caída del Guri fue producto del deterioro del Sistema Eléctrico Nacional. Es lógico: todos sufrimos apagones casi diariamente y algunos viven días enteros sin energía. Nos consta, pues, que el Sistema Eléctrico, ayuno de inversiones y alimentado de desidia, lleva años arrastrándose hacia el desastre.

Hay otros factores que desacreditan la versión del "saboteo electrónico". Las declaraciones del gobierno sobre el tema fueron oscuras: incompletas, contradictorias. Al principio se dijo que el daño del "cerebro" del Guri afectaba la distribución. Luego resultó que las turbinas se habían detenido y la falla era de producción. Es ese el estilo de la política comunicacional del gobierno, tanto en economía como en salud o electricidad: nombres o frases más que explicaciones, revelaciones incompletas y contradictorias.

III

Pero otros aspectos son más importantes que ese debate de las causas: el de la credibilidad del gobierno y el de la vulnerabilidad del país.

El gobierno ya alcanzó niveles gigantescos de falta de credibilidad. El pueblo tiene mucha experiencia en sus mentiras: que si este (en los últimos cinco años) es "el año de la recuperación económica", que si con este "nuevo" Dicom o con el petro acabaremos con el dólar paralelo y resolveremos los problemas económicos, que si íbamos a una situación de "déficit cero". Esas son solo las mentiras económicas, las citamos porque, acéptelo o no, tienen la virtud de ser innegables. El que las creyó en su momento ya está cansado de desencantos.

Si el gobierno fuera un gobierno serio hubiera creado una comisión amplia y de buen nivel, con técnicos y profesionales reconocidos, con una representación idónea de diversos factores (incluso hasta de la ONU) para realizar una investigación completa y definitiva de las causas del mega-apagón. Una comisión de la que nadie pudiera dudar. Así hubiera ganado políticamente: bien porque demuestra su explicación, la del sabotaje electrónico, como correcta; o, en caso de que la comisión no avale su versión oficial, el gobierno tendría la voluntad de demostrar su voluntad de hacer correctivos (empezando por despedir a los que intentaron engañar al país con una explicación falsa y a los que son responsables de una vulnerabilidad tan grande).

Pero al gobierno no le preocupa su falta de credibilidad. Le basta con el apoyo ciego de una minoría de convencidos. El gobierno no busca convencer, sino hacerse repetir.

El otro aspecto, más importante que la causa del apagón, es el de las vulnerabilidades. Sí hubo fuertes tambores de guerra hasta el 23, el loco de Trump insiste en que considera "todas las opciones" y su títere Guaidó prefiere la opción militar. Ahora, aunque haya bajado la posibilidad de guerra, sigue estando presente. Es inaceptable que el gobierno, que se declara valiente defensor de nuestra soberanía ante el peligro de invasión extranjera, no haya hecho un balance de nuestras vulnerabilidades, que son bastantes. Desde el sistema eléctrico hasta nuestro débil sistema de pagos (la falta de efectivo combinada con un sistema de pago electrónico que se cae en tiempos normales). ¿Se imaginan un ataque militar realizado mientras hay un apagón total? ¿O una caída del sistema de pagos e internet? Y hay muchos más puntos débiles a tomar en cuenta. Por eso alarma que Padrino López declare, después del apagón, que la FA ejecuta un plan de monitoreo aéreo y de resguardo a las instalaciones del sistema eléctrico, ¿no deberían estar ejecutando ese plan desde hace años, años durante los cuales Motta Domínguez le ha atribuido las fallas del servicio al saboteo y a la guerra económica?

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Posdata: Este artículo NO fue escrito ni pensado "siguiendo instrucciones del presidente Maduro".



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Orlando Zabaleta

Editor, escritor, articulista, publicista y diseñador gráfico.

 orlandojpz@yahoo.com

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