El Petróleo no se siembra, se cosecha o toma

Mal puede sembrarse un recurso cuya siembra exclusivamente corre a cargo de la naturaleza. Los abundantísimos hidrocarburos son el producto de un largo y polimillonario proceso fisicoquímico operado en el subsuelo, según la hipótesis orgánica que se halla vigente.

Un connotado escritor burgués venezolano, el Dr. Arturo Úslar Pietri, hace unos 60 años mostró una razonable preocupación por el agotamiento de este don de la naturaleza, porque al ritmo sostenido y creciente de su extracción y utilización a cambio de unos ingresos monetarios de cuestionable utilización y consumo, más temprano que tarde la economía venezolana entraría en crisis, habida cuenta de que tal explotación petrolera había quebrado la economía agrícola que es la única renovable y permanentemente rentable, por cierto con una tecnología rural de alcance popular, si se quiere.

Cumplido este largo tiempo de economía petrolera y de esa reflexiva inquietud, hoy Venezuela confronta la peor de sus crisis: Es vox pópuli que tiene un Estado fiscal fuertemente dependiente del ingreso petrolero, una pesada carga burocrática, una abultada y creciente Deuda Externa e Interna, con empréstitos e inversiones de procedencia extranjeros, una Pdvsa vendida en 40 % con titularidad accionaria civil y privada (Empresas mixtas), unos hábitos burgoconsumistas de difícil erradicación, y, sobre todo, una clara convicción popular de que ese petróleo es de los venezolanos y que de alguna manera a sus bolsillos debe ir a parar, en justo o injusto prorrateo, pero a sus bolsillos.

Ciertamente, el valor agregado no petrolero es de un peso despreciable en el volumen de nuestro PTB, y las recaudaciones del instituto fiscal (Seniat) en última instancia o radicalmente derivan del ingreso petrolero inicial; digamos que primero se obtiene dólares del petróleo que luego de distribuye en rutinarias y consumistas industrias y comercios. Maquinaria importada, materias primas complementarias, honorarios por concepto de asesoría extranjera y pago de intereses y jugosas ganancias al capital extranjero.

La supernumeraria plantilla de la Administración Pública, si bien es fuente de ingresos fiscales, todos estos provienen de la misma y originaria fuente petrolera, en un reciclaje carente de sentido técnico, pero con fuerte justificativo político y populista.

Porque el venezolano está consciente de que el petróleo no es sembrable, sino cosechable, consciente de que es de todos los ciudadanos, se muestra muy proclive a recibir su cuota ora en cargos públicos de nula contraprestación servicial, ora en becas para consumo frívolo y superfluo, en subvenciones empresariales de clara irrecuperabilidad nacional, en dádivas de variopintas manifestaciones, y particularmente en todo tipo de matracas contractuales practicadas por altos funcionarios públicos de notoria e impune corrupción.

El mismo pueblo tiene una máxima y metafórica forma de reclamar su parte de la cosecha petrolera: *No quiero que me den, sino que me pongan donde haiga (sic)*. Y efectivamente, es colocado políticamente en cargos donde se maneje bienes y servicios, es inscrito en partidos políticos de quebrada moral, es utilizado en deshonrosas funciones y termina viviendo del aplauso y voto que practica periódicamente bajo la engañosa figura de la Democracia y soberanía nacional, para cerrar su parasitaria vida recibiendo más o menos lo que su grado de habilidad picaresca le permita, y hacerse ciudadano rico o pobre según el correspondiente grado de pendejera que lo caracterice, para adjetivar con una palabra que también introdujo el citado Dr. Úslar, ya convencido de que el petróleo no es sembrable sino tomable.


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Manuel C. Martínez M.


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