Ningún gobierno puede sostenerse en el poder saturado de seguidores y carente de opositores. La idea de los contrarios recoge perfectamente lo que ocurre a nuestro alrededor. Ayer o mañana, abajo y arriba, izquierda y derecha, negatividad y positividad, avance y retroceso, amistad y enemistad, padres e hijos, gobierno y oposición, burgueses y proletarios, todas las cosas y nociones se nos presentan como lucha de contrarios. Un gobierno sin Oposición navega a la deriva.
La ley de la contradicción es la esencia misma de la Dialéctica, en opinión de Lenin, citado por Mao Tsetung, “5 Tesis Filosóficas”. Cuando comprendemos esa esencialidad, damos un gran pasa hacia el mejor entendimiento de la Dialéctica materialista y descubrimos cómo esta nos lleva necesariamente a la hipótesis del Comunismo.
Bien, es sintomático el hermético cierre que suelen hacer los gobernantes ante la realidad que cae fuera de la visión de sus colaboradores más inmediatos, entre los cuales no todo es diafanidad ni lealtad por la sencilla razón de que sus intereses no son los mismos de ninguno de ellos entre sí, ni tienen porqué coincidir palmo a palmo con los del gobernante.
Por lo demás, un gobierno sin Oposición no tendría estímulo alguno para salir del marasmo donde haya caído. Sólo su estabilidad cuenta sin importar la calidad de su gobierno: “Si sigo mandando es porque sirvo para algo” (suele decirle su otro Yo).
Los “círculos de seguridad”, el llamado cogollo y la cuota de beneficiarios directos con la gestión presidencial podrían tender a transformarse en una tupida maraña que distorsiona la realidad que llega a los ojos presidenciales. Este se dormiría en sus laureles o sería incapaz de contar con colaboradores más honestos frente a él. La penetración del entorno presidencial, por ejemplo, debe salvar los obstáculos de la cadena que protege, primeramente, sus personales intereses. Con ello pasa a un segundo lugar el interés del gobernante sobre cualquier información que, a juicio de aquella cadena pudiera traducirse en investigaciones indeseables.
La idea de los cogollos gubernamentales es un arma de doble filo para cualquier gobernante. Necesita gente de confianza, pero dentro de esta se hallará siempre su peor rival.
Una Oposición reúne todas las cualidades de la “buena” conseja en tanto y cuanto señale fallas y desaciertos en la gestión del gobierno, denuncie o simplemente someta a discusiones previas los pasos gerenciales. De lo contrario, sería como si pretendiéramos ser nuestros propios correctores y editores: muy probablemente se colarían muchas imprecisiones que escapan a nuestra visión y autónoma crítica. La Dialéctica es la que mejor nos explica la importancia del dúo: Gobierno - Oposición.
Un gobernante que pretenda “pulverizar a sus contrarios” está condenado al suicidio. Porque cuando las críticas emanan del propio círculo de los íntimos, estos podrían entenderse como traición. El círculo de seguridad se abstiene de hacer comentarios, aun cuando así lo solicitare el propio gobernante ya que podría ser una trampa de parte suya.
La única sociedad donde la oposición política no tendría cabida sería dentro del Comunismo, habida cuenta que dentro de ese hipotético sistema todos tienen los mimos intereses colectivos, todos se hallan frente a todos y las críticas entre individuos no habría a quién endilgárselas cuando nos disgusten. Sin clases sociales, la lucha se reduciría a aspectos tecnológicos y al desarrollo pleno de todo el bloque humanitario, de la Flora y la Fauna.
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