El ritmo y dinámicas de las revoluciones suelen ser guiados por aquello que la constituyen como tales: la irrupción de la acción revolucionaria de las masas ., lo que TROSKY denomina la intervención histórica independiente de las clases explotadas y oprimidas ; según cuan intensas y radicales sean estas explosiones es que la revolución avanza.
La revolución se caracteriza por dar pasos de avanzada, dar giros bruscos y rápidos hacia posiciones más extremas, así lo demuestra el ritmo inexorable de la historia; en la revolución Francesa a la dominación de los constitucionales sigue la dominación de los Girondinos, y a la de lo girondinos vino la de los Jacobinos, apoyándose cada movimiento en lo más avanzado, en el más catalizador, dejando de lado, superando y desplazando a los sectores más conservadores, sectores Light.
La revolución debe avanzar a saltos, pero a saltos cada vez más radicales, no a saltos para caer en manos del adversario de clase como lo es la burguesía o la creación de otra supraclase.
Esta introducción pretende hacer un espacio para trazar notas sobre la mezquindad y las miserias humanas que se permean y enquistan en los procesos de cambio para impedir el buen desarrollo del proceso revolucionario; la mezquindad es un antivalor o un valor propia de sociedades fundamentadas en el narcisismo y en el ser egotico que chocan con la formación del hombre nuevo, con la ética socialista.
De allí, que no se puede estar a la izquierda en política si se esta a la derecha en lo moral; no se puede tener un mensaje revolucionario en la vida pública si se actúa con mezquindad, con cortapisas y como un conservador en la vida privada, de tal manera que para tener un pensamiento y accionar coherente no se puede tener la cabeza y la lengua a la izquierda mientras el corazón esta a la derecha.
Desde el año 1999, la República Bolivariana de Venezuela se asumió en Revolución, adelantando cambios en lo político, en lo económico, en lo internacional, es decir en la estructura general del ESTADO, fundamentado en el primer plan socialista “Simón Bolívar”, el cual gravita en la nueva ética socialista, lo cual permite afirmar que no habrá Revolución sino logramos desterrar el egoísmo, la mezquindad, el cálculo miserable, el individualismo en la vida publica y cotidiana.
La mezquindad y el egoísmo no tienen cabida entre quienes asumimos posiciones revolucionarias ya que provienen y residen en las zonas más oscuras de los humanos que los suele llevar a desconocer las virtudes de sus iguales, de sus pares; El restar méritos, ningunear o, peor aún, descalificar a un camarada son otras tantas artimañas de las que se vale la mezquindad para agigantar artificialmente la propia estatura.
Ser Revolucionario es asumir una conducta coherente entre el pensamiento y la acción, pregonar con el ejemplo, teniendo presente que la humildad la exhiben sólo quienes están seguros de su propia altura, la que no se construye ignorando o menoscabando a un compañero de ruta.
En ese camino de construcción moral se debe desterrar al lisonjero quien atribuye falsamente al adulado, valores y modalidades que éste no tiene, de igual modo el mezquino supone falsamente en las cosas materiales, valores que estás no poseen; por el contrario, el Revolucionario de verdad, prefiere padecer toda escasez y sufrir trabajos antes que doblegar la conciencia que de sí mismo se tiene, siendo la mezquindad de poca inteligencia que conduce a la miopía política y en consecuencia al derrumbe de los cambios planteados en una revolución.
La mezquindad política aunado con la escasa formación política y el exiguo y solapado compromiso impide el avance de la Revolución ya que contribuye al desvío y retardo de todos los planes, programas y proyectos practicando la exclusión de amplios sectores con vasta y dilatada trayectoria, honestidad y capacidad.; La mezquindad hace uso de su aliado, constituido por el amiguismo y el compadrazgo para embarbascar y trabar los adelantos y saltos propios de la Revolución.; La mezquindad colisiona con la modestia, esta contribuye al progreso y aquella al engreimiento y al atraso; la arrogancia es también un antivalor a combatir pues conlleva a la arbitrariedad pues sólo permite ver el éxito propio, pero no sus deficiencias, olvidando que los buenos revolucionarios son los primeros en soportar las penalidades y los últimos en disfrutar de las comodidades.
Nunca podremos enseñarle a las nuevas generaciones el horizonte de la grandeza de la Patria, si quienes ocupan la dirigencia de nuestro proceso político la asumen como escalón para ambiciones personales, para el trepar cotidiano, para satisfacer nuestros mezquinos intereses.
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