El proletariado es la principal clase social, en calidad y número, de muchas de las sociedades conocidas. Siempre ha estado protagonizado por trabajadores explotados por terceras personas. Sus integrantes usualmente tienen pocos ingresos de escasa duración y corto alcance, y como única propiedad, además de su fuerza de trabajo (FT), exhiben mucha carga familiar además de las ilimitadas deudas públicas contraídas en su nombre por sus gobernantes.
Entre esta clase hay unos más pobres que otros, a pesar de trabajar como burros maltratados durante toda su vida, inclusive desde su temprana niñez y hasta su tardía vejez. Es una clase social que durante los últimos 100 años se ha ido enriqueciendo demográficamente gracias a las gestiones “humanitaristas” en favor de mayoridad del hombre y la mujer, y de la “liberación feminista”, así como la de los hombres que acusan formas sexuales no convencionales.
A los adolescentes se les salta años a fin de integrarlos más prontamente a las bolsas de trabajo, ya con responsabilidades civiles y penales. A los llamados gayes se les abren caminos morales en un plano casi igualitario con el resto de los sexos, y con igual fin en favor del incremento de la masa de trabajadores disponibles y aptos para su coexplotación en esos centros fabriles, comerciales y bancarios. Connotados movimientos sociales modernos, identificados con el eufemismo de “reivindicaciones feministas” han ido sacando a la mujer de sus hogares, de su maternidad, de sus maridos, con el subrepticio y perverso fin de penetrarlas a los centros fabriles, comerciales y bancarios 1
En teoría, es la clase de avanzada social con mayor fuerza potencial de lucha en favor del desarrollo de su capacidad laboral. Ésta fuerza reproduce el valor de sus salarios, y produce las ganancias patronales de los dueños de fábricas, de los comerciantes y de los banqueros. La “Ley del mínimo coste y máxima ganancia” (ley de oro de la Economía Burguesa), rige para ambos contratistas: el patrono lucha por la minimización del salario, y el trabajador lo hace por su maximización. Digamos que trabajadores y capitalistas jamás hacen equipo social, simplemente viven en lucha y contradicciones con tendencias antagónicas.
Cabe acotar que cada proletario en funciones en fábricas, comercios y bancos financieros, produce una plusvalía que macroeconómica o globalmente forma parte integral de la masa de plusvalía que terminan repartiéndose porcentualmente y a partes iguales, los fabricantes, los comerciantes, los banqueros y los gobernantes.
Cabe, pues, sopesar la inconmensurable capacidad de creación de la riqueza material que alberga el proletariado y que termina poseída en propiedad privada por los ricos del mundo, a tal punto de que toda, absolutamente toda, esa riqueza material acumulada durante milenios procede del trabajo impago de los proletarios de este mismo mundo sobre la base de relaciones sociales laborales, forzadas, que modernamente se admiten como contractuales dentro de ese Derecho Positivo Civil Burgués que data desde los tiempos mismos de la Revolución Francesa emprendida exitosamente por los distinguidos, historiados y connotados políticos, diputados y juristas, literatos y Sociólogos, todos cuadrados con la causa burguesa en contra de los antiguos explotadores feudales y esclavistas.
Semejante contrato mercantil laboral entre asalariados y capitalistas funciona entre trabajadores proletarios que siguen vendiendo, bajo múltiples versiones sociológicas y contables, su única mercancía llamada fuerza de trabajo a un precio salarial cuyo valor de cambio en el mercado es siempre muy inferior al precio del valor que dicha FT agrega en fábricas (Producto Interno Neto-PIB-) a los medios de producción ajenos ya apropiados por su comprador o patrono gracias a la misma plusvalía que jornada tras jornada va acrecentando dicha riqueza ajenamente conculcada.
Digamos que tenemos un proletariado que mientras más trabaja más enriquece a sus patronos, más los fortalece , razón por la cual él va perdiendo estímulos para seguir operando dentro de semejantes y leoninas relaciones de trabajo, para él, y de relaciones de explotación para su contratista. En ningún momento, ningún asalariado trabaja para un solo patrono, sino para toda la clase capitalista.
La vida del proletario transcurre entre reclamos por mejoras de ingresos que son tragadas por la inflación en los precios de su cesta familiar, y la entrega gratis de una mayor riqueza acumulada para los capitalistas. Por eso, la lucha de clases moderna debe centrarse, primeramente, en una supresión de los asalariados y, sólo consecuencialmente, de los pobres.
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