Métanle esto al precio de la gasolina

A la pregunta de por qué el precio de la gasolina es tan bajo en nuestro país, siempre he ofrecido como respuesta que eso forma parte de uno de los tantos “pedacitos” de renta petrolera que supuestamente “nos tocan” a los venezolanos de todos los estratos socio-económicos. Tanto para los que tienen automóvil propio, como para nuestros compatriotas “de a pie”, el subsidio al precio de la gasolina funciona como repartidor más o menos equitativo de lo que nos “correspondería” como beneficio de lo que le ingresa al país por concepto de petróleo. Ya que de una u otra manera también beneficia a los más pobres, quienes se movilizan en camioneticas o busetas o autobuses, mientras los precios de los “pasajes” no se tornen abusivos en correspondencia al servicio que se presta, a su calidad y a su cobertura en kilómetros.

Dándole vueltas a lo del aumento del precio de la gasolina, se me han ocurrido algunas modalidades “estudiables”, que podrían resolver -a la par de obtener un precio cónsono de este invalorado producto de nuestra poderosa y rica Venezuela- otros problemas que arrastra la oferta del servicio de transporte masivo en Venezuela.

1. Además de que, como ya se ha anunciado por allí, suena práctico elaborar tres tipo de gasolina, en vez de dos que poca diferencia tienen entre sí, en lo que respecta a octanaje, debería estudiarse la propuesta de destinar gasolina de menor octanaje a zonas planas del país, en las que los motores de los autos no necesitan de la fuerza que requieren en zonas montañosas (como Los Andes), en las que por cierto viene ocurriendo al revés. Tomo como ejemplo a la ciudad de San Cristóbal, en la que (no sé exactamente por cuáles razones) es difícil conseguir gasolina de 95 octanos, además de que no le ofrecen al público “normal” más de tres mil bolívares en cada llenado de tanque (que no queda lleno). Y digo “normal”, porque si siguen llevándose la gasolina a Colombia, es porque a los que la sacan sí los deben llenar de buena forma para que este tipo de contrabando -tan sui-generis- siga siendo rentable y deje su comisión o diezmo para cada instancia involucrada.

2. Pienso que también debe estudiarse el manejo de unos “gas-ticket” o “trans-ticket” para estudiantes y personas de la tercera edad, que nominalmente tengan un precio para pagar los traslados en vehículos (busetas o camioneticas o autobuses) movidos por gasolina, pero que a la hora de ser canjeados en las bombas de gasolina o estaciones de servicio, valgan –por ejemplo- el doble o la mitad más, para efectos de compra de gasolina. De esa manera se subsidia este tipo de transporte público, pero también se vuelve atractivo para los choferes el hecho de ofrecer el servicio a estudiantes y ancianos (cosa que poco les gusta). Se “matarían dos pájaros con el mismo tiro”. Deben utilizarse boletos tipo “cesta-ticket”, de seguridad, y no como ha venido haciéndose hasta ahora, que boletos sin ningún tipo de seguridad en su elaboración, papel, etc. ha permitido que algunos delincuentes encarguen copias facsimilares de éstos, forrándose los bolsillos al venderlos a menor precio. Lo peor es que los falsos boletos ni siquiera son vendidos a los estudiantes que los necesitan para trasportarse, sino a los mismos transportistas, directamente, para que los hagan efectivos en las taquillas de conversión que usualmente existen en las Alcaldías. Esto crea un circuito de corrupción que beneficia a unos cuantos, autores directos y a otros tantos funcionarios que se hacen de la vista gorda, permitiéndose un delito, que es un secreto a voces pero no se elimina. De allí la importancia de crear tickets de seguridad a ser utilizados en el servicio de transporte.

3. Otra cosa que creo que deben estar adelantando ya, es la instalación urgente de talleres de conversión de automóviles para propulsarlos a gas, e igualmente de estaciones de servicio de suministro de gas en todo el país, para esos automóviles. La propulsión a gas debería instaurarse primero en zonas planas del país, y por último llegar a las zonas de montaña. No lo hagan al revés, como suele suceder.

4. La administración del Estado debería intentar negocios de gobierno a gobierno con países constructores de autobuses impulsados por motores diesel, aunque fuesen “usados” (con uno o dos años de uso), para comprar e ir reemplazando los de gasolina. Y no como se ha venido haciendo hasta ahora, que permiten importar autobuses-chatarras-restaurados a gasolina de los Estados Unidos, bastante viejos. Los nuevos autobuses, al menos los que se ven en Europa, no contaminan el ambiente como sí lo hacen los viejos autobuses y camioneticas a gasoil y a gasolina que pululan en Venezuela. Así como cambiamos bombillos incandescentes por bombillos ahorradores, cambiemos estos trastos rodantes por vehículos más modernos, más seguros y menos contaminantes.

5. Deberían actualizarse y emprenderse estudios de reemplazo de movilización de personas a través de medios masivos (subterráneos/metros, trenes, monorrieles, trolebuses, tranvías, funiculares, ascensores, etc., etc.) en diversas zonas “metropolitanas” del país, de acuerdo a cada necesidad social y cada realidad geográfica, para ahorrar gasolina y otros combustibles y lubricantes, para reducir la contaminación y para hacer más feliz a la población, aspirando además al ideal de que estos sistemas sean o lleguen a ser rentables, o al menos “se paguen”. Por otra parte ahorraríamos montones de dinero en mantenimiento de carreteras. Con este cuido -definitivamente- el Estado “no ha podido” lograr mayor cosa.

6. El precio de la gasolina no debería ser menor de los 180 bolívares, que -según entiendo- se corresponde con el precio de costo de producirla en nuestro país. Ese debería ser el precio de la que resulte “más económica”.

7. Y por último (mientras no “recaiga” en el tema, o sea, por ahora), desde el punto 4 hacia acá, debería pensarse en ir montando un sistema administrativo, primero paralelo y luego total, de transporte masivo en Venezuela, tomando en cuenta este factor como servicio estratégico de seguridad nacional. Ya hemos visto cómo, en otros países, se han aupado “paros de transporte” que han contribuido notoriamente a la desestabilización, chantaje y hasta derribo de más de un gobierno. No sucedió en nuestro país cuando se produjo el último paro golpista, y los transportistas procuraban el combustible para trabajar en lo que les corresponde como servicio público. Y no debería suceder en un futuro. Menos ahora, que con el nuevo camino hacia el desarrollo económico, ya deben existir verdaderas cooperativas de transporte compitiendo con los pequeños y grandes oligopolios a los que estamos acostumbrados en materia de transporte, cuyos dueños también tienen ínfulas de “dueños del país”. ¡Ahí les queda eso! ¡Ahorrar es revolucionario. Despilfarrar, lo contrario! (El slogan va de gratis!)

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Manuel Rugeles A.


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