(Paradoja del subsector primopetrolero II)

El Precio del Petróleo no depende de su oferta

Aunque pequemos de majaderos y recibamos calificativos de los más indeseables, particularmente de ignaros y cómplices en el saqueo mundial del energético más importante de los dos últimos siglos, insistimos en este tema sobre la equivocada versión económica sobre la Oferta y la Demanda de un bien sui géneris como lo es cualquier producto natural NO RENOVABLE y FUNGIBLE, y particularmente el de los HIDROCARBUROS.

Paradójicamente, esta tergiversación se halla incrustado en de la propia Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) donde priva el criterio del recorte o del incremento en la extracción y venta del petróleo crudo ora liviano, ora pesado.

Una de las más populares leyes de la Economía Burguesa es la de la Oferta y Demanda de las mercancías. Léase bien: ley de oferta y demanda; no son dos relaciones, una para cada categoría, sino una sola que envolventemente rige para ambas.

Ocurre que esas categorías económicas, funcionalmente inseparables entre sí, presentan una conducta irregular. Precisemos que esta ley es sólo aplicable a la producción manufacturera (Sector Secundario) de menor, mediana y alta escala, y extensiva a los bienes minerales de reciclable uso como los metales preciosos y afines.

También debemos tener presente que principalmente los Sectores Manufacturero y el Terciario son de alta sustituiblidad en sus productos, de tal manera que si sus precios se encarecen su demanda necesariamente debe atenuarse en búsqueda de sucedáneos, y hasta puede desaparecer, llegado el caso. Así, decimos que mientras mayor sea la oferta de un bien, menor podría resultar su precio y su aprecio, aunque sólo en estricta correspondencia con la cuantía de su respectiva demanda.

Sin embargo, mientras más crece la demanda o solicitud de una mercancía, más sube su precio porque ha subido su aprecio o necesidad del mismo. El crecimiento demográfico descontrolado, el bombardeo publicitario, que tanta ganancia garantiza al Sector Servicios, son evidentes causas del encarecimiento de las mercancías demandadas, ya que por lo general la oferta siempre se queda convenientemente rezagada.

Se trata de variables con apariencia paradójica, variables concomitantes y de reacción encontrada y diametralmente inversa. No puede esperarse otra conducta para dos actos conjuntos que de partida se nos presentan como contrarios: producción, o desconsumo, y consumo, o desproducción. Lógicamente, si un bien es altamente desproducido, o fuertemente demandado, su precio debe subir, y si una mercancía es altamente desconsumida, o fuertemente ofrecido, su precio tiende a bajar. Como vemos, la paradoja termina esfumándose.

Débese precisar antes que la prioridad entre la demanda y la oferta corre a cargo de la primera categoría, aunque dentro del sistema burgués nos las presentan como irrelevante o coexistentes, y más bien como si primero fuera la oferta y luego la demanda, en estricta correspondencia con el privilegio que se le atribuye al manufacturero, como patrono, frente a al obrero, como consumidor.

Ahora bien, la demanda y la oferta de las mercancías del Subsector primario, particularmente del PETRÓLEO responden a otra gobernabilidad. Este recurso natural, a diferencia de los productos agrícolas, es NO RENOVABLE, y no podemos ejercer ningún control sobre su producción, misma que ya nos vino dada para los tiempos que corren, ni sobre su oferta. (No se puede incrementar la producción de petróleo por vía artificial, y esto no debe confundirse con extracción y puesta en venta). Lo único regulable por las mismas leyes burguesas es su demanda. Pero, además, el petróleo es un bien fungible o no duradero, no es atesorable ni acumulable, sino todo lo contrario: se halla en constante vía de agotamiento e irrecuperabilidad.

De tal manera que al suministro petrolero que hacen los países privilegiados con la tenencia de este recurso natural mal podemos aplicarle la ley de la oferta y demanda, no con la linealidad que se puede aplicar a los productos renovables, o a los no renovables pero duraderos, a los manufactureros y a los del Sector servicios, como lo son: patentes, innovaciones técnicas, maquinaria sofisticada, bienes de consumo masivo de alta sustituibilidad, fármacos en constante perfeccionamiento terapéutico, vestidos, calzados y mil bisuterías más que el sector manufacturero e industrial procesan en ingente oferta y que son promovidos por el Sector servicios con sus patentes publicitarias que suelen crecer como monte yerbal.

Lo que queremos denunciar es que la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) debe ponerle coto prontamente a la engañifa vendida por la Economía Burguesa en materia del comportamiento regulado de su oferta, según las inciertas mendaces leyes de dicha economía.

Digamos que la OPEP no debe temer a posibles reducciones en la demanda del petróleo, sino todo lo contrario. Esto lo confirma el crecimiento demográfico mundial y el incesante consumo energético por parte de los países imperiales, mismos que han sido tradicionalmente subsidiados por los países exportadores.

Por el contrario, mientras más se incremente la OFERTA de PETRÓLEO, este debe encarecerse, porque sencillamente su disponibilidad merma con cae con cada barril extraído.

Estamos en presencia, pues, de una mercancía natural que responde a una oferta natural cuya demanda sí acepta la ley correspondiente, pero a sabiendas de que es una oferta que no puede asimilarse a la de los productos industriales. De Perogrullo: Mientras más petróleo saquemos en venta deberíamos venderlo a mayor precio. Tal es la paradoja del subsector primopetrolero.

Insistimos: La OPEP está de partida imposibilitada para regular precios, y debería limitarse a elevarlos indefinidamente en estricta correspondencia con la creciente escasez y agotamiento que de ese recurso se realiza. Por el contrario, mientras la OPEP asuma el rol de cartel y le aplique al crudo el método de aumento y reducciones para bajar o subir su precio, sólo estará maladecuándose a los caprichos e intereses comerciales de los intermediarios y de las grandes potencias insaciablemente consumidoras.


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Manuel C. Martínez M.


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