(El mito de la monopolización del capital)

Conozcamos el “Encanto” del Capital

   La sociedad explotadora actual, hasta ahora es la última de las sociedades antagónicas donde sólo trabajan las mayorías, tan pobres hasta para carecer de herramientas de trabajo casero o campesino, y su fuerza de trabajo la emplean en favor exclusivo de las minorías de explotadores, ayer sátrapas, esclavistas y feudales, y hoy burgueses. Así suele definirse ligeramente la sociedad capitalista en la literatura marxista.

Sábese que la clase burguesa acompañó a los explotadores de finales del Medioevo, y comercialmente acumuló capital dinero suficiente como para derribar a la aristocracia reinante a finales del siglo XVIII en la Francia de Luis XVI. El desarrollo de las fuerzas productivas, el del mercado que crecía a punta de mejoras en la navegación y la mecanización del trabajo artesanado (desde entonces dividido en mil fracciones) para fabricar velozmente las mismas mercancías básicas y también las innovadoras que ese mismo desarrollo fuera derivando, todas esas variables,  forzaron la transformación de los comerciantes en clase   capitalista, puesto que en lugar de comprar mercancías terminadas y listas para su reventa, compraba insumos para fabricarlas y luego venderlas.

Esta metamorfosis se recoge en las fórmulas del comercio y del fabricante, respectivamente:

D-M-D’, para D’ > D, y M = mercancías terminadas; y D-M...P...M’-D’, para M = medios de producción con inclusión de mano de obra viva o “fuerza de trabajo”, D’ > D, y para P = proceso de explotación de la fuerza de trabajo asalariada en la manipulación transformadora de medios de producción en M’.

Desde luego, con ese inmenso poder económico bastó la toma cruenta del poder político. Fue así como pasó a controlar todo el poder nacional hasta entonces reservado a la aristocracia y el Clero, y a  los artesanos y campesinos enfeudados pudo reemplazarlos con  proletarios libres de todo tipo de propiedad mueble e inmueble, porque así lo imponía ese agigantado mercado representado por una  América ya descubierta 300 años atrás.

Ese crecimiento del mercado de mercancías   en gran escala requirió la inversión de grandes capitales en dinero; esto dio origen a las asociaciones de capital en la figura jurídica de las Compañías Anónimas. Estas compañías se venían cocinando dese el mismo siglo XVI como compañías más comerciales que industriales.( Harry E. Barnes, “Historia de la Economía del Mundo Occidental”, UTHEA, Cap. IX-1). Estas compañías devinieron en expresión genuina de una democratización de la explotación abierta a todo ciudadano en posesión de capital dinero con independencia de su procedencia: tomado a préstamos de quienes asumieron el rol de capitalistas financieros, robado, o como producto de negociaciones ilícitas diversas y antisociales como la trata de blanca, la de esclavos, de narcóticos, de casinos y demás centros prostibularios para el divertimento de los ricos, corruptos y demás explotadores.

Pero el verdadero “encanto” del capitalismo es que a los explotadores se les permite la atomización del capital mediante las referidas compañías anónimas, a pesar de que algunos pocos capitalistas conserven la mayoría de las acciones, ya que el numeroso resto de los asociados lucharán permanentemente para lograr máximos dividendos, por acumular su particular capital, razones por las cuales la  acumulación de capital no tiene límites, habida cuenta de que, pongamos por caso, si un Estado decide ponerle coto cuantitativo a esta acumulación del gran capitalista, siempre habrá accionistas  menores que no cubran esos límites y por eso la acumulación macroeconómica sigue su curso.

Paradójicamente, mientras mayor sea la tributación que se les haga a los medianos y grandes capitales, mayor será la duración de su vida histórica, y mayores serán los mecanismos para compensar el impuesto pagado con cargo al mercado. Es en este sentido que sí cabe la convicción de que el mercado sea fuente, ya no de ganancias, pero sí de recuperación de los impuestos honrados a gobernantes con fines, aplicaciones y objetivos todavía en tela de juicio para los empresarios y para el pueblo trabajador.

Dubitables interpretaciones asumidas por marxistas y no marxistas, particularmente por editoriales de procedencia soviética y Occidental, han estado combatiendo estas compañías anónimas, mediante su persecución y restricción constitucional, cuando optan por asociaciones o mancomuniones de diferentes centros fabriles mono y oligopólicos, a las que se atribuyen las causas de los males sociales de cara a esconder su condición de capitalistas y explotadores.

Es lo que ocurre con las campañas de mercado antiespeculativas que siempre ignoran y dejan a un lado la explotación de los proletarios y polarizan desviadamente la atención en la explotación de los consumidores; con ello reducen a los asalariado a subpagados susceptibles de mejoras salariales y de otras reivindicaciones afines, para sacarlos de la pobreza, aunque no de su condición proletaria.

marmac@cantv.net



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Manuel C. Martínez M.


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