Así como nuestra revolución socialista persigue grandes metas, en esa
misma medida está enraizándose en lo cotidiano de nuestras vidas, en lo
que hacemos, pensamos, en nuestro interior como individuos. Y es que la
revolución es un gran acto de liberación social e individual, en ella el
trabajador y trabajadora ya debe cesar de una vez por todas de inclinarse
ante los funcionarios y ante la burocracia, ya que son sus propios
servidores. La clase trabajadora en general debe abandonar esa actitud
sumisa como si se tratara de burócratas infalibles y sabihondos.
Esta revolución se está sucediendo en cada individuo y la clase
trabajadora es el sujeto histórico líder, que como un individuo
colectivo, se está nivelando en la ola revolucionaria, esta realizando
sus propias tareas. Este proceso de nivelación no es debido al aporte de
las ideas provenientes desde afuera, sino mediante la experiencia vivida,
mediante la lucha, el cuestionamiento y la movilización, que accede a la
conciencia de clase, que adquiere poco a poco las cualidades de una clase
revolucionaria. La clase trabajadora es la que debe desempeñar el papel
dirigente en la sociedad de transición al socialismo.
Como hemos visto, no basta con sustituir la propiedad privada de los
medios de producción por la propiedad social, y sustituir la dirección
burguesa por una nueva clase dominante, para lograr el socialismo. La
clase trabajadora para emanciparse a si misma y poder liberar al conjunto
de la sociedad de la explotación requiere suprimir la relaciones
patronales, tanto privada como pública, debe someter a los funcionarios y
a la burocracia, para que sean útiles a los fines de la construcción
económica socialista.
Ahora, la clase trabajadora siempre ha conocido de métodos democráticos e
incluyentes, siempre ha buscado la unidad en torno a las ideas del
socialismo, al menos sobre algunas cuestiones fundamentales, y pretende
que esa unidad sea la base del único “principio de autoridad” al que sea
lícito referirse hoy. Ya aquel inmundo principio de autoridad capitalista
de explotación es inaceptable.
El principio de autoridad que se desprende de la unidad entorno a las
ideas del socialismo hace posible la superación de las barreras que el
sistema capitalista ha creado. Una de estas barreras es la
estratificación y división de los trabajadores en nóminas, en parcelas de
conocimiento, en individuos limitados, en hombres aldeanos en un mundo
globalizado. ¿Cómo superar esta enorme barrera que hunde sus raíces en
la actividad económica?. Se supera mediante la socialización del
conocimiento. Pero antes de que la propiedad y la gestión de las empresas
estén en manos de los trabajadores, no existen los medios para socializar
sus conocimientos y sus competencias técnico-científicas; es decir, no
están en condiciones de reemplazar el sistema piramidal jerárquico del
capitalismo por un sistema de colaboración colectiva en las decisiones de
trabajo. De otra manera: no podremos lograr una verdadera organización
socialista, que trascienda la visión reducida actual hacia una visión
integral, que solo puede ser construida con la participación de la clase
trabajadora en la gestión democrática de las empresas. Esta meta no la
puede lograr ninguna simple re estructuración, por ser incapaz de asumir
la misión revolucionaria de eliminar el capitalismo.
¿Pero, cómo realizar la socialización del conocimiento? En términos
generales, es necesario distinguir los aspectos técnico-científicos del
propio trabajo de las posiciones de poder que le son anexas,
distinguirlas de la actividad intelectual en tanto conocimiento teórico.
Este es un proceso consciente dirigido por la misma clase trabajadora y
con el concurso de todos y cada uno de los trabajadores. Por ello, es
necesario evitar, todo proceso de afectación de la unidad de clase, todo
proceso dirigido a dividir y a fraccionar, todo proceso tendiente a
disgregar al personal empleado en las labores, ya que podría dañar el
objetivo planteado de la socialización. No se puede permitir que se
retire, asigne, o transfiera en forma inconsulta y atropellada de las
empresas a ningún trabajador, y menos a aquéllos políticamente más
conscientes y activos, ya que TODOS estamos llamados a convertirnos en
dirigentes revolucionarios, en agentes de la transformación social.
Recapitulando, en el proceso de superación de la relación patronal y la
implantación de un nuevo principio de autoridad revolucionario, ningún
trabajador podrá hacer las veces de apéndice o mandadero al servicio del
patrón o de un burócrata, ya que significaría traicionar su función de
intelectual revolucionario, de dirigente revolucionario al servicio del
pueblo. Esta traición implicaría la renuncia a los fines mismos de la
revolución.
Otro aspecto que limita seriamente la socialización del conocimiento, es
la herencia de la universidad. La academia trata de aislar al estudiante,
no trata de acrecentar los conocimientos de los hijos del pueblo, los
engaña. La academia satisface la exigencia de cultura con títulos de
estudio limitados, ya que la clase dirigente y las élites se forman en
otro lado. Los graduados hijos del pueblo recibirán en las fábricas la
instrucción técnica estrictamente necesaria para el trabajo particular al
cual están destinados.
A los fines mismos de la revolución y la socializacion del conocimiento
se debe reclamar una educación que nos prepare para afrontar las
contradicciones de la sociedad sin adaptarse a ellas, que prepare
combatientes y no individuos aislados y engañados. El objetivo de nuestra
revolución educativa debe ser parar la modernización burguesa del país,
que ha causado la miseria actual, oponernos a ese proceso de desarrollo
cultural capitalista que hace daño al ser humano.
¡Patria Socialista o Muerte.........Venceremos!
garcialwx@pdvsa.com