Historia de la guerra secreta del petróleo en Venezuela

Así todo, con grandes dificultades, Juan Pablo Pérez Alfonso logró que el 10 de septiembre de 1960, Irak, Irán, Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela se pudieran reunir en Bagdad para conformar la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, que en conjunto producían el 80 por ciento del petróleo mundial. El fin era comprometerse a asegurar precios justos y a regular la producción. Pero apenas comenzó a funcionar la OPEP, Pérez Alfonso cometió el gran error de creer que realmente las compañías petroleras y el gobierno de Estados Unidos podían representar intereses distintos. Creyó que el gobierno de la Casa Blanca podía interesarse en cooperar para que las grandes compañías hicieran un aporte y así evitar en grave deterioro de los precios. El sólo hecho de habérsele apenas asomado tal propósito despertó de inmediato irritación en Washington, lo que alarmó y preocupó mucho a Betancourt. Lo que ganó Pérez Alfonso con tales solicitudes fue que Estados Unidos se inclinase por favorecer para sus mercados el crudo canadiense.

Tímidamente Betancourt, a través de implorantes llamadas a Arthur Schlensiger, logró trasmitirle al Presidente Kennedy, que sería altamente beneficioso a la política del Norte el que su gobierno le concediese a Venezuela un acuerdo preferencial, para evitar conmociones populares, porque urgido como estaba de recursos para enfrentar una seria crisis financiera, tal acuerdo le resultaba cien veces más efectivo que cuanto nuestro país pudiese recibir a través de la Alianza para El Progreso. Nada pudo lograr en este sentido Betancourt, pese a los inmensos esfuerzos por convertir a Venezuela en el paladín de la lucha contra Cuba, contra el comunismo.

Verdaderamente Betancourt no podía darse el lujo de hacerse el sueco frente al descaro de las compañías en el tema de los impuestos. Cuando comenzaron desde la Cámara de Diputados ciertos movimientos para que las compañías pagaran un poco más, la Creole y la Shell aplicaron una estrategia para arrinconar al ya atemorizado gobierno. Con toda la saña de que eran capaces comenzaron a desacelerar las inversiones, la explotación, las perforaciones y el nivel de empleo, y el signo que le enviaron a Betancourt era: “NO HAY UN CLIMA FAVORABLE EN ESTE PAÍS PARA LAS INVERSIONES”. Y no sólo querían que el gobierno reculara sino que le advertían que debían abrir nuevas concesiones. Que si el gobierno no les permitía operar como a ellos les pareciese mejor, pues se irían al Medio Oriente y al Norte de África, donde el producto les resultaba más competitivo que el venezolano, y que lo pensara pues, el señor Presidente Betancourt porque hacia allá desviarían sus negocios.

Betancourt comenzó a desesperarse, cuando además las compañías le dijeron que unos 3.000 técnicos habían abandonado el país en los últimos dos años[1].

Indudablemente Betancourt no era el hombre fuerte para enfrentarse a estas compañías, y fue dejando que lo arroparan los acontecimientos. La Creole y la Shell, temiendo que el gobierno les fastidiara, y peor aún que en el futuro las cuestiones se les pudiese complicar, acudieron a formar una alianza cerrada con el sector privado nacional. Ambos tenían el mismo propósito que no era otro que asfixiar, dominar y controlar el Estado; someterlo a sus dicterios e intereses. Los cuadros de AD también comenzaron a ser infeccionados por empresarios mercenarios y lacayos. Fue así como las compañías lograron confeccionar su propia cámara de la industria petrolera, “la cual –refiere Franklin Tugwell- fue inmediatamente admitida por Fedecámaras, y prontamente se convirtió en una importante fuente de asesoramiento técnico en la producción de estudios contrarios a la política gubernamental.”

“Las compañías comenzaron a proveer generoso respaldo financiero a Fedecámaras y durante un año reciente contribuyeron con más de 200 mil bolívares; más del 10 por ciento de lo aportado por sus cerca de 200 miembros. Donaciones de la industria petrolera sobrepasaron ampliamente las de cualquier otro contribuyente, incluida la bien cimentada industria bancaria. Además de esto, las compañías proveyeron al sector privado de mano de obra y dinero para la publicidad y propaganda de sus campañas. Los estrechos lazos de los diarios venezolanos “El Universal” y “El Nacional” con el sector privado facilitaron estas acciones.”

“A nivel ideológico, las compañías petroleras repetidamente señalaron que el bienestar de las élites económicas venezolanas habían siempre estado ligado al bienestar de la industria petrolera y que la política del gobierno, dañina para la industria petrolera, sería así mismo dañina para el sector privado[2]”.

Pero no sólo eso, a sabiendas de lo horriblemente anticomunista que era el gobierno de Betancourt, las compañías tenían la barbaridad de aducir que el futuro de la empresa privada criolla estaba siendo desafiado por un gobierno socialista. Que estaba claro que el mundo capitalista privado era un todo unificado y que cualquier trastorno que sufriesen las compañías extranjeras afectaba seriamente el capitalismo nacional.

Esta era una guerra bien extraña, cínica y cruel. Él quería a mucha gente de Fedecámaras, e igualmente desde hacía varios años había procurado mantener una cordial relación con la Creole y con la Shell. Entonces dejó que vociferaran algunos “trasnochados izquierdistas” de su partido atacando a los abusos petroleros del Norte, que los comunistas sacaran a relucir su antiimperialismo, mientras él haría lo necesario por callar y dejar hacer a las compañías lo que quisieran.

Pronto la situación adquirió un clima preocupante, por el estado de ardoroso servilismo que presentaba la oligarquía ante las compañías. El personaje escogido por las compañías para emprender la defensa de sus intereses fue el conocido escritor Arturo Uslar Pietri. Las compañías le comenzaron a armar un partido para que se presentara en las próximas elecciones y tentativamente ir al ruedo electoral como candidato a la Presidencia.

El slogan fue pensado en Washington: “Arturo es el hombre”, y en efecto era el hombre perfecto para defender a las compañías. Brillante escritor, columnista estrella de varios periódicos nacionales e internacionales, experto en publicidad, conocedor del medio televisivo, político (ocupaba una curul como senador por URD) y amante de la libre empresa.

La posición de Uslar Pietri era que el gobierno le pretendía cobrar a las compañías excesivos impuestos, rehusando entregarles más concesiones e interfiriendo en las actividades soberanas de estas transnacionales. Que tal interferencia provocaba la decadencia de la industria petrolera, y que Venezuela corría el peligro de perder terreno frente a otras áreas competitivas de este producto y en sus mercados tradicionales. Esta posición de Uslar junto con Fedecámaras creó la sensación en el mundo de las finanzas de que nuestro petróleo era más costoso que su equivalente del Medio Oriente.

Nadie podía demostrar que nuestro petróleo resultase más costoso que el del Medio Oriente, pero como carecíamos de suficiente información, Uslar se apoyaba en esto para desacreditar nuestra posición, por demás débil. Poco tiempo después, un experto del Instituto Tecnológico de Massachuset, MIT, M. A. Adelman, encontró que esos datos eran falsos porque las compañías escogían una mezcla de áreas productoras costosas para hacer sus cálculos[3].

La idea que trataba de meterle Uslar en mente al pueblo era de que el poder competitivo de nuestro petróleo resultaba pobre; que Betancourt sabía que esto era totalmente falso, toda una vulgar simulación a fin de ejercer presión sobre el gobierno y minar su posición política. Pero Uslar sabía que como el mercado era muy complicado, él podía moverse con sus inventos a sus anchas, seguro de que no sería descubierto, y que cualquier acusación de traidor no podría ser seriamente sostenida.

Ante estos ataques, Betancourt fue cediendo, perdiendo confianza en sí mismo y en la capacidad de llevar en el área de petróleo una política soberana, y sin mucho escrúpulo y con muy poca vergüenza, acabó ciñéndose a lo que decidieran las compañías. No quiso hacerle frente y denunciar sus acciones tramposas ni sus presiones en la creencias de que éstas arreciarían con sus presiones, pudiendo incluso aliarse estas compañías con grupos de la ultraderecha para derrocarle. Ya tenía la experiencia de lo que le había pasado el 48. Además las arcas estaban vacías, carecíamos de reversas y se vivía un estado de recesión, y él, Betancourt se había embarcado en una política anticomunista, de desgaste y que le restaba a sus acciones popularidad y por otro lado carecía de apoyo por parte de la juventud.

Este dejar otra vez que las compañías cogiesen el timón de las leyes para hacer con nuestra economía lo que les viniese en gana, desfiguró totalmente el sentido de la lucha social dentro de AD: fue cuando comenzó a dominar en él, la tecnocracia, el pragmatismo, y se adueñaron de su dirección los más burdos y descarados demagogos. Se vio entonces a las claras de que no era ningún partido de izquierda, ni mucho menos socialista, y se partió en mil pedazos. Y fue así como también COPEI, con la ayuda de esas mismas compañías saldría inmensamente fortalecido, lo mismo que el FND de Uslar Pietri.

Todo esto se iba a poner de manifiesto de manera patética, cuando en 1966 el gobierno otra vez intente de manera tímida, y más que todo por exigencias de la grave situación económica y de algunas voces revolucionarias y patrióticas, reformar el sistema impositivo para aumentar los niveles de tributación. Para añadir leña al fuego, después Uslar, que había estado haciendo gobierno con Leoni, se retirará de la coalición y emprenderá frontales y feroces ataques contra el gobierno. Fedecámaras se unirá a esta cruzada, y las compañías, otra vez, desembolsarán grandes cantidades de dólares para pagar medios de comunicación y comprar políticos e intelectuales. En este terreno a Leoni le tocará recular tan denigrantemente como le correspondió a Betancourt. En esta segunda batalla, “Uslar Pietri, Fedecámaras, la Cámara de Comercio de Caracas y los portavoces de numerosos grupos montaron una enorme campaña publicitaria dirigida a torpedear los proyectos del Gobierno. Los titulares proclamaban: En marcha la liquidación de la industria petrolera venezolana.[4]”

La Creole aseguraba que nuevos impuestos atrasarían y desgarrarían el progreso del país. Todo esto al tiempo que se bajó el ritmo de la producción y se llevaron a las más críticas cifras en décadas. COPEI se frotaba las manos porque para él eran totalmente injustificado que el país recibiese más ingresos “porque estaba visto lo ineficiente y corrupto que era el gobierno”. Un tal Comité de la Clase Media surgió de la nada para unirse a los ataques al gobierno[5].

Ante este río sucio, el pobre Leoni pedirá calma y le dirá a los partidos de oposición que se acordaran que por el Pacto de Nueva York la política petrolera debía ser excluida del debate partidista.

La conclusión se hizo entonces clara para el mundo: VENEZUELA VA DIRECTAMENTE AL COMUNISMO[6]. Cuando el tema se llevó al Congreso, los partidos de oposición se retiraron para romper el quórum, y lo que se acabó finalmente aprobando fue posponer la discusión de la reforma tributaria, lo que resultó un contundente triunfo de las compañías. El anciano Leoni salió a decir entonces que las fricciones con las compañías se habían acabado y que todo estaba mejor que antes, y el gobierno dejaba de recibir cientos de millones de dólares.

Se acabó reduciendo, pues, la exigencias sobre los ingresos de las compañías. Pronto la Creole y la Shell anunciaron que se había disipado todo el ambiente de conflicto y dificultades para entenderse y que retornaba la confianza y el progreso al país. Betancourt recibió estos anuncios paseando por un crucero, y tomando un martini, con fresa y un puntito de vodka, “caribeñamente delicioso”. Aquella dependencia era irreverentemente irreversible, “porque nosotros los venezolanos habíamos nacido sólo para vender petróleo y esa era nuestra única misión y función, e imaginarse cualquier otra cosa es de locura y de absoluta irresponsabilidad.”

De todo esto nació una gran amistad entre Rómulo y Arturo Uslar Pietri.

Pérez Alfonso salió del gobierno de Rómulo totalmente defraudado y hasta arrepentido de lo que había hecho, y luego, en la época de Leoni, tuvo que confesar amargamente “que las ganancias de las compañías estaban aumentando hasta alcanzar niveles aún más altos que durante la dictadura de Pérez Jiménez, algo que consideraba intolerable dentro de un sistema democrático.[7]” porque se le hacía evidente a Pérez Alfonso que bajo un régimen democrático las anomalías de las dependencias del negocio petrolero debían corregirse urgentemente para la satisfacción de las grandes necesidades colectivas.



[1] Véase “La política del Petróleo en Venezuela”, Franklin Tugwell, Monte Ávila Editores, Caracas, 1975, págs. 106-107.

[2] Ut supra, págs. 106-107.

[3] Ut supra., pág. 109.

[4] Ut supra., pág. 124.

[5] Ut supra., pág. 125.

[6] Ut supra., pág. 125.

[7] Ut supra., pág. 132.


jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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