Preferí el discurso derechista de Piñera al insustancial y ampuloso de Mujica

Pepe Mujica, "ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario"

Entre Carlos Andrés Pérez y Pepe Mujica, presidente uruguayo, al parecer hay pocas cosas en común, porque es obvio que no se puede hablar de nada.

Pero al primero, le fascinaba usar la expresión que titula este trabajo, como recurso evasivo ante cualquier asedio reporteril. El segundo, distrae y se distrae, hablando con lenguaje hermético, hasta esotérico para eludir las confrontaciones.

Cuando Mujica habla, uno no sabe a ciencia cierta si lo hace un jefe de Estado, proveniente de la izquierda que en el pasado reciente asumió, como muchos en América Latina, el iluso sueño de la lucha armada, por aquello audaz de asaltar el cielo, o se trata de intelectual, ensayista, novelista o en fin poeta, haciendo lo que le corresponde, incluyendo el cuidado preciosista de las formas. A veces deja la sensación que hablase con sombras o fantasmas, figuras difusas que le atormentan.

El antecesor de Mujica, Tabaré Vásquez, de quien uno esperaba no un discurso incendiario o extremista, pero lo suficiente firme y elocuente en la denuncia contra las políticas de sojuzgamiento e intromisión externa en los problemas de nuestro continente y, que al propio Uruguay, sometieron a férreas dictaduras, optó por pasar agachado, como se dice en el lenguaje coloquial venezolano, cuando alguien quiere que nadie note su presencia. Prefirió el rol no indiscreto, nada peligroso, pero odioso, de hombres callados frente a la injusticia y los abusos; aquellos que ven y otorgan.

Aquel mandatario Uruguayo, casi mantuvo un silencio lapidario frente al proceder del sistema global e individualidades, que en gran medida, han dado motivo a las duras y sacrificadas luchas de la izquierda.

Mujica, líder de un movimiento un tanto insatisfecho con quien en representación del “Frente Amplio” ejercía la presidencia, durante su campaña, sin que nada moralmente aceptable lo obligase a ello, puso empeño en advertir que sus ejecutorias nunca estarían ligadas a las de Chávez, pero si a las de Lula. Repitió sistemáticamente la misma cantaleta que antes, en Salvador, había interpretado Mauricio Funes. De esa manera ambos, uno no sabe bien por qué, se prestaron al doble juego sin “querer queriendo”, como dijese “El Chavo”, de descalificar al presidente venezolano y contribuir con la estrategia de distanciar a éste del brasileño y viceversa.

Pero sólo en las oportunidades que entonó esa canción, Pepe Mujica fue claro y categórico. El resto del tiempo se la pasa discurseando al vacío, hablando de manera grandilocuente, sin objetivo definido. Su oratoria a ciencia cierta no se sabe a quién está dirigida. Es un ejercicio cuya intencionalidad pareciera estar fundada en aquello que decían en mi pueblo “cáigale a quien le caiga” o “quien quiera se la tome para él”; como en la vieja canción de Billo Fròmeta, Mujica dirá “yo sólo digo lo que sé” o lo que me conviene, agregaría uno.

En la oportunidad de asumir la presidencia de Uruguay, en ese estilo en desuso de hablar para no comprometerse y que cada quien le interprete como le venga en gana, cual si estuviese escribiendo poesía inescrutable, en un mundo tan definido y en el cual él mismo, en el pasado, estuvo definido, habló del colaboracionismo de clases para el diseño de políticas para su país, pero lo hizo diciendo evasivamente que “unos tienen las tuercas y otros los tornillos”. Estudiadamente pasó por alto advertir quién o quiénes tendrían el control de las llaves.

Es una permanente actitud y estilo oratorio de dárselas de vivo, demasiado inteligente y hasta culto, que no se aviene, aunque crea lo contrario, con los intereses que se pensó representaba el presidente de la banda oriental.

Ahora mismo, en la reunión de Mercosur, se lanzó con una perorata insustancial, con la boca siempre llena de palabras escogidas y frases reelaboradas, de hablar mucho sin decir nada y de paso esperando el aplauso entusiasta de los escuchas.

Premiado por una sonrisa de satisfacción y hasta triunfalista de Sebastián Piñera, presidente de Chile y expresión de la ultraderecha latinoamericana, se lamentó que hubiesen unos “apresurados cuando hemos avanzado mucho”, en aparente alusión al presidente Chávez o a Evo Morales, quien criticó el modelo capitalista y denunció su ineficacia en nuestro continente.

Piñera, llegado su turno fue coherente y nada evasivo. Llamó que imitásemos a la vieja Europa de la post guerra, es decir reconstruir el capitalismo, sólo que, aparte de lo que dijo Evo, olvidó que los gringos no nos ofrecen un plan Marshall. Pero preferí su discurso al insustancial y ampuloso de Pepe Mujica.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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